Cinco claves de “Okja”, el alegato vegano de Netflix
Se estrenó en Cannes en medio de una fuerte polémica y ya está a disposición del público. Lo pueden ver 100 millones de personas. En foco, mucho más que una niña y una mascota.
1. Dale play. Es difícil medir el éxito de Okja, al menos en términos de recaudación en boleterías, tal como se hace habitualmente con las películas. Es que el filme del surcoreano Bong Joon-ho, que compitió por la Palma de Oro, que tiene un elenco de lujo e insumió un presupuesto de 50 millones de dólares, es una superproducción de dos horas con todas las de la ley, pero no tiene previsto pasar por las salas de cine. Netflix la financió para ofrecerla a sus usuarios, y de hecho, por ese motivo, cuando se estrenó en Cannes fue abucheada por el público cinéfilo. Armó tal polémica que el Festival francés cambió su reglamento y, a partir de ahora, sólo integrarán la competencia oficial los filmes que se estrenen en pantalla grande.
2. Una mascota de peso. Buen debate el de Cannes, pero ¿importa si no fuimos al cine cuando terminamos de ver Okja? ¿O nos quedan otro tipo de preguntas dando vueltas por la cabeza? Esta mascota creada por computadora tiene unos ojos expresivos capaces de comunicar con la mirada mucho más que algunos humanos. Parece una hipopótamo gigante, o una elefanta sin trompa, por sus patas anchas y su piel rugosa, pero es una supercerda de siete toneladas, producto de la manipulación genética. Okja se crió en la selva surcoreana, en medio de la naturaleza junto con Mija, una nena tan silvestre como su entorno, que vive con su abuelo. Al ver a Mija y a Okja es imposible no pensar en Heidi ,oen ET con el niño Elliot. Pero cuidado. Definitivamente, Okja no es una película para niños. Y capaz que, por su crudeza, tampoco lo sea para algunos adultos.
3. Ecologistas de manual. La primera hora de Okja es una escalera en ascenso que va ganando en adrenalina. Las imágenes son muy bellas, la comunión entre la niña y la bestia nunca empalaga, y cuando se desata la trama, más temprano que tarde, Mija deberá asumir su destino de heroína para salvar a su mascota. La acción está garantizada y filmada con pulso certero. En ese momento, aún en casa, desde el cómodo sillón, dan ganas de levantarse para aplaudir. Los encargados de ponerle ritmo al asunto son los integrantes del Frente de Liberación Animal, una organización ambientalista de principios férreos e inclaudicables, que funciona como fuerza de choque y que actúa sin miramientos allí donde se están vulnerando los derechos de sus protegidos. El grupo tiene un líder a su medida (Paul Dano, inmejorable), y aunque todos hablan en serio, la parodia queda plantada con elegancia.
4. Estrellas en libertad. Los primeros en enojarse con el director coreano Bong Joon-ho fueron sus seguidores, quienes no le perdonan, al autor de The Host (2006) y de Mother (2009), haber traicionado el lenguaje del cine. Pero Joon-ho fue muy claro en la respuesta. Lo primero que dijo fue que intentó hacer esta película antes, pero no encontró estudios que la financiaran, y que Netflix compró su historia y le dio absoluta libertad para trabajar. “Sigo pensando que la mejor forma de ver una película es en el cine”, sostuvo, pero añadió: “Las salas dan una vida muy corta a las películas y, en el largo plazo, plataformas como Netflix consiguen preservar el trabajo a lo largo de los años”. Jake Gyllenhaal y Tilda Swinton se prendieron en el acto para interpretar sus exagerados personajes, y defendieron el producto con amor y humor.
5. ¿Alegato o panfleto? Si no es simple definir para quién va dirigida esta película, o en todo caso por qué dejó fuera de esta fábula a los niños y a los adolescentes (viene recomendada para mayores de 13 años), tampoco es lineal su mensaje. O sus varios mensajes. Porque Okja es una crítica evidente a la sociedad de consumo, un himno a la naturaleza, un alegato anticapitalista, una sátira de las organizaciones, un drama con pasajes de violencia explícita y una cruzada animalista que queda al borde del panfleto vegano.
Okja es una película que consume al espectador y lo deja en estado de perplejidad, sin saber muy bien cómo digerirla, ni si le gustó o no lo que acaba de ver. “No soy consciente de que estoy mezclando géneros. Para mí lo raro sería que una película tenga un solo tono o genere una sola emoción durante dos horas”, manifestó el director. En esa clara intención, quizá esté la clave de todo.