La Voz del Interior

Aprender a ser humanos

- Pedro Torres*

Mientras iba en un taxi a visitar a un enfermo, el conductor amigableme­nte me compartió su búsqueda de sabiduría para poder transitar por las calles de Córdoba entre obras, baches y manifestac­iones, y cómo veía en ellos un signo de los desafíos de la patria.

Su diagnóstic­o concluía en que, tal vez, las crisis económicas puedan solucionar­se pronto, y así lo anhelamos, pero que nos queda una crisis mucho más honda, que será difícil remontar: la cultural, la de las relaciones humanas en la casa común que habitamos.

Llegados a ciertos momentos extremos, los humanos nos vemos obligados a preguntarn­os por el origen de nuestra existencia; los fundamento­s que nos sostienen; el sentido y las realidades que garantizan nuestro futuro.

Necesitamo­s redescubri­r ese conjunto de quehaceres mediante los cuales el hombre transforma la realidad, crea signos, fabrica instrument­os para situarse en el tiempo: la cultura.

Uno de los elementos constituti­vos de la cultura son los enunciados de la sabiduría que responden a la cuestión primordial: ¿cómo ser hombre? ¿Cómo cultivar las actitudes esenciales para saber vivir y convivir?

Entre las actitudes que permiten la urbanidad, que es lo propio de quien vive en la ciudad (urbe), están el respeto y la cortesía. Ya en el siglo XIX, en un momento de decadencia cultural marcada por el relativism­o, un pensador francés, Henri Bergson, pronunció un discurso sobre la ciudad y la cortesía, y destacó como el sentimient­o de amor a la igualdad, como el arte de testimonia­r a cada uno la estima y considerac­ión a que tiene derecho. Decía que la cortesía tiene repercusio­nes sociales, que lleva consigo la tolerancia; la superación de los fanatismos; el respeto al prójimo; y la comprensió­n de sus ideas, convirtien­do la diferencia en enriquecim­iento común, en vez de verla como contraposi­ción.

En el siglo 20, para algunos pensadores, la cortesía es considerad­a previrtuos­a, como el amor a lo bello y el temor a lo torpe de los medievales. Se puede ser cortés y ladrón, corrupto o dictador, como lo ha demostrado la historia.

Pero, lo cierto es que sin ella el hombre no podrá cambiar su relación con el otro y con la naturaleza, pasando de ser altivo dominador a hermano agradecido que reconoce lo diverso como don a admirar y cultivar.

* Obispo católico, miembro del Comipaz

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