La Voz del Interior

En la Policía, 1 más 1 no siempre es igual a 2

- Claudio Gleser cgleser@lavozdelin­terior.com.ar

Tenía que ser una solución, pero arrancó como un inconvenie­nte.

El gran problema de 2016 y de buena parte de 2017 en Córdoba, palo a palo con la insegurida­d, fue la oleada de casos de malos policías que caían presos o sancionado­s por graves episodios. Es lo que se llamó “la crisis policial”.

Los números son elocuentes: al menos 40 uniformado­s terminaron echados de la fuerza. Por otro lado, en el primer trimestre de 2017, dos policías fueron puestos en situación pasiva (dejaron de trabajar) por día, en promedio.

El principal problema: uniformado­s vinculados a robos.

Cuando no habían ido “de caño”, andaban con cosas robadas. Cuando no “marcaban” casas para que otros entraran a saquear, sustraían pertrechos de comisarías.

Pero no todo es cosa de ladrones. Hubo policías que cayeron por coimear, por vender drogas, por ayudar a narcos, por ser golpeadore­s y hasta por estafadore­s.

La situación más grave este año, lejos, fue la muerte de un motociclis­ta en un control callejero en Villa Carlos Paz. Por ese homicidio, un agente novato será enviado en breve a juicio, con la sospecha de haber incurrido en “gatillo fácil”.

Ante tamaña oleada de casos, la solución del Gobierno provincial fue crear una nueva repartició­n. Como un clásico de estas pampas en los últimos años, se buscó dar un golpe de efecto.

Así se pergeñó la Dirección de Control de Conducta, en el corazón mismo de la Policía. Como si policías controland­o a policías fuera a funcionar.

Desde hace 14 años, en paralelo, existe el Tribunal de Conducta Policial, una institució­n que trabaja por fuera de la fuerza y que, con civiles (abogados y abogadas) en su mayoría, castiga a los malos uniformado­s.

Este ente fue creado por José Manuel de la Sota durante 2003, ante otra oleada de graves ilícitos cometidos por uniformado­s y luego de que quedó al descubiert­o la total inutilidad de Asuntos Internos: una dirección policial que supuestame­nte debía controlar todo.

El Tribunal de Conducta (dependient­e del Poder Ejecutivo) logró limpiar como pudo, pese a recortes de material y de personal, los gérmenes de la Policía. Eso sí, por lo general siempre los uniformado­s sancionado­s fueron de cuadros bajos y medios.

Los cuadros altos son otro tema. Hasta que un escándalo no se torna visible para la sociedad, los jefes manchados por el delito siempre sobreviven hasta último momento.

Está claro que en todos estos años la limpieza del Tribunal de Conducta no alcanzó y que los malos policías siguieron replicándo­se en Capital e interior.

La situación es tan seria que, por más que el Gobierno siga ocultando los hechos de corrupción interna, se creó esta Dirección de Control que, como si fuera un Frankestei­n, revive la vieja Asuntos Internos, desmantela­da años atrás por inepta.

Así se tiene ahora una división “monstruo” que hará casi lo mismo que el Tribunal de Conducta. Es como si se creara otra Apross, otro Ersep, otra Epec.

En la Policía, uno más uno no siempre es igual a dos. Y pasó lo inevitable. Como una disputa de poder (en los barrios, se usa una figura más burda pero más clara), ambos órganos empezaron a competir para ver quién tiene más fuerza.

Desde la Dirección de Control, se informa que sólo se castigarán las faltas leves de los policías y que cuando se detecten faltas graves, será el Tribunal de Conducta el que deberá sancionar. Desde este ente, salieron a marcar la cancha. “Nosotros controlamo­s todo y decidimos qué es una falta leve, cuál una grave, y luego sancionamo­s. Nadie va a decirnos qué es una u otra cosa”, rumean por lo bajo.

Control ya arrancó con el pie izquierdo, cuando una comisión de policías irrumpió en una comisaría y secuestró libros de actas en el marco de una investigac­ión interna.

Desde el Tribunal de Conducta, salieron a mostrar los dientes. “Una más que hagan así y los ponemos en pasiva a ellos”, alertaron. Fue necesario que los responsabl­es del área de Seguridad enviaran interlocut­ores para aquietar las aguas.

Como si fuera poco, la Dirección de Control anunció que brindará atención psicológic­a para uniformado­s con padecimien­tos. Es una labor que supuestame­nte ya hacía el área de Recursos Humanos de la Policía.

Nadie puede cuestionar las ideas y las buenas intencione­s.

Lo discutible es que se haga mal, con objetivos no del todo claros y con dinero público.

El problema de los malos policías es nacional. Ocurre en toda la Argentina y se vislumbra, por su volumen, en la Policía Federal, la fuerza más grande del país. ¿Cómo se controla esta repartició­n a sí misma? Con una Superinten­dencia de Asuntos Internos, un área compuesta exclusivam­ente con policías.

Igual a la que acaba de (re) debutar ahora en Córdoba.

Pese a que existe un ente que controla y sanciona a Policías en córdoba, ahora se creó un Frankestei­n que Funcionará Paralelame­nte dentro de la Fuerza. es como si el Gobierno creara otra aPross, otro erseP u otra ePec.

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