Un azufre que los populistas no pueden oler

Cierto populismo fundamentalmente antiestadounidense se emocionó hasta las lágrimas con el azufre que Hugo Chávez decía oler en las Naciones Unidas al disertar allí un día después de George W. Bush. Desde ese populismo podemitacastroKchavista global se minimiza el significado institucional de la Constituyente unilateral de Nicolás Maduro, tema de nuestro Primer plano.

Un argumento es: la democracia está peor en China o Arabia Saudita, pero nadie dice nada porque allí hay negocios. Es verdad. Pero esa defensa es cínica. El mal de unos no justifica a los otros.

Otra justificación es que, al fin y al cabo, todo sistema electoral violenta proporcionalidades, como pasó en el mismísimo Estados Unidos, donde Donald Trump ganó con menos votos populares que Hillary Clinton. Cierto. Pero no aplica al caso de Venezuela.

No es sólo la proporcionalidad el problema, pese a su arbitrariedad extrema, diseñada para ganar la mayoría de la Constituyente con sólo 20 por ciento del voto: hay un constituyente por municipio, no importa su tamaño, y hay constituyentes elegidos por sectores corporativos que Maduro definió consultando sólo a su esposa.

Pero hay problemas más graves. El chavismo viene de quitar atribuciones, a través de una Corte Suprema que domina, a un Poder Legislativo controlado por una oposición que se lo ganó en elecciones limpias, bajo las reglas dispuestas por el propio Gobierno. Viene de postergar sin fecha elecciones para las 23 gobernaciones (de las que controla 20). Viene de impedir con demoras inexplicadas un proceso revocatorio que él mismo estableció en la Constitución. Y, ahora, viene a querer reescribir, sin temario previo, una Constitución, las reglas de juego, completas, basado en la voluntad exigua del 41 por ciento del electorado (si es que Maduro no mintió los números).

A Chávez, tal vez, tan liviano desprecio por la legitimidad democrática y por su propia Constitución le habría parecido diabólico.