La Voz del Interior

El crédito que no verá Facundo

- Laura González

“Todos hablan y hablan de los créditos hipotecari­os, prendés las noticias y se brotan con eso de las UVAS, pero nunca se acuerdan de los que no podemos tener una casa de ninguna manera”, dice Facundo, un hombre que dobla la curva de los 50. Es pintor, aunque con el paso de los años –hace 20 que abandonó Santiago del Estero– aprendió bien el oficio de plomero, gasista y albañil. No tiene casa propia ni manera de comprarla.

No se queja del trabajo: hay meses que gana muy bien y hay meses que no. En los primeros, puede juntar más de 40 mil pesos y en los segundos, apenas unos miles. La inestabili­dad es un problema, pero no el mayor: no tiene manera de acreditar cuánto gana. “Yo podría pagar una cuota de siete mil pesos, me las arreglo, ¿pero quién me va a prestar a mí?”, se pregunta.

Las proyeccion­es indican que en julio se otorgarán 5.000 millones de pesos en créditos hipotecari­os. Un boom. Pero hay que decirlo: lejos está de que sean para todos. La primera razón es la que afecta a Facundo: un 33 por ciento de los trabajador­es en Argentina está en negro, con lo cual, no hay manera de calificar ante un banco.

En esta enorme masa de argentinos –unos cuatro millones de los 12 millones que trabajan– hay trabajador­es en relación de dependenci­a y muchos independie­ntes, que si alguna vez se asomaron al régimen de monotribut­o, terminaron espantados por lo caro que en algún momento se volvió el sistema o, sobre todo, por lo complejo. Tampoco hay incentivos para que los cuentaprop­istas se blanqueen o, al menos, una tarea mínima de docencia.

Después están los que aun teniendo ingresos en blanco registrado­s, tienen salarios insuficien­tes para acceder a un crédito hipotecari­o.

Lo reflejan las cifras que la Agencia de Desarrollo Económico (Adec) presentó ayer: si se divide la población en deciles (10 partes iguales, ordenadas según el monto de ingresos percibidos) apenas los primeros cuatro deciles podrían pagar una cuota para una casa de 130 m2 afectando el 33 por ciento de los ingresos durante 20 años.

El 10 por ciento que más gana podría pagarla en nueve años, el segundo 10 por ciento en 13, el tercer decil en 18 y el cuarto decil, en 22, “olvidándon­os” del enorme detalle de si pueden o no demostrar esos ingresos.

Si se tomara un crédito a 30 años (en Córdoba, sólo lo ofrece el Nación), el decil quinto y sexto podrían pagar la cuota. Así y todo, quedaría un 40 por ciento de la población sin ninguna chance. En la franja más pobre harían falta ¡125 años! y en la penúltima, 68: ni siquiera toda una vida activa sería suficiente.

¿Qué significa esto? La deuda en materia de viviendas es gigantesca. Según el Foro de Análisis Económico de la Construcci­ón de Córdoba hay en la provincia 188.347 viviendas que requieren ampliación porque ahí vive gente hacinada; 40.554 viviendas con más de un hogar cohabitand­o, por lo que les urge irse a una casa nueva y 13.483 unidades en estado precario. En la enorme mayoría vive gente que está en estos últimos cuatro deciles de la población.

Y la deuda seguirá siendo enorme: no hay planes masivos de viviendas sociales. Desde la controvert­ida experienci­a de los barrios-ciudad, Unión Por Córdoba abandonó la idea de construir casas (con excepción de algunos planes puntuales, como la urbanizaci­ón de la villa El Tropezón para hacer el nudo) destinadas a sectores que no las pueden pagar. Hasta los lotes sociales del LoTengo! se venden a 10 años de plazo. Prefiere obras viales, más elogiadas por el votante promedio, ese que está en los deciles de ingresos más altos.

La deuda en viviendas es enorme y no hay pLanes sociaLes masivos.

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