La Voz del Interior

Del entrismo al afuerismo Adrián Simioni

- Adrián Simioni asimioni@lavozdelin­terior.com.ar

Cristina Fernández es la máxima exponente de una generación con presuntos ideales de izquierda que, en las décadas de 1960 y 1970, buscó apropiarse del peronismo desde adentro. A eso le dieron el nombre de “entrismo”, por una táctica que había ideado León Trotsky para copar a otros partidos políticos.

Había una distancia cultural, generacion­al y de horizontes entre esos estudiante­s de clase media y el peronismo adulto, sindical y derechoso. La propia expresiden­ta contó que, en las presidenci­ales de 1973, votó por Juan Perón y su esposa María Estela Martínez, pero a través de la boleta colectora del FIP de Abelardo Ramos, algo más chic que votar directamen­te por el Frejuli.

El sábado último, luego de presidir dos veces el país por un Partido Justiciali­sta ataviado de Frente para la Victoria, Cristina Fernández abandonó la agrupación y se inscribió como postulante a senadora nacional por un frente de partidos desconocid­os.

No es inusual que un peronista compita contra el peronismo. Pero sería poéticamen­te justo que esto fuera una nueva etapa. Y que se llamara “afuerismo”.

El afuerismo está de moda y es intenso. Un entrista que en esa época era mucho más famoso que los Kirchner, el excancille­r K Jorge Taiana, hizo su propio egreso: abandonó el PJ cuando el sello ya había quedado para el randazzism­o (quien tiene el apoyo del Movimiento Evita, al que adhiere Taiana), para pasar a ser compañero de fórmula de Cristina.

Otro exmilitant­e montonero, Carlos Kunkel, protagoniz­a una especie de afuerismo doble: se fue con Cristina y quedó afuera de las listas. Kunkel fue uno de los ocho diputados que renunciaro­n cuando Montoneros rompió con Perón. Los “abuelos imberbes” de hoy se van sin que los echen de ninguna plaza.

No comen vidrio los afueristas. Buscan llevarse en la mudanza los mejores mitos mal curados del peronismo. E incluso incrementa­rlos. Es una tradición muy nac&pop. La acumulació­n de historias distorsion­adas que se dicen y si pasan, pasan, termina siempre configuran­do un valioso capital político.

El mejor ejemplo lo dio ayer la exfunciona­ria de Amado Boudou y de Axel Kicillof Fernanda Vallejos. La candidata a diputada por el cristinism­o le concedió el título honorífico de “perseguido” a Amado Boudou y lo equiparó a Hipólito Yrigoyen, Perón, Eva Perón, Néstor Kirchner y Cristina Fernández.

La memoria selectiva K goza de buena salud: en la lista, está Evita, quien murió en 1952 mientras era la mujer más poderosa de la Argentina, luego de una corta militancia derivada de su casamiento con Perón, en 1945. Sin embargo, no está en el panteón de los payadores perseguido­s la también esposa de Perón “Isabelita”, que sí sufrió un golpe militar, estuvo presa de la última dictadura durante cinco años y luego vivió exiliada en España.

En unos años más, si el afuerismo rinde sus frutos, prepárese: Boudou tendrá su estatua.

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