En busca de la innovación social
La sociedad nos exige innovación social, capacidad para encontrar soluciones nuevas a problemas nuevos y/o a problemas viejos que de forma original acorten la brecha de desigualdad entre la ciudadanía y no se resignen ante la exclusión y la pobreza.
Es evidente que algunas innovaciones y transformaciones generan una cierta sensación de realización y autosuficiencia. Esta sensación convive con una de igual intensidad, de frustración y fatalidad, pues determinados problemas –como el hambre, la exclusión, la precariedad laboral o el deterioro ecológico–, aunque son objeto de atención, se presentan como cuestiones en donde la creatividad y la innovación, eje del desarrollo de los pueblos y la ciudadanía activa, no parecen hacer mella alguna.
Como señala la socióloga Saskia Sassen: “Aquí hay un enigma social. Estas capacidades deberían haber servido para desarrollar el reino de lo social, para ampliar y fortalecer el bienestar de una sociedad, lo que incluye trabajar con la biosfera. En cambio, casi siempre han servido para desmembrar lo social a través de la desigualdad extrema, para destruir buena parte de la vida de clase media prometida por la democracia liberal, para expulsar a los pobres y los vulnerables de tierras, empleos y hogares, y para expulsar a trozos de biosfera de su espacio vital”.
Los mayores retos humanos, sociales y medioambientales no pueden desligarse del territorio, tienen una agenda crítica de este, ya sea urbano o rural (si aún creemos en estas categorías).
No hay posibilidades de alcanzar la sostenibilidad a nivel global sin territorios sostenibles. Ello conlleva hacerse cargo con criterio y valentía del capítulo local de la agenda global.
Lo anterior refuerza la necesidad de formular nuevas preguntas para empezar a plantear enfoques y agendas de innovación social en los territorios.
Territorios urbanos, periféricos y rurales adyacentes, donde sus habitantes puedan vivir con calidad y dignidad. Son necesarias ciudades más justas, más igualitarias y sostenibles. Es preciso repensar y rediseñar la ciudad como un derecho de la ciudadanía a ocuparla y vivirla con seguridad, como un espacio de convivencia y de esperanza.
Para ello, a la inteligencia y tecnología hay que sumarle talento e innovación ciudadana, activa, democrática, y solidaria. Hay que desarrollar capacidades para la imaginación, para pensar y actuar la “ciudad que soñamos”.
Precisamos fomentar nuestras capacidades de innovación social entre todos los actores del territorio. Pese a no existir consenso respecto de qué significa o qué supone la innovación social, destacamos su carácter multidimensional y sus diferentes enfoques.
El cambio de paradigma que propone este enfoque de innovación social requiere de una creciente apropiación del espacio público por parte de la ciudadanía. Hay un espacio sin cubrir entre las organizaciones no gubernamentales, las administraciones públicas dedicadas a la asistencia social y el nuevo modelo de empresa socialmente responsable.
El “éxito” y la calidad del desarrollo local dependerán del buen ensamblaje de todas las dimensiones posibles en una estrategia única, sostenida y sostenible, elegida por una comunidad de ciudadanos y ciudadanas innovadores y responsables, con el fin de alcanzar el progreso y el bienestar. Por lo tanto, no es extraño que la innovación social vaya adquiriendo protagonismo en las políticas públicas regionales, nacionales y locales vinculadas con la equidad y la justicia social, y la lucha contra la exclusión.
Pero estamos convencidos de que será preciso fomentar la capacidad de innovación social en todas las políticas públicas que aspiren a cuidar e incrementar el bien común de la sociedad, y que intenten dar respuestas a los retos esenciales de la humanidad.
Precisamos innovación social. Para ello, tenemos que formar a las personas y a las organizaciones que deberán hacer sus aportes a sus sociedades, desde lo local y trabajando en red en el marco global.
* Docente de la diplomatura en Innovación Social