Tus impuestos son míos
“L a hice yo”. La voz de José Manuel de la Sota suena fuerte y clara. Y agrega: “La está terminando Schiaretti”. Habla de la autovía entre Córdoba y Río Cuarto, que aún sigue esperando para su terminación.
“La hice yo” es la mejor manera de explicitar una extendida concepción de gobierno, que confunde lo público con lo propio. Concepto que excede largamente las campañas electorales.
La historia de la autovía de la ruta 36 es más una muestra de vergüenza y atraso que un orgullo y estandarte para pelearse en la búsqueda de votos.
El trazado que une a las dos principales ciudades de la provincia fue nacional desde su origen. Constituyó una de las primeras rutas en el país a la que se le impuso el sistema de peajes en el primer gobierno de Carlos Menem. Pero desde la propia gestión de Menem, siguiendo por Fernando de la Rúa, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, la Nación no puso un centavo y quedó como una traza semiabandonada.
La Provincia logró que se la transfirieran y comenzó a hacer una duplicación de calzada para transformarla en autovía, lejos de la tendencia mundial de construir autopistas (sin pasos a nivel ni rotondas) que aportan mucha más seguridad.
Con recursos propios, el Gobierno provincial venía haciendo buena parte del trazado, en plazos bastante más largos que los prometidos. Pero le faltaba un tramo clave para desviar el dique Piedras Moras y Almafuerte.
Con el cambio de relación con la Nación tras la asunción de Mauricio Macri, el Gobierno cen- tral prometió fondos para complementar ese trecho y terminar de una vez la obra. De esos fondos, sólo llegó una parte.
A eso se suman los múltiples siniestros viales que se producen por errores y faltas de señalización en tramos en construcción y en los ya construidos, algunos de los cuales debieron ser reparados a pocos meses de ser habilitados.
Pasando en limpio, nadie podría tomar como una bandera de campaña la demorada autovía Córdoba-Río Cuarto, como lo están intentando hacer desde Unión por Córdoba y Cambiemos, sino más bien todo lo contrario. Lo más apropiado sería un pedido de disculpas de los gobiernos nacional y provincial por tantos años de aportes impositivos en los precios de los autos, los combustibles, los peajes, la tasa vial, entre varios otros, sin casi ninguna devolución de infraestructura.
Parece una obviedad decir que esa obra no terminada y con falencias no la hicieron ni De la Sota, ni Schiaretti, ni Macri, sino que se construye con esforzados aportes, no siempre bien administrados, de cordobeses y argentinos. Pero cuando alguien dice “la hice yo”, la obviedad parece que no es tan obvia. Incómodo
La irrupción de De la Sota en la campaña de Unión por Córdoba arrancó con un pedido de aclaración. El exgobernador tildó de “caraduras” a los funcionarios de Macri por los carteles de la autovía y debió andar explicando después que “caradura” no era ni insulto ni ataque.
Es que esa expresión se aleja de los manuales de campaña que sugieren evitar las agresiones y de lo que se plantea el peronismo cordobés, que es una oposición muy moderada al Presidente, al punto que usa la idea del “cambio” en su eslogan. Sorprendió que el más avezado de los políticos cordobeses en campañas electorales la haya pifiado de arranque nomás.
En la filmación de una entrevista con De la Sota y el primer candidato Martín Llaryora, en FM 98.7 de Jesús María, se lo ve al vicegobernador mover insistentemente sus piernas, lo que para los especialistas en lenguaje corporal puede denotar algún tipo de incomodidad.