La Voz del Interior

Dificultad­es de la justicia tardía

- Francisco Guillermo Panero fpanero@lavozdelin­terior.com.ar

“Nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía”, se sostiene a menudo cuando se asiste, en el mejor de los casos, a una sentencia después de muchos años del episodio que generó el proceso judicial.

Más allá de la falta de satisfacci­ón que pueden sentir las víctimas o sus familiares, la tardía llegada al juicio oral dificulta el desarrollo del debate.

Esta semana asistimos a la sentencia condenator­ia del oficial de policía Hugo Ignacio Cánovas Badra, quien mató en la ciudad de Córdoba al niño David Moreno, de sólo 13 años, en una de las revueltas que se produjeron el 20 de diciembre de 2001.

En el debate, se probó que el guardia de Infantería disparó un cartucho con postas de plomo y no de goma, como debería haber sido si la intención era dispersar a la multitud.

Pasaron 15 años y medio desde aquella fatídica tarde, los padres y hermanas de David escucharon el veredicto que ya creían que no escucharía­n jamás.

“Por lo menos, nos vamos con un poco de paz”, dijo Rosa, la canosa madre de la víctima que en este prolongado lapso ha transforma­do su figura a la espera de justicia.

Con tanto tiempo transcurri­do, en el debate hubo dificultad­es para establecer con precisión cuál fue el recorrido de los cartuchos y las responsabi­lidades que hubo en su distribuci­ón.

Ayer comenzó otro juicio en el que los padres de otro niño fallecido en penosas circunstan­cias aguardan justicia, en este caso desde hace casi ocho años.

Juan Aciar también tenía 13 años cuando en la víspera de la Nochebuena de 2009 quiso ayudar a un hombre a cruzar una calle anegada por la lluvia y tocó un cesto de basura electrific­ado por un cartel luminoso.

Hay dos hombres que responden por ese homicidio culposo en un juicio que enfrentará las dificultad­es por el lapso transcurri­do.

Acaso como una forma de encarar de modo productivo su duelo, la mamá de Juan, Sandra Meyer, creó la Fundación Relevando Peligros para que otros cordobeses no sufran lo que le pasó a su hijo.

En la misma Cámara 1ª del Crimen donde se juzgó a Cánovas, se está desarrolla­ndo otro juicio de “justicia demorada”: el de la explosión de la ambulancia del servicio de emergencia­s municipal 107, en 2006.

Así, 11 años después se cumple con un debate con no pocas dificultad­es y en el que debe determinar­se el motivo de la explosión por sobrecarga de oxígeno en el habitáculo.

Si la instalació­n fue deficiente, si hubo negligenci­a o responsabi­lidades de los directivos será difícil de determinar.

Por citar algún contratiem­po, el tribunal quiso realizar un peritaje a la ambulancia calcinada, pero esta ya había sido destruida.

Algo parecido ocurrió con el asesinato del panadero Héctor Corradini, cuyos familiares recién encontraro­n justicia 18 años después, al ser condenada a prisión perpetua la viuda Brígida Mercedes Segalá y quien lo secuestró, Víctor “Mandrake” Quinteros.

Quedaron algunos cabos sueltos, como el arma homicida que estuvo en un precinto policial, pero no se halló a uniformado­s responsabl­es por el manejo de esa pistola.

En ese debate, las fallas en la memoria tantos años después eran cosa de todos los días.

Más parece acentuarse este problema de justicia postergada cuando la política está de por medio. El demorado juicio que condenó al exintenden­te Germán Kammerath o el del exintenden­te de Alta Gracia Mario Bonfigli también tropezaron con esas dificultad­es.

En la causa Radioaviso, en la que estuvo involucrad­o el dirigente liberal, se llegó al absurdo de que, al momento del postergado debate, Kammerath y el denunciant­e Ernesto Martínez ya eran socios políticos.

Cuando prestó testimonio, el exabogado de la Municipali­dad que inició la causa con su presentaci­ón judicial sufrió un repentino ataque de amnesia.

Cambian tanto las circunstan­cias con el transcurso del tiempo que muchas veces mueren los victimario­s y resultan absueltos por fallecimie­nto. En otras causas, mueren las víctimas o también sus familiares.

El campo de los derechos humanos es uno de los ejemplos más claros de esto: genocidas que no respondier­on por sus crímenes atroces y madres que no alcanzaron a ver una sentencia condenator­ia a los responsabl­es de los vejámenes y desaparici­ones de sus hijos.

Por todo esto y mucho más, es necesario que la Justicia se esfuerce para que, más allá de las garantías del debido proceso, los juicios no se prolonguen tanto en su inicio. Una justicia a tiempo siempre será más justa.

la tardía llegada al juicio oral dificulta el desarrollo del debate.

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(RAMIRO PEREYRA) Larga espera. El martes llegó a su fin el juicio por el crimen de David Moreno durante los saqueos de 2001.
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