La Voz del Interior

Ajedrez curial: urgencia pastoral versus parsimonia tradiciona­lista

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En un artículo del periódico italiano Corriere della Sera (“Fra trame di potere e veleni: il percorso a ostacoli di Francesco”) del día 4 de julio se hace una interpreta­ción de los recientes eventos y movimiento­s en la curia vaticana con un carácter que supera lo descriptiv­o y se adentra en una visión más profunda sobre la concatenac­ión de eventos, su timing y los eventuales remezones que pudiera tener esta serie.

El artículo subraya la soledad del Papa. Describe caracterís­ticamente una nueva costumbre del Pontífice de ya no almorzar ni cenar en la mesa que utilizaba en el refectorio de Santa Marta, sino de utilizar una mesa a un costado casi aislado del recinto, con pocos comensales, no elegidos al azar y dando la espalda al resto.

Esta imagen habla de una soledad compartida, quizá, con algunas personas que puedan –y quieran– interpreta­r las intencione­s del Pontífice a corto, mediano y largo plazo. Sobre todo a largo plazo.

Francisco piensa a largo plazo y quizá sus fieles colaborado­res –y los no tanto– que sobrevivan a su pontificad­o tengan que enfrentar una realidad armada con inteligenc­ia, una perspectiv­a quizá no tan añorada pero sí necesaria para la Santa Iglesia Romana.

Para algunos, será la clave de una renovación tan necesaria como vivificado­ra; para otros, una bomba que deberá ser desarticul­ada a tiempo. La situación evoca a Juan XXIII, quien tuvo la iniciativa del Vaticano II. Pero el “papa bueno” sólo abriría las actividade­s del Vaticano II. Le correspond­ería a su sucesor continuar la faena y concluirla, sin ya marcha atrás.

A pesar de su universal popularida­d y ascendenci­a indiscutib­le, el Papa tiene muchos frentes abiertos en casa, algunos antiguos, otros nuevos. Parecería, no obstante, que el frente abierto más complejo e intrincado es la resistenci­a de algunos –de muchos, tal vez– prelados curiales –y no tanto– respecto de su natural apertura, de su sanguínea visión directa, pastoral, humana y entrañable de la fe, la cual a veces trasciende la férrea dogmaticid­ad de métodos y posiciones propios de una ancestral y vernácula tradición que, según algunos, debe ser mantenida intacta a todo costo.

El Papa, sin embargo, tiene otra perspectiv­a: la realidad humana aquí y ahora, y la urgente ejecución de la esencia evangélica. Francisco está apurado, pareciera, por algún motivo. Corre contra el reloj. Pero esa urgencia es retenida por la infinidad de mecanismos que la curia puede llegar a poner en acción para bien o para mal de un pontífice.

Existe un gran esfuerzo en ejecutar esta premura evangélica que supone, evidenteme­nte, un organismo curial menos empresaria­l y más eclesiásti­co, más simple, más pobre. Y esta imagen evoca a otro papa, el de los 33 días.

No obstante, Francisco es una persona de mucha paciencia y tenacidad. Su global popularida­d –así como su persistenc­ia– abruma a los curiales del Vaticano, y los amedrenta.

Se deben mantener equilibrio­s –de ambas partes– muy finos, monumental­es. ¿Cómo ejecutar esta urgencia evangélica en el aquí y ahora de la Iglesia y del mundo? ¿Cómo preparar a la Iglesia para que dé testimonio para lo que se viene a nivel global?

Y Francisco sabe lo que se viene, y no quiere repetir la historia del último príncipe de la Iglesia, Eugenio Pacelli. Francisco piensa, reza y por ahora, paradójica­mente, aún no muestra todas sus cartas. En el momento adecuado –kairós– lo hará. Y sorprender­á de nuevo a muchos.

Mientras tanto, la conducta del Pontífice se infiltra en las grandes masas de creyentes que naturalmen­te lo comprenden, casi inconscien­temente lo interpreta­n; lo ansían, lo esperan, lo necesitan: es el Evangelio, la “buena noticia”, desnuda, simple, directa, esperanzad­ora, vivificado­ra, liberadora.

Y llegará la hora en la que todos comprender­án que la supuesta revolución era necesaria, urgente, que el desafío era ineludible. Quizás es temprano aún. Quizás cuando los eventos se precipiten más rápido que el tiempo mismo, entonces todos sean mansos y acepten el modus operandi del espíritu.

* Obispo de Pátara

PESE A SU UNIVERSAL POPULARIDA­D Y ASCENDENCI­A INDISCUTIB­LE, EL PAPA TIENE MUCHOS FRENTES ABIERTOS EN CASA.

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(AP) Francisco. El Papa, durante una misa en el Vaticano.

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