Bienvenidos al simulacro Rubén Curto
en ningún otro lugar la vocación por evitar las Paso.
El kirchnerismo, propulsor de las primarias abiertas mediante la reforma política de 2009, siempre se cuidó de definir sus candidaturas en mesas bien chicas y dejó para la oposición esa modalidad de internas.
Esa era la lógica del Frente para la Victoria (FPV) en el poder. Ahora, en el llano, Cristina Fernández confirmó su candidatura, pero por fuera del PJ, para evitar una confrontación directa con Florencio Randazzo.
La expresidenta le extendió el acta de defunción al FPV y creó Unidad Ciudadana, para eludir el contratiempo de las Paso.
Cambiemos, por su lado, desbarató las competencias que suponían riesgos y forzó listas únicas en los principales distritos.
Y donde no lo logró, como en la ciudad de Buenos Aires, negó internas y empujó –por ejemplo– a Martín Lousteau a candidatearse por fuera de Cambiemos, con su coalición Evolución Ciudadana, desde donde enfrentará a Elisa Carrió, la candidata “oficial” de Cambiemos.
La realidad muestra que las Paso sólo son obligatorias (todas las agrupaciones deben anotar una lista, así sea única), pero poco queda del espíritu con que fueron concebidas. Casi no hay competencia, y muchísimo menos con un nivel de paridad que haga realmente decisivos los votos.
El 13 de agosto próximo, la única actividad del día serán las elecciones Paso, de 8 a 18. Se verá el tradicional despliegue en colegios y dependencias electorales.
Los partidos repartirán votos, movilizarán gente y jugarán al filo de lo permitido en materia de proselitismo.
Se repetirá, también, el ritual de cierre de votación, la guerra de encuestas a boca de urna y el posterior seguimiento mediático del escrutinio provisorio.
Una pantomima casi perfecta. Salvo que, dentro del cuarto oscuro, los ciudadanos no elegiremos nada. O casi nada.
Sólo terminaremos convalidando, relegados a un secundario papel de acompañamiento, lo que las cúpulas partidarias ya decidieron el pasado sábado a la medianoche, cuando entregaron a la Justicia Electoral la lista de candidatos a diputados nacionales.
Esos nombres, que todos estos días vimos en formularios que oficializaron los apoderados partidarios, son los mismos que estarán impresos en los votos el 13 de agosto.
Y la inmensa mayoría de ellos, por no decir todos, volverán a estar en el cuarto oscuro el todavía lejano 22 de octubre, cuando la convocatoria sí será “por los porotos” y votaremos en serio cómo será la próxima composición del Congreso Nacional.
Por ahora, debemos conformarnos con ser parte del simulacro. Como los chicos, cuando asumen un papel y actúan “de mentirita”, sólo para guardar apariencias y divertirse un rato.
Esta vez, los ciudadanos le haremos una vez más la claque al sistema de las Paso, que de internas reales tienen sólo el nombre.
Un sistema que en 2002 pergeñó el entonces presidente Eduardo Duhalde, pero que nació herido de muerte. Llamadas a suturar la implosión del sistema de partidos políticos posterior al “que se vayan todos” de 2001, esas primarias nunca se concretaron.
Para atestiguarlo, ahí está el peronismo dirimiendo su interna en la presidencial de 2003, con tres candidatos: Kirchner, Menem y Rodríguez Saá.
Los K reflotaron las Paso en 2009, pero nunca se sometieron a sus dictados. Cambiemos, como oficialismo, sigue hoy esa receta.
Las internas figuran en la ley... pero hace rato son letra muerta.