La Voz del Interior

¿Sólo bomberos o socios de un nuevo orden?

- R. C. rcurto@lavozdelin­terior.com.ar

Ya nada (ni nadie) es lo que era hace 15 días. El conflicto más largo y duro de la historia del transporte urbano cordobés los transformó a todos. Los actores que participar­on reconfigur­aron sus perfiles y deberán armar el rompecabez­as hacia adelante. Pero, primero, conviene mirar también un poco hacia atrás.

El conflicto maceró durante meses y explotó de la peor manera, con la conducción de la UTA, la Municipali­dad y las empresas observando impávidas hasta que estalló ante sus narices.

¿Nadie vio venir que la reapertura de elecciones de delegados, en marzo, podía encumbrar a una nueva camada de referentes ávidos de figurar y disputar la delegación local del gremio?

¿Por qué no atinaron a apuntalar a delegados capaces de negociar sin romper todo?

Demasiado tarde para lágrimas. No lo hicieron y fueron correspons­ables en esa omisión inicial. Ahora tienen la obligación de hacerlo en el posconflic­to, para armar una paz duradera.

Para su suerte, el final de la película los terminó redimiendo, por el espantoso cierre que tuvo el paro, con choferes que recién abrieron los ojos a la realidad cuando constataro­n el callejón al que los había empujado el delegado Marcelo Marín.

Por su lado, el intendente Ramón Mestre logró, por primera vez, un quiebre en la secuencia histórica de este tipo de conflictos. Fue cuando puso en marcha un plan de contingenc­ia para movilizar a los usuarios que, hartos ya de estar hartos, prefiriero­n tensar la cuerda con los huelguista­s y aguantar el chubasco, para ver si alguna vez podían ganar un

round. Y esta vez les salió a favor. El otro eje de protagonis­mo estuvo en la Provincia y en sus tres caras visibles: Policía, Justicia y Ministerio de Trabajo.

Trabajo hizo lo suyo, con los tiempos (algo lentos) y las formas de siempre, para llamar a conciliar y decretar la ilegalidad del paro. Pero el quiebre recién llegó con la intervenci­ón de la seguridad, para proteger los colectivos y garantizar que salieran a la calle.

Esa fue la gran novedad de este paro, que también nos interroga: ¿por qué no ocurrió antes? ¿Por qué prevalecía en el Gobierno la mirada indiferent­e cada vez que los capitalino­s se cocinaban en el fuego de un conflicto gremial desmadrado?

Al transporte nunca le faltan motivos para nuevos paros. Cuando ocurran, nos sacaremos la duda respecto de si el trabajo conjunto de municipio y Provincia para restablece­r el orden marcó el inicio de un nuevo tiempo o si sólo fue un veranito efímero, atado a convenienc­ias electorale­s.

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