Marchas y desbordes antisistema
Hamburgo. “Bienvenido al infierno”. Ese fue el lema de la marcha con la que los manifestantes “antisistema” recibieron ayer en Hamburgo al presidente estadounidense, Donald Trump, y al resto de mandatarios del G-20, que reúne a los países más industrializados con los emergentes.
Las marchas de ayer derivaron en fuertes enfrentamientos con la Policía, en el centro y en algunos barrios de la ciudad natal de la canciller Angela Merkel, anfitriona de esta cumbre. Los manifestantes eran, en general, europeos. Muchos iban vestidos de negro y con capucha, y desplegaron un cubo de plástico gigante, también negro, en alusión al famoso “black block” de las protestas antiglobalización. La Policía los obligó en varias ocasiones a que se quitaran las máscaras y los dispersó.
En torno a las 8 de la noche estallaron choques y comenzaron las corridas. Algunos de los que protestaban lanzaron botellas y otros objetos a los uniformados, que trataron de dispersar a la multitud con machetes, camiones hidrantes y gases lacrimógenos. Cientos de manifestantes huyeron saltando un muro. Algunos encapuchados montaron después barricadas con mobiliario urbano. Cerca de las 20.30, la Policía decretó el fin de la marcha, que reunió a unas 12 mil personas. Pero las protestas regresarían horas más tarde y sembrarían zozobra después de la medianoche.
El blindaje de seguridad dispuesto se compuso de 20 mil policías a pie, a caballo, en motos y en helicópteros. Se cortó el tráfico en torno al centro de convenciones de la cumbre y en cercanías de los hoteles que alojan a los mandatarios. Sólo en bicicleta fue posible circular por una ciudad acordonada y con calles bloqueadas. Los habitantes que pudieron se tomaron vacaciones para huir de una cumbre llena de tensión.
Las marchas de ayer estuvieron precedidas por el incendio intencional de una docena de autos de lujo que se exhibían en una concesionaria. Merkel se había propuesto demostrar a algunos de sus invitados, líderes de países en los que la disidencia se reprime (Turquía, China, Arabia Saudita), que en Alemania la protesta es posible. Pero la canciller deberá evitar que la violencia se desborde, como en las protestas antiglobalización de Génova en 2001 o en la de Seattle dos años antes.