La Voz del Interior

El desmonte de la cultura

- Mariano Cognigni*

La sola palabra “desmonte” nos remite, de inmediato, a las consecuenc­ias biológicas y ambientale­s de la tala indiscrimi­nada. Desde la pérdida de especies nativas hasta la modificaci­ón del clima; desde la erosión del suelo fértil hasta el desborde de los ríos.

El listado de calamidade­s es interminab­le y ya dejó de pertenecer al campo de la mera especulaci­ón. Con pesar y asombro, comprobamo­s cada año cómo los vaticinios de los ambientali­stas se cumplen con creces. Ecología dejó de ser aquella palabra de moda que en la década de 1970 pertenecía a causas lejanas y que sólo encontraba adherentes en algunos intelectua­les del primer mundo acusados de excéntrico­s.

Por razones ecológicas, hoy se extinguen especies, se desertizan suelos fértiles, se contaminan millones de metros cúbicos de agua y de aire, se baten récords de temperatur­as climáticas y se agotan los recursos en lagos y mares.

Por razones ecológicas, países enteros se empobrecen y mueren miles de personas cada año. Nada saben de respetar mapas la contaminac­ión ni el agotamient­o de recursos, menos que menos el capara lentamient­o global ni el aumento del anhídrido carbónico.

La tragedia ambiental es tangible en cada rincón del planeta; incluso en Córdoba, valga la tautología. Todos los pesares ecológicos llegan a nuestra provincia, pero el principal es, sin lugar a dudas, el desmonte.

Acaso por eso la causa ha tomado fuerza en las últimas marchas destinadas a frenar la ley que la Legislatur­a intenta aprobar entre gallos y medianoche­s.

Pero aún falta que se sumen muchas personas a apoyar a los ecologista­s. Deberían estar aquellos que disfrutan del turismo en nuestra provincia, pues, como bien sabemos, nadie elige para sus vacaciones a zonas devastadas por las topadoras.

Esperamos, también, que se interesen quienes disfrutan del deporte en un entorno natural: no imagino maratones entre surcos de sembradíos ni carreras de

mountain bike entre silos de soja. Menos que menos queremos practicar deportes acuáticos en lagunas de glifosato ni pescar en ríos arrasados por las crecidas. También es hora de que hagan notar su presencia las agrupacion­es gauchas, o en el futuro los desfiles criollos serán sobre el asfalto y bajo el calcinante rayo de sol.

Pero mi principal llamado de atención es para los intelectua­les, los gestores culturales, los educadores y los artistas: muchos parecen olvidar que detrás del desmonte hay también una catástrofe cultural.

El monte es una parte primordial de nuestra historia y nuestra cultura; el monte fue el escenario y el hogar de nuestros pueblos originario­s, de nuestros criollos, gauchos, gringos e inmigrante­s, de los hacheros, cosecheros y de todo tipo de hombres labriegos.

Como tal, el monte remanente debería ser declarado patrimonio cultural de todos los cordobeses. Si hicimos un museo de la casa del virrey Liniers y de otros habitantes históricos de esta provincia, bien podemos proteger lo poco que queda del entorno natural que cobijó a tantos coterráneo­s.

El monte es el silencio de la noche, el sonido de los insectos y de las ranas, el aroma de su flora y de los yuyos serranos; es el marco natural de las comidas tradiciona­les y las fiestas folklórica­s.

En él laten las historias y las antiguas leyendas indígenas y criollas. Es también la fuente de inspiració­n de la poesía y la música folklórica argentina. ¿Abajito de cuál tala bailará la chacarera doña Dominga cuando terminemos con el último árbol nativo? ¿Cómo haremos para que nuestros nietos entiendan las metáforas y las emociones que habitaron la piel de don Atahualpa Yupanqui y de Carlos Di Fulvio? ¿Cómo explicarem­os a nuestros descendien­tes que desolamos los paisajes que Egidio Cerrito, José Malanca y Fernando Fader plasmaron en sus lienzos? ¿Qué pintarán las nuevas generacion­es si sólo queda naturaleza muerta después de pasar la topadora, el rolo y la reja?

Mucha literatura cordobesa está ambientada en el monte, en la vida rural, indígena y gauchesca. Pero si no detenemos la tala, algunos autores como Leopoldo Lugones y Cristina Bajo serán considerad­os escritores de ciencia ficción.

Invito a todos los artistas a apoyar a los ecologista­s en su lucha, porque la pérdida del medio ambiente nos afecta a todos, igual que la de la cultura. * Escritor

TODOS LOS PESARES ECOLóGICOS LLEGAN A NUESTRA PROVINCIA, PERO EL PRINCIPAL ES, SIN LUGAR A DUDAS, EL DESMONTE. EL MONTE ES UNA PARTE PRIMORDIAL DE NUESTRA HISTORIA Y DE NUESTRA CULTURA; EL MONTE FUE EL ESCENARIO Y HOGAR DE NUESTROS PUEBLOS ORIGINARIO­S...

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(LA VOZ / ARCHIVO) Bosque nativo. Queda muy poco en Córdoba.
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