¿Se apropia la Nación de nuestros recursos?
por la Nación (coparticipación más subsidios) alcanzó un nuevo récord: la Ciudad de Buenos Aires absorbió el 73,5%, es decir 16.355 millones de pesos.
Limitando los valores a los subsidios que distribuía Julio De Vido, la Capital embolsó ese año 5.375 pesos por habitante, 116 veces más que los cordobeses y los sanluiseños, que recibieron 46 y 45 pesos per cápita respectivamente.
A partir de entonces, dejamos de tener estadísticas confiables, pero si ese porcentaje se proyecta a 2014, cuando la presión impositiva llegó al 38% del producto interno bruto y la participación del Estado nacional al 21,6%, la distorsión alcanzó dimensiones monstruosas.
Esa realidad, que de suyo implica la destrucción del federalismo fiscal –condición sine qua non del federalismo político–, sumada a la distribución caprichosa e inequitativa de los recursos que la Nación se guarda para sí, fue creando un abismo entre los niveles de desarrollo de la Capital y del resto del país.
En 2010, dicha ciudad –reitero que con el 0,007% del territorio y el 7,5% de la población– acumulaba el 25,67% del producto bruto geográfico (PBG), que, calculado per cápita en pesos, alcanzaba allí a 23 mil pesos, mientras que el promedio nacional era de apenas 7.100 pesos.
El presupuesto de 2011 destinaba a la Capital, en concepto de coparticipación y leyes especiales, $ 38.726 por habitante; a Santa Fe le asignaba 8.457; a Mendoza, 8.124; a Córdoba, 8.109, y a Misiones, 7.704.
En otras palabras, para el Gobierno nacional un porteño valía entonces 3,58 veces más que un santafesino, 3,77 veces más que un mendocino o que un cordobés, y cuatro veces más que un misionero.
Ese año, el poder central concentró el 84,4% de los recursos públicos recaudados y dejó al conjunto de las provincias y municipios el 15,6% restante. Ello a pesar de lo dispuesto por la ley 23.548, según la cual las provincias deben recibir no menos del 54,66% de la masa coparticipable.