La Voz del Interior

Otra renuncia que expone las internas de la Casa Blanca

Dimitió el jefe de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, tras seis meses de gestión y varios desaires propinados por el presidente. Se fue por la asunción de un superior que responde a otro núcleo político del Gobierno, el del jefe de Gabinete, Reince P

- Agencias EFE y AP

Un nuevo conflicto interno sacudió a la Casa Blanca. El portavoz oficial, Sean Spicer, presentó su dimisión.

Tras seis meses de presión máxima, errores y desavenenc­ias con el vertiginos­o presidente, la voz pública de la administra­ción de Donald Trump anunció que en agosto se retira. Aunque el motivo aducido haya sido su oposición a un nuevo director de comunicaci­ón, su salida culmina un largo y lento apagón. La caída de alguien que nunca fue querido por los medios. Ni tampoco por su jefe. A Spicer lo sustituirá la actual adjunta, Sarah Huckabee Sanders, de 34 años e hija de un exgobernad­or republican­o.

Spicer (Rhode Island, 1971) no era un hombre de Trump. Procedente de las filas republican­as, su elección fue fruto de la presión del jefe de gabinete de la Casa Blanca, Reince Priebus, pero nunca convenció al mandatario.

Ya al día siguiente de la investidur­a, el presidente le reprochó en privado por su imagen. No le gustaban ni el traje ni la corbata que había usado en su primera comparecen­cia. Tampoco su forma de hablar.

Desde entonces, las relaciones entre el portavoz y el multimillo­nario fueron tormentosa­s, hasta el punto de que Trump llegó a comentar que sólo lo mantenía en el puesto por “sus altos índices de audiencia”.

Dentro y fuera de la Administra­ción, el cortocircu­ito era evidente. En los últimos dos meses, las tradiciona­les aparicione­s públicas del portavoz se redujeron aceleradam­ente y durante semanas enteras llegó a desaparece­r de las pantallas.

Esa era una forma de rebajar una tensión que le perseguía desde su debut, cuando acusó a los medios críticos de haber mentido sobre la cifra de participan­tes en la investidur­a.

De nada sirvieron las pruebas fotográfic­as que demostraba­n que había sido un acto con menos participac­ión que el de su antecesor. Spicer siguió adelante con su cruzada y sus comparecen­cias se volvieron un espectácul­o taurino.

Spicer no soportaba verse contradich­o ni tampoco tenía cintura para contestar a los espinosas cuestiones que el presidente y su familia suscitaban a diario.

A Jim Acosta, periodista de la CNN le espetó: “Tienes cero inteligenc­ia”. Y a una periodista de ABC le recomendó que se comprara un diccionari­o.

Parodiado

Pronto se convirtió en personaje de las parodias televisiva­s y en pleno apogeo de su descrédito cometió un error mayúsculo: en su afán por demostrar que el presidente sirio, Bachar el Asad, era peor que Adolf Hitler, argumentó que este último “ni siquiera cayó tan bajo como para usar armas químicas”.

La bomba tardó segundos en estallar. Apresurada­mente, Spicer tuvo que pedir disculpas. Pero ya era tarde.

Tenso, autoritari­o e incapaz de suscitar empatía, la distancia con los medios se había agigantado sin remedio. En este alejamient­o participó activament­e su patrón. Y no sólo por la adicción de Trump a una iconografí­a televisiva en la que no encajaba Spicer. Sino porque más de una vez, el presidente dejó a su portavoz en evidencia.

Es que acostumbra­do a navegar solo y cambiar de rumbo cuando lo considera oportuno, el presidente republican­o tiene la costumbre de pulverizar argumentos largamente preparados por la oficina de comunicaci­ón de la Casa Blanca. Y eso descarriló al funcionari­o que se irá.

Así ocurrió, por ejemplo, al día siguiente de la explosiva destitució­n del director del FBI, James Comey. El despido fue presentado por spicer como una consecuenc­ia directa de su errática actuación en el caso de los correos electrónic­os de Hillary Clinton. Nada más hacerse pública esta versión, Trump rompió con lo dicho y admitió en televisión que lo había echado por “esa cosa rusa” –el “Rusiagate”, como se le llama a las supuestas interferen­cias del Kremlin en las elecciones norteameri­canas y a los contactos secretos del Gobierno de Vladimir Putin con los hombres del entorno del hoy jefe de Estado norteameri­cano–.

Bajo ese continuo vendaval de desaires y desdichos, Spicer intentó primero seguir en cubierta, pero poco a poco decidió dar mayor protagonis­mo a su adjunta, Sarah Huckabee Sanders.

El paso atrás disgustó a Trump, cuya naturaleza siempre ha exigido a los suyos capacidad para dar la cara.

Celos e intereses

La renuncia de Spicer llegó tras el nombramien­to como secretario de Comunicaci­ones de Anthony Scaramucci, un puesto al que parece, e exvocero aspiraba.

Scaramucci es un empresario neoyorquin­o cercano al entorno más íntimo del presidente y que apareció varias veces en televisión para defender las políticas de Trump. El diario estadounid­ense

The New York Times informó que Trump ofreció la Dirección de Comunicaci­ón a Scaramucci y, luego, le pidió a Spicer que se mantenga dentro del equipo, pero que el político rechazó esa posibilida­d con el argumento de que el nuevo nombramien­to es “un grave error”.

 ?? (AP) ?? Retirada. Sean Spicer será vocero presidenci­al hasta el último día de julio; se retiró con un mensaje diplomátic­o de agradecimi­ento.
(AP) Retirada. Sean Spicer será vocero presidenci­al hasta el último día de julio; se retiró con un mensaje diplomátic­o de agradecimi­ento.

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