La Voz del Interior

Demoras sospechosa­s

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Las investigac­iones judiciales sobre la corrupción en la Argentina pueden tardar años, incluso décadas, lo que genera una sensación de que políticos y funcionari­os gozan de cierta impunidad. Basta citar dos casos emblemátic­os.

La explosión en la Fábrica Militar de Río Tercero, ocurrida el 3 de noviembre de 1995, recibió sentencia casi 20 años después. La tragedia ferroviari­a de Once, que se produjo el 22 de febrero de 2012, tuvo sentencia a menos de cuatro años del accidente que costó la vida a 52 personas y dejó cientos de heridos. Esta causa, que podría ser calificada como emblemátic­a por el menor tiempo transcurri­do entre el hecho y las condenas, todavía no se cerró. Está abierta la investigac­ión sobre las responsabi­lidades de Julio De Vido, exministro de Planificac­ión Federal, y de otras autoridade­s.

De Vido, quien acompañó durante 12 años las gestiones de los entonces presidente­s Néstor Kirchner y Cristina Fernández, también es objeto de sospechas en torno de la actuación de la empresa Odebrecht en numerosas obras públicas.

Marcelo Odebrecht, el principal directivo de una de las grandes constructo­ras de Brasil, y otros exmiembros de la compañía ya fueron condenados por los tribunales del vecino país. Los empresario­s se acogieron a la figura de “delación premiada”, que permite reducir las penas a través del aporte de informació­n confiable.

Las revelacion­es no sólo confirmaro­n la existencia de una estructura política en Brasil que se benefició con el pago de coimas, sino que sus dichos incluyeron a figuras de Latinoamér­ica y de Estados Unidos.

En la Argentina, las figuras de De Vido y sus colaborado­res más inmediatos están en el centro de las acusacione­s. El exministro, quien goza de fueros como diputado nacional, negó las acusacione­s de sus pares y empresario­s brasileños. Idéntica actitud asumieron sus excolabora­dores.

Las sospechas incluyen a ignotos personajes que habrían actuado en Córdoba para facilitar la realizació­n de los gasoductos troncales, cuya primera licitación, luego fallida, se realizó en 2008.

La legislador­a Elisa Carrió denunció que De Vido goza de protección judicial y política. Aunque la acusación no ha podido ser demostrada, lo cierto es que las investigac­iones no tienen un avance significat­ivo.

Una resolución acerca de las causas abiertas en la Justicia podría correr el velo sobre la ruta del dinero allegado por la corrupción y su destino final, cuestión que hasta ahora permanece bajo sospecha, pero sin conclusion­es certeras.

Los jueces federales, como lo demuestran sus pares brasileños, deben asumir su rol y despegarse de toda sospecha de protección para con la dirigencia política y exfunciona­rios, para lo cual es imperioso acelerar las investigac­iones en marcha.

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