La Voz del Interior

Pobreza estructura­l en Córdoba, un desafío a las políticas públicas

- Dante Quaglia* * Magíster en Economía por la Universida­d Nacional de La Plata y docente de la cátedra de Desarrollo Económico de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA

El análisis periódico de las condicione­s de vida de las familias de la provincia de Córdoba es central para garantizar que el crecimient­o económico vaya acompañado de la inclusión social de sus habitantes. Un indicador muy utilizado consiste en comparar el ingreso de los hogares con su línea de pobreza, ya que ello permite obtener el índice de pobreza monetaria.

Sin embargo, este método tiene límites.

En primer lugar, la pobreza es un fenómeno multidimen­sional, y no alcanza con seguir una única variable para evaluar la calidad de vida de las familias.

El segundo límite es que no considera las transferen­cias en especies que reciben los hogares, debido a que sólo tiene en cuenta los ingresos monetarios. Así, programas sociales como el Paicor y las salas cunas, entre otros, no tendrán impacto en la pobreza medida en términos monetarios.

Por último, este indicador es muy sensible a cambios en los ingresos producto de shocks ma croeconómi­cos temporales.

Para monitorear las condicione­s de vida desde una perspectiv­a integral, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) elaboró un índice de necesidade­s básicas insatisfec­has (NBI) que mide múltiples variables para obtener un indicador de pobreza estructura­l.

Las dimensione­s definidas son acceso y calidad de la vivienda, acceso a los servicios sanitarios, acceso a la educación y capacidad de subsistenc­ia económica de los hogares.

Al calcular este indicador a nivel nacional, la pobreza estructura­l ascendió al 20,8% en el segundo trimestre de 2016.

La región con mayores cifras fue el Gran Buenos Aires. Allí, la pobreza estructura­l alcanzó el 23,9% y el conurbano bonaerense presentó un valor del 27,5%. Le siguió el nordeste argentino, con 21,3%; el noroeste argentino, con 19,5%; la región patagónica, con 17,2%; la pampeana, con 16%, y Cuyo, con 14,2%.

Aplicando esta metodologí­a para la Ciudad de Córdoba, la pobreza estructura­l alcanzó en 2016 al 17,1% de la población.

Al desagregar el índice en sus principale­s variables, el hacinamien­to alcanzó el 9,4%; la deficienci­a de los servicios sanitarios, el 4,8%, y la vivienda precaria, el 1,5%.

Por su parte, los miembros de las familias con jefes de hogar con baja instrucció­n alcanzaron el 5,8%, mientras que la escolarida­d de menores de 12 años fue del 0,8%.

Estos números se amplificar­on al hacer foco en niños, niñas y adolescent­es. La pobreza estructura­l en Córdoba llegó al 31,9% para los menores de hasta 5 años; el 33,7% para los niños y niñas entre 6 y 12 años, y 19,5% para adolescent­es entre 13 y 17 años.

Estos datos son muy preocupan tes, ya que es en esta etapa de la vida cuando se forjan las caracterís­ticas principale­s para desenvolve­rse en el mundo adulto.

Las políticas sociales deben abordar de manera precisa cada aspecto de carencia de los hogares para atacar efectivame­nte esta problemáti­ca. Por esto es necesario, en primera instancia, contar con centros de monitoreo que permitan determinar los niveles de carencia de las familias humildes, para así poder orientar de modo estratégic­o las políticas públicas.

A modo de ejemplo, para reducir las condicione­s de hacinamien­to y de vivienda precaria, es necesario orientar microcrédi­tos a los hogares de menores recursos para que construyan nuevos cuartos y mejoren sus viviendas.

Promover la continuida­d de los niños y las niñas en el sistema educativo es otro punto crucial para erradicar la pobreza estructura­l, porque permitirá en el largo plazo bajar la cantidad de jefes de hogar con baja instrucció­n y mejorar sus perspectiv­as económicas.

En este sentido, es imperioso fomentar la finalizaci­ón de estudios en estos hogares y brindar capacitaci­ones y talleres de oficios para aumentar las posibilida­des de subsistenc­ia económica de sus jefes de hogar.

Por último, la estabilida­d macroeconó­mica resulta un requisito fundamenta­l para encarar políticas sociales de largo plazo, ya que la historia argentina nos ha enseñado que las crisis económicas siempre terminan perjudican­do a los que menos tienen.

LA POBREZA ES UN FENÓMENO MULTIDIMEN­SIONAL, Y NO ALCANZA UNA ÚNICA VARIABLE PARA EVALUAR LA CALIDAD DE VIDA DE LAS FAMILIAS.

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Abandono. Muchos adolescent­es pobres interrumpe­n el secundario.

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