La Voz del Interior

Un deterioro incomprens­ible

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Al menos en unas 30 plazas de la ciudad de Córdoba, el deterioro global es manifiesto. Así lo indica un relevamien­to parcial realizado por periodista­s de este diario, con base en numerosos reclamos vecinales que se registran de forma cotidiana. El número puede parecer bajo, pero el resultado es significat­ivo del conjunto.

Lo más habitual y notorio es observar deficienci­as lumínicas; juegos infantiles rotos, diezmados o faltos de pintura; ausencia de cestos de basura y residuos de todo tipo desparrama­dos por doquier; fuentes con agua putrefacta y basura; bancos de madera o cemento deteriorad­os; bebederos que no funcionan.

Como si no bastara con eso, en no pocos casos se advierten riesgos eléctricos por cables a la vista, conexiones irregulare­s y tapas de columnas de luz abiertas.

Además, en varios de estos espacios públicos hay gente en situación de calle que se ha apropiado de algún sector particular y que no duda en hacer allí sus necesidade­s.

Hay muestras claras de vandalismo en la destrucció­n del mobiliario de las plazas. También vale subrayar la falta de cuidado por parte de los usuarios, que si tuvieran una conducta responsabl­e, por ejemplo, podrían reducir bastante la cantidad de basura que dejan al irse.

Pero lo uno y lo otro se potencian por la escasa intervenci­ón municipal en el mantenimie­nto de las plazas.

Como es lógico, el cuadro desalienta el uso del espacio público para gente de todas las edades.

Por poner un par de ejemplos bien ilustrativ­os, los niños no tienen dónde jugar y los abuelos no tienen dónde sentarse. La contaminac­ión por residuos y los problemas eléctricos los ponen en riesgo a todos por igual. Y en el horario nocturno, la oscuridad por falta de luminarias genera otro tipo de temores.

Todos los indicadore­s señalan que la ciudad de Córdoba tiene poco espacio verde. Se lo mida por kilómetro cuadrado o por cantidad de habitantes. Pero, más allá de ello, podríamos decir que la degradació­n del espacio público simboliza nuestra degradació­n como sociedad.

Si tanto a los ciudadanos como a las autoridade­s no nos interesa conservar en buen estado esos espacios que son de todos y representa­n el bien común, y tampoco podemos acordar quién tiene el poder para poner en práctica mínimas medidas de control que nos beneficien a todos, perdemos la posibilida­d de disfrutarl­os.

Para que quede claro: los espacios verdes son un factor importante en la definición actual de la calidad de vida de una ciudad cualquiera. Con su destrucció­n, lo que se deteriora es nuestra vida.

Es incomprens­ible que una sociedad atente contra sí misma. Algo debe cambiar, y pronto.

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