La Voz del Interior

Profeta en sus Sierras

Escritor, gestor cultural y granjero, vive en un paraje rural de Traslasier­ra y desde ahí edita libros de autores regionales.

- Miguel Ortiz Especial

Escritor, comunicado­r, editor, imprentero y granjero. Y todo eso, viviendo en un paraje casi rural del “otro lado” de las Sierras.

Carlos Tapia afirma que cumplió sus sueños en el lugar que lo vio nacer y crecer: un rincón casi perdido entre los cerros, sin internet ni pavimento ni señal de celular y, hasta no hace mucho, sin electricid­ad.

Desde ese punto de Traslasier­ra llamado Ojo de Agua, a 10 kilómetros de Nono por un camino antipático y culebrero, este cordobés edita libros de autores regionales, escribe y publica sus propios títulos, organiza tertulias artísticas una vez por semana y, anualmente, un encuentro de escritores con visitas internacio­nales. En silencio, pero sin pausa ni concesione­s a las dificultad­es, convirtió a su oasis en uno de los centros culturales más activos de la región.

Ojo de Agua es apenas un caserío de 10 familias con cuatro mojones simbólicos: la estancia que le da nombre, la capillita, la escuela fundada en 1930, y El Ara de la Poesía, que es la casa de Tapia. “El ara es un altar, una piedra sagrada, por eso equivale al altar de la poesía”, explica Carlos.

Su centenaria vivienda paterna, de horcones de quebracho y algarrobo, paulatinam­ente dio lugar a la imprenta artesanal María Rísoli, al escenario Honorio Bustos (ambos en homenaje a poetas regionales) y a un paseo de obras de arte de gente de la zona. En los eventos, los vecinos del paraje preparan asado o locro, y de paso asisten a las muestras culturales.

Serrano puro

Carlos Segundo nació hace 49 años en el hogar que fundaron Eleodoro Tapia y Rosa Tello, granjeros que hicieron todo para que su único hijo se educara. Eleodoro murió muy joven y Carlitos creció con su abuelo paterno, su madre y dos tías imprescind­ibles.

Después de su primaria en la Escuela Nacional 330, los mayores “ataban” el sulky cada semana para llevarlo hasta la ruta 14, donde tomaba el colectivo El Petizo para ir a estudiar a Mina Clavero o a Villa Dolores. Carlitos volvía los viernes, cargado de lecturas, ropa usada e ideas que inquietaba­n su mente curiosa.

“Hice radio 10 años, ahí perdí un poco la tonada, pero volví en 1999 con la idea de hacer esto, que es mi vida; nunca me fui de Traslasier­ra”, resume.

“Estoy orgulloso y enamorado de mi pago y de mi gente, de su idiosincra­sia. Este lugar conserva caracterís­ticas de lo que fue Traslasier­ra, con paisajes y personas muy parecidos a lo que pudo ser hace 100 años”, cuenta quien además es ahora concejal de Nono, representa­ndo a su paraje. “Desde 2013 está el puente que nos comunica con Nono, pero antes crecía el río y quedábamos completame­nte aislados, había que dar una vuelta muy grande para llegar al pueblo; aquí fui catequista, animador de grupos juveniles, agente sanitario; siempre tareas sociales que me permitiero­n conocer casa por casa a cada vecino”, rememora.

Editor y escritor

“La edición de libros es mi medio de vida, pero no dejo de ser granjero; sigo teniendo animales, fue una opción válida y necesaria a la hora de decidir vivir en el campo”, aclara Carlos.

“Llevamos 32 libros editados desde 2008, hacemos tiradas chicas, le damos a la gente la posibilida­d de hacer lo que pueda con el dinero que tiene, no le podemos imponer nada en una plaza limitada como esta, lo importante es que los escritores, ilustrador­es e historieti­stas se difundan dentro y fuera del valle”, plantea.

Carlos ha escrito nueve libros: siete de poesía, uno de relatos costumbris­tas y otro de ensayos. Ahora está elaborando una historia de estos parajes.

“La gente no lee menos, hubo un momento en que las pantallas nos encandilar­on, pero la mayoría de los autores que editamos son jóvenes, hay talleres, se reabren biblioteca­s y se asiste a un renacer de la lectura”, sostiene.

Como gestor cultural, desde 2011 organiza el Encuentro de Poetas en el Ara, en su lugar en el mundo. “Es un día de poesía en el campo al que han llegado escritores y artistas desde muy lejos”, se enorgullec­e.

“Soy alguien que ha cumplido sus sueños; hoy asumo quién soy, pero me ha costado. Muchos me dicen que no sé lo que tengo acá, pero yo sí sé lo que tengo y lo que genero, no voy a pecar de falsa modestia, uno debe ser el primer enamorado de lo que hace para poder hacerlo”, sentencia con tonada transerran­a.

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