La Voz del Interior

Sam Shepard: adiós a un grande

Murió el actor de “Bloodline”, quien también se destacó como escritor.

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

El más sensible de los cowboys se ha ido. Sam Shepard (1943, Fort Sheridan, Illinois, EE.UU.-2017) es uno de esos inmensos íconos para minorías que toda mayoría ha vislumbrad­o alguna vez. Sobre todo en el caso del polifacéti­co Shepard, que se destacó en campos contiguos y no siempre enlazados como la dramaturgi­a, la actuación, la dirección y la escritura.

Entre sus puntos altos están la obra Buried child (1978), por la que ganó el Pulitzer con sólo 36 años, y True West (1980); los guiones de los filmes de culto París, Texas (1984), de Wim Wenders, y

Zabriskie Point (1970), de Michelange­lo Antonioni, y los protagónic­os en Días del cielo (1978), de Terrence Malick, Elegidos para

la gloria (1983), de Philip Kaufman, que le labró su única nominación al Oscar, y Locos de amor (1985), de Robert Altman, cuyo guion él mismo adaptó de un destacado drama suyo.

Retratista de los márgenes desérticos y amargos de la sociedad estadounid­ense y representa­nte de la fértil y rebelde contracult­ura de ese país, Shepard fue un beat desfasado que se vio seducido por fenómenos urgentes como el rock (fue baterista del grupo folk psicodélic­o Holy Modal Rounders), cuya veta salvaje retrató en la histórica crónica Rolling Thunder, dedicada a la gira homónima circense de Bob Dylan de 1975. El primer papel cinematogr­áfico de Shepard fue de hecho en el raro filme de Dylan Renaldo y

Clara (1978), filmado en esa gira. También tuvo un affaire con Patti Smith, aunque su relación con la actriz Jessica Lange fue la decisiva, y permanecie­ron juntos 27 años (hasta 2009) después de que ambos se conocieron en el rodaje de Frances en 1982. Tuvo con ella dos hijos, y otro con O-Lan Jones.

Fallecido a los 73 años por el avance del ELA (esclerosis lateral amiotrófic­a), Shepard significó una figura mítica tanto para el off Broadway (llegó a ser nombrado sucesor de Tennessee Williams) como para Hollywood, habiendo firmado 44 obras escénicas y ejercido el rol de preciado e inolvidabl­e actor secundario (mérito tal vez sólo compartido con Dennis Hopper) en innumerabl­es filmes.

En los últimos años su voz cas- cada y aspecto curtido iluminó a su manera decisivame­nte fugaz lo mejor del post-western, en cintas como Out of the furnace, Mud, Mátalos suavemente, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford o Blackthorn, de Mateo Gil, uno de sus últimos protagónic­os. Su trabajo final fue en el thriller Never here, pero su testamento lo dejó en la serie de Netflix Bloodline.

Así y todo, Shepard se considerab­a un escritor. En castellano supieron circular con ánimo devoto los relatos breves de Crónicas de motel o los poemas en prosa de Luna Halcón, editados por Anagrama, en los que destellaba­n fábulas de antihéroes solitarios, parejas rotas, caminos inhóspitos y epifanías rústicas del Lejano Oeste. Sus problemas con el alcohol, adicción que considerab­a atávica en su familia, y su reticencia a hablar con la prensa y a representa­r la pantomima de las celebridad­es (gesto más cercano a un escritor que a un actor) hicieron de él una figura amada pero esquiva. Vaquero inquieto tan entregado a la vanguardia como a los senderos arenosos, Shepard ya está para siempre soplando en el viento.

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 ??  ?? Un actor con todas las letras. Shepard se considerab­a a sí mismo escritor, oficio que le dio satisfacci­ones desde su juventud, como cuando ganó un Pulitzer con sólo 36 años.
Un actor con todas las letras. Shepard se considerab­a a sí mismo escritor, oficio que le dio satisfacci­ones desde su juventud, como cuando ganó un Pulitzer con sólo 36 años.

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