Dictadura sindical
Gustavo Morón Alcain
Mucho se ha escrito y hablado sobre la dictadura militar y sus trágicas consecuencias. Los argentinos tuvimos que soportar un régimen represivo que representó un tiempo de falta de libertad, censura y atropello a los derechos humanos.
Pero, transcurridos varios años de democracia, me quedan ciertas dudas insolubles. ¿Para qué y por qué algunos sectores de la sociedad requerían la libertad? ¿No será para decidir y gobernar de forma solapada los destinos de la patria? Ya no ejercen el poder los gobernadores y los intendentes elegidos por el pueblo, son simples figuritas decorativas, pero sí lo hacen los gremialistas desde la oscuridad en las distintas reparticiones del Estado.
Existen algunos gremios que directamente deciden el monto de sus sueldos y la cantidad de empleados en sus plantas permanentes y otros no tienen tanta suerte. Los privilegiados son los que mandan y los demás deberán pactar con ellos y con el sistema político si desean obtener alguna porción de la torta, pero todos sin excepción no respetan las condiciones mínimas laborales para establecer un sistema económico ordenado y para conseguir el progreso y la prosperidad de la mayoría de la comunidad.
Las empresas privadas no se escapan de este mortal flagelo. Si la actividad representada por el sindicato es de vital importancia, como son la de higiene y transporte urbano de pasajeros, los empresarios deberán ceder ante las presiones sindicales.
Nadie en la ciudad queda exento de su represión y sometimiento. Todos los ciudadanos necesitan la recolección de residuos, y la mayoría de los trabajadores, el transporte público de pasajeros. Sin estos vitales servicios se paraliza la actividad económica de toda la comunidad. También es necesaria la energía eléctrica porque desde la revolución industrial, sin ella la civilización tal cual la conocemos no existiría.
Nadie está obligado a permanecer en un puesto de trabajo, y si el sueldo no es el conveniente el trabajador buscará el apropiado según su capacidad y aspiraciones. Por supuesto que esta ley básica de oferta y demanda funciona en países prósperos y maduros y no en algunos de los destruidos política, económica y socialmente por esa misma estructura sindical autoproclamada mesiánica y justiciera.