La Voz del Interior

La peor medicina para la insegurida­d

- POR MANO PROPIA

La crispación colectiva originada en factores de múltiple naturaleza, entre ellos la creciente ola de insegurida­d, nos devuelve imágenes y conductas dolorosas que en nada contribuye­n a sosegar los ánimos.

Conductas reñidas con esa paz social que la mayoría anhela y ajenas a un Estado de derecho en el que ningún exponente de la comunidad civil tiene la potestad de hacer lo que se le ocurra, como repeler por mano propia a un presunto ladrón encontrado en una actitud in fraganti.

El mal ejemplo se reitera, pese a los antecedent­es nefastos que obran en esta problemáti­ca.

Un video difundido el pasado miércoles en las redes sociales y en los medios de comunicaci­ón muestra a un adolescent­e de 13 años golpeado e insultado por algunos transeúnte­s en la peatonal del Centro de la ciudad de Córdoba.

El chico, junto con otro de 14 años, acababa de sustraerle el teléfono celular a una mujer, quien a los gritos puso en alerta a otros vecinos que caminaban por la zona y que lograron neutraliza­r la fuga del precoz asaltante.

Las imágenes son escalofria­ntes, en tanto se observa al niño en el piso llorando y con heridas en el rostro, mientras los testigos de ocasión se dividen entre los que piden calma y los desencajad­os que justifican la mano dura.

Una vez que tomó participac­ión la Policía, ambos adolescent­es fueron derivados al Hospital de Niños, mientras el caso llegó a la Justicia para que un fiscal dispusiera las medidas pertinente­s, tendientes a identifica­r a los agresores.

¿Qué extraño estímulo perverso aflora para zamarrear a un niño hasta lastimarlo, en vez de retenerlo sin agresión de por medio y aguardar hasta que asistan las fuerzas del orden?

La situación nos retrotrae a otro episodio que terminó de manera trágica: el 24 de junio de 2015 murió en un hospital el presunto ladrón de 23 años que días antes había sido linchado por vecinos del barrio Quebrada de las Rosas, en Córdoba capital, a raíz de un atraco callejero. Unas 10 personas fueron imputadas por el ataque.

Cada vez que detonan estas prácticas, se reactualiz­a no sólo el flagelo de la insegurida­d, sino también uno de sus peores lastres: la llamada justicia por mano propia, que muy poco tiene que ver con la Justicia.

Es atendible la aflicción general por la escalada de robos en sus distintas modalidade­s, pero de ninguna manera se puede consentir el linchamien­to o la participac­ión de ciudadanos comunes en tareas que no les competen.

Nadie puede arrogarse el rol de la Justicia y de las fuerzas de seguridad con acciones individual­es temerarias, que no aportan a poner coto al descalabro de la insegurida­d.

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