Caso Cadamuro: trama familiar
Jesús María. Cuando la Policía salió del campo que arrendaba Jeremías Sanz con dos amigos –un kilómetro antes de llegar a Villa Gutiérrez, sobre la ruta nacional 60– y dio la noticia de que era el cadáver de María Eugenia Cadamuro lo que había hallado, los amigos de la mujer desaparecida el 15 de marzo pasado rompieron en llanto e insultaron a los familiares que estaban también allí. Era el final de un capítulo angustiante que ellos mismos habían comenzado cuando denunciaron la desaparición de la mujer.
Este campo, situado en el límite de los departamentos Totoral e Ischilín, estaba en la mira de la Justicia desde hacía poco tiempo, sobre todo porque entraba dentro del radio de la antena de telefonía móvil que había ubicado a madre e hijo juntos el día de la desaparición. Además, la Fiscalía suponía que el cuerpo había sido enterrado, de acuerdo con declaraciones de algunos testigos en la causa.
El cuerpo de María Eugenia estaba dentro de una bolsa, a un metro y medio de profundidad. Pudo ser reconocido por señas particulares en el cuerpo, sobre todo por sus tres tatuajes. Tenía evidentes signos de descomposición, compatibles con el tiempo que pasó desde su desaparición.
En la excavación para desenterrar el cuerpo, se habrían topado con dos pares de guantes, lo que hizo suponer que en el enterramiento participó más de una persona. También encontraron cartuchos de escopeta. Preliminarmente, se adelantó que el cuerpo tiene lesiones compatibles con disparos de escopeta en la zona craneana. El fiscal esperará el resultado de esa autopsia antes de decidir qué hará con la carátula de la causa, que podría pasar de a secuestro a homicidio, siempre agravado por el vínculo. Jeremías, el hijo de “Maru”, es el único imputado y detenido.
Fuentes ligadas a la investigación no descartaron que pueda haber más imputaciones.