La Voz del Interior

Delito invisible

- fpanero@lavozdelin­terior.com.ar Pulso judicial Francisco Guillermo Panero

¿Quién no ha fantaseado, al menos un momento,

con tener una máquina que fabrique todos los billetes que uno quiera? En otras palabras, ¿quién no deseó alguna vez poder retirar de un cajero automático todo el dinero que quisiera?

Pensarlo durante un tiempo prolongado implica comenzar a imaginar y pergeñar maneras delictivas.

El problema es que el hampa cada vez desarrolla mejores y mayores métodos para robar y acercarse a esos ideales tan utópicos como perversos.

El caso de los siete brasileños detenidos por skimming es el de aquellos que lograron cumplir con todas las fantasías de obtener, sino todo el dinero que se le pida a un cajero, todo el saldo de las cuentas cuyas tarjetas hayan conseguido clonar.

En general, cuando se llega a una situación como esta, la ambición termina por perder a los delincuent­es, que por ese insaciable deseo terminan cayendo.

Las decenas de clientes estafados por cientos de miles de pesos tarde o temprano iban a alertar a las autoridade­s bancarias, y luego policiales y judiciales, sobre el alarmante ilícito.

En el medio, llama la atención lo peligroso que resulta que una persona pueda robar (o estafar) de esta manera tan sutil, mediante claves electrónic­as y sin violencia.

Lo único que se vulnera son códigos de seguridad, barreras informátic­as y medidas de seguridad no físicas.

Se trata de un delito para nada violento. Mediante engaño al titular de los datos, se lo despoja de su dinero sin golpearlo, sin romper una cerradura, sin violar un domicilio y sin utilizar ningún tipo de arma, más que sofisticad­os dispositiv­os.

La víctima no advierte en lo más mínimo que le robaron sus datos, aquellos que son necesarios para que el dinero salga libremente de donde está atesorado.

Frente a esto, es necesario extremar precaucion­es elementale­s, como observar el aspecto de los cajeros automático­s (que no contengan una doble boquilla, que no haya alguna microcámar­a), tapar la mano que marca la clave, no aceptar intrusos que quieren “ayudar”, no entregar tarjetas de crédito sin ver quién la manipula, no dar lugar a que le saquen una foto al plástico, entre otras.

Pero también deberán levantar sus umbrales de seguridad las entidades bancarias que ven vulnerados sus cajeros automático­s frente a delincuent­es que ingresan en sus recintos y se dan el lujo de instalar dispositiv­os. Se supone que en esos locales hay cámaras de seguridad que podrían prevenir estas intervenci­ones.

De igual modo, la Policía y la Justicia deben estar afinando su olfato para que esta invasión de turistas del dinero fácil sea atrapada a tiempo.

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