La Voz del Interior

A 15 años de la final que le cambió la vida a Nalbandian

Hace 15 años, “el Rey” David sorprendía al mundo del tenis al meterse en la final de Wimbledon, el Grand Slam más prestigios­o. A los 20 años, el unquillens­e se transformó en un referente.

- Fabián Sacarelli fsacarelli@lavozdelin­terior.com.ar

Si uno pudiese mirar qué lleva en la mochila de David Nalbandian, encontrarí­a segurament­e un celular para atender las consultas por sus emprendimi­entos, la llave de su Chevrolet Agile con el que cumple con su hobby de correr en el Rally Argentino y, lo más importante, la foto de su familia con su esposa Vicky y sus hijos Sossie y Theo en el centro de la escena.

Nada de lo que lleva encima le haría recordar que hace 15 años, el 7 de julio de 2002, entraba en la considerac­ión del tenis mundial al alcanzar la final del Grand Slam más importante del planeta, Wimbledon, la Catedral del tenis, la cuna de los mitos.

“¡Cómo pasa el tiempo!”, reflexiona el cordobés. “Como primera experienci­a fue increíble porque Wimbledon fue el torneo por el cual empecé a jugar al tenis. Lo miraba a (Boris) Becker, y es como la primera imagen que me acuerdo del tenis. Llegar ahí era lo máximo. Ya había jugado ATP, Grand Slams, pero Wimbledon es la catedral del tenis, toda la historia está ahí. Recuerdo la perfección del club, de las canchas, todo. Es distinto, hay una diferencia muy marcada entre lo que sentís jugando ahí, y lo que sentís jugando otro torneo”, agrega.

–¿Cuál era tu percepción en aquel momento?

–Todos los días tenía una sorpresa nueva, era muy loco. Aparte de tener la mala suerte de ligar el peor cuadro de todos a pasar a tener la suerte del mejor cuadro de todos, porque en tercera ronda debía jugar contra Pete Sampras, y en semifinal tendría que haber jugado contra (Andre) Agassi, y los dos perdieron antes. Y jugué contra el suizo George Bastl y contra el australian­o Wayne Arthurs, y me dije “che, si más o menos juego bien tengo chances”.

–Arthurs era un sacador temible.

–Sí, aunque nunca tuve muchos problemas con los sacadores. Lo que sí me vino bien fue jugar dos o tres partidos antes. En el primer partido jugué contra David Sánchez, y peloteamos más de fondo, tuve un partido de adaptación, y el segundo partido fue contra (Paul) Mathieu, el francés con el que jugábamos de chicos, también de fondo. Le fui agarrando ritmo y

timing al césped. Después me tocó (Nicolás) Lapentti, que fue durísimo porque venía ganando dos sets a cero y se me empezó a complicar y pensé que se me iba a terminar de complicar mal, pero zafé en un partido tremendo. Y con (Xavier) Malisse fue más o menos lo mismo porque lo tenía controlado, pero llamó al médico, se fue como 10 minutos de la cancha y no entendía qué pasaba. Y cuando volvió me ganó el tercero, el cuarto y se suspendió por falta de luz. Al otro día pasé a la final.

–Y después la polémica por tener que jugar la final sin haber pisado la cancha central.

–Con la lluvia, el atraso y yo que era cero favorito, jugué un solo partido en la cancha 1, que fue en semifinale­s, porque hasta entonces sólo había jugado en canchas auxiliares.

–¿Y qué se decía de vos, un desconocid­o en la final de Wimbledon?

–Ni idea, ni qué decían ni qué no decían.

–¿Y cuando entraste a la central para la final?

–Fue fuerte. Al no haber jugado ni un partido, nada. Una cosa es haber entrado en calor en una cancha vacía, y otra cosa es entrar al partido. Encima contra (Lleyton) Hewitt, que era número uno indiscutib­le, una situación difícil para los pocos años y la poca experienci­a que tenía en ese momento.

–A ese partido no lo jugaste.

–Él había ganado el US Open el año anterior, estaba número uno, en pasto estaba más acostumbra­do. Desde el minuto cero el nerviosism­o que tenía yo, él no lo tenía. El partido empezó desparejo y me costó encontrarl­e la vuelta y el ritmo. Como que siempre lo corría de atrás y nunca podía tomar la iniciativa y estar cerca.

–¿En qué te cambió esa final?

–Un poco de todo. En la experienci­a, en creer que podés. Esa es la clave, porque hasta ahí topodía, dos los argentinos estábamos con buen ranking pero ninguno estaba dentro de los 10. Estábamos 30°, 40°, 50°, y no hacíamos ese salto ninguno. Después de la final nos dijimos: “Che, se puede, laburando, jugando con la cabeza, con tenis, se puede”. De hecho terminé el año 12°, y el año siguiente se empezaron a meter todos: Coria, Cañas, Gaudio, más cerca del 10 que del 40. A toda la camada le cayó la ficha de que se porque entrenábam­os todos los días entre nosotros y no nos sacábamos mucha diferencia. Nos contagiamo­s de que se podía.

–También repercutió tu imagen a nivel popular.

–Obvio que eso te cambia, es normal. Después está en uno saber mantenerse y saber a qué le quiere apuntar en su vida, pero te cambia porque empezás a ser un foco de atención, los chicos te empiezan a mirar, y vos a tener más responsabi­lidades.

–La fama fue otra materia más que tuviste que asimilar.

–Y si no la asimilás estás al horno. El tenis es un mundo en el que nadie espera a nadie, y si no te adaptás rápido y no seguís la velocidad que lleva el tren te quedás atrás. Eso es algo que tenés que entender, asimilar y tratar de llevar lo mejor posible. Me acuerdo del regreso a Unquillo, fue tremendo, espectacul­ar.

–Tenías sólo 20 años, no era fácil manejarlo.

–Pero había un contexto familiar, un entorno para tratar de mantenerte lo más enfocado y con los pies en la tierra posible, si no, es muy difícil mantenerte. Si hubiese estado solo y sin familia que me acompañara, y me pasaba eso, lo más probable es que en dos años no estuviese jugando

más al tenis o hubiese estado 500° del mundo.

–Podrías haberte dado por satisfecho, pero seguiste buscando ganar más.

–Hay un dicho hiperviejo pero real, que es más difícil mantenerse que llegar. Llegar es muy difícil pero mantenerse es mucho peor, y sabía que lo que venía era duro. Cuando no conocen cómo jugás, tenés muchas más posibilida­des de ganarle a los tipos buenos. Pero cuando te conocen te saben el juego de memoria, te descifran y es más difícil ganarles a los buenos. Sabía que se venía una etapa en la que era duro mantenerse con tipos que estaban arriba, con toda la experienci­a. Encima a nosotros, desde Argentina, el circuito siempre nos queda incómodo, lejos. Por eso no me volví loco y seguí en lo que tenía que hacer.

–Encima te tocó una camada impresiona­nte.

–Para mí, “Rafa” (Nadal) y (Roger) Federer están peleando ser los mejores de la historia, y (Novak) Djokovic esta medio escalón abajo, pero medio nomás. Y (Andy) Murray es un jugador impresiona­nte. Y también estuvieron (Andre) Agassi en su final, (Pete) Sampras en su final. No lo veo como mala suerte, por el contrario, lo veo como algo bueno haber podido competir contra estos tipos. Un número uno del mundo de una semana a lo mejor no te lo acordás, pero a estos jugadores los vas a recordar siempre, y me gustó haber compartido la generación con ellos. Son fuera de serie. Para ser número uno en esa época tenés que haber sido así, y no hay muchos en la historia. Yo no podía tener la regularida­d de ellos, de ganar todos los días en cualquier lado. A mí me costaba un poquito adaptarme de un lugar a otro, de una pelota a la otra, y “Rafa” y Federer no sufren ningún cambio, es todo el año igual.

–Te parás 15 años después, ¿y qué ves?

–Siempre me pasa lo mismo, no le doy tanta pelota. Siempre digo que hay que mirar para adelante, porque si mirás para atrás no avanzás nunca, te quedás patinando en el barro y no vas a ningún lado. Siempre trato de hacer cosas nuevas, de ir para adelante. Y si me lo preguntaba­s hace 10 años te decía lo mismo: “Ya paso”. Tuve una historia de tenista impresiona­nte, lo volvería a hacer, pero hoy es otra cosa, mi familia, mis cosas, el tiempo, me divierto con el automovili­smo. Recién ahora quiero hacer un espacio en casa como para poner los trofeos. Es una forma de ver las cosas, es mi personalid­ad, decir “esto ya pasó, veamos qué vamos a hacer para adelante”.

–Por lo visto tenés tres pilares hoy: tus emprendimi­entos, el auto y la familia. Una palabra de cada uno.

–Dije antes de retirarme que tenía que pensar qué iba a hacer el día de mañana, porque es duro cuando tenés un deporte al que te dedicás el ciento por ciento y el día de mañana no tenés nada que hacer. Pasar de mil a cero es muy difícil, te cuesta ubicarte en el mundo real. El deporte mundial es una burbuja, pero es un tiempito y nada más en tu vida. Los últimos años fui haciendo algunas cosas y hoy le dedico tiempo y es muy entretenid­o. El auto es un hobby, siempre me gustó y siempre dije que lo iba a hacer. Y ahora que estoy con tiempo y tengo los auspiciant­es, lo hago. Es una carrera una vez por mes, son 10 fechas al año así que tampoco me demanda demasiado tiempo. Y la familia es espectacul­ar porque puedo disfrutar a los chicos con tiempo. Siempre le dije a “Vicky” que íbamos a tener chicos cuando les pudiese dedicar tiempo, porque la vida de tenista es un avión por semana, un país por semana, y es difícil llevar una familia así. Y se nos dio. Los disfruto y es espectacul­ar.

EL DEPORTE MUNDIAL ES UNA BURBUJA, PERO ES UN TIEMPITO Y NADA MÁS EN TU VIDA. TENER UNA FAMILIA ES ALGO ESPECTACUL­AR.

 ?? (MARTÍN BAEZ) ?? Su nueva locura. David con sus hijos, Sossie y Theo. Hoy son el centro de su vida junto a Vicky, su mujer.
(MARTÍN BAEZ) Su nueva locura. David con sus hijos, Sossie y Theo. Hoy son el centro de su vida junto a Vicky, su mujer.
 ?? (MARTÍN BAEZ) ?? Intacto. Así luce Nalbandian por estos días, en los que divide su agenda entre el rally y la familia. Atendió a Mundo D en su casa.
(MARTÍN BAEZ) Intacto. Así luce Nalbandian por estos días, en los que divide su agenda entre el rally y la familia. Atendió a Mundo D en su casa.
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 ?? (PEDRO CASTILLO) (AP) ?? La ilusión de los 20. El plato que le cambió la vida al cordobés, el que acredita que en el torneo más importante y prestigios­o del mundo llegó a la final en su primera presentaci­ón.
(PEDRO CASTILLO) (AP) La ilusión de los 20. El plato que le cambió la vida al cordobés, el que acredita que en el torneo más importante y prestigios­o del mundo llegó a la final en su primera presentaci­ón.
 ??  ?? Tiempo para los autos. A 15 años de su hazaña, David dio vuelta la página y ahora se saca el gusto en el Rally Argentino. Integra las filas del Tango Rally Team.
Tiempo para los autos. A 15 años de su hazaña, David dio vuelta la página y ahora se saca el gusto en el Rally Argentino. Integra las filas del Tango Rally Team.

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