Trump echó al vocero después de 10 días a puro escándalo
Anthony Scaramucci fue cesanteado a pedido del general John Kelly en su primer día como flamante jefe de Gabinete de la Casa Blanca. Los cimbronazos en el Gobierno acentúan cada vez más la idea del caos y de la improvisación, liderada por el mismo preside
WASHINGTON.
El caos continúa en la Casa Blanca: Donald Trump decidió despedir como director de Comunicación a Anthony Scaramucci sólo 10 días después de nombrarlo en el cargo.
La salida de Scaramucci, un financista sin experiencia política, fue una solicitud de John Kelly, quien ayer tomó posesión como nuevo jefe de Gabinete del presidente estadounidense.
Tras el alejamiento de Sean Spicer como portavoz oficial, el multimillonario neoyorquino entregó la delicada jefatura de Comunicación a Scaramucci, un antiguo tiburón de Wall Street.
Pero con cinco días en el puesto arrastró a la Casa Blanca a cotas insólitas de bajeza y vulgaridad: en una conversación con un periodista, insultó a altos cargos de la Casa Blanca como Reince Priebus, a quien Trump despidió el viernes como jefe de Gabinete.
Scaramucci, quien departía directamente con Trump, era uno de los problemas con los que hubiera tenido que lidiar Kelly, quien optó por una decisión salomónica.
Trump vio el peligro. Tras seis meses de mandato, en la Casa Blanca se instaló el caos, y la desconexión con el Congreso es cada día mayor.
Ninguno de sus grandes proyectos legislativos salió adelante y algunos parlamentarios, como John McCain, ya lo retan en público.
Superar esta fractura y poner orden interno será la misión del exgeneral de marines Kelly. “Será uno de los mejores de la historia”, predijo Trump.
No tiene experiencia política. No se le conocen virtudes para el pacto. E hizo bandera de la deportación y de la expulsión de inmigrantes. El antiguo jefe del Comando Sur y exsecretario de Seguridad Interior, de 67 años, no es el hombre que otros gobernantes hubieran destinado a recuperar la sintonía y el consenso.
Pero en el juego de Trump, las comparaciones importan poco. Creador de su propio y vertiginoso ecosistema, donde la fidelidad y la fuerza encabezan la cadena trófica, la elección de Kelly es señal de que, lejos de cualquier freno, el presidente de la nación más poderosa del planeta siempre está dispuesto a radicalizarse.
El mayor reto de Kelly consistirá en recomponer el clima interno. La salida de Scaramucci parece indicar esa voluntad. Apoyos menguados
Su segundo objetivo prioritario es tender un puente sólido hacia el Congreso. Una tarea que se ha vuelto prioritaria para un presidente que, pese a tener mayoría en ambas cámaras, no logra alcanzar velocidad de crucero.
Los motivos son diversos, pero siempre recalan en un mismo punto. El desorden que se apoderó de la Casa Blanca, con 26 asesores presidenciales y un jefe de Estado en permanente combustión, está erosionando sus apoyos.
Las encuestas revelan que la fractura social crece, y escándalos como la trama rusa alimentan la desconfianza en el bando republicano.
La última semana lo mostró con claridad. El Senado puso en cuarentena los planes de Trump de lograr un acercamiento con Vladimir Putin. Para ello, una abrumadora mayoría de ambos partidos blindó las sanciones decretadas por Barack Obama contra el Kremlin por la injerencia electoral, de forma que el presidente no pudiese revocarlas.
El resultado fue el anuncio de expulsión de 755 empleados de la misión estadounidense en Rusia.
Agriado el acercamiento a Moscú, ahora hay senadores republicanos como Lindsey Graham que han propuesto poner bajo protección parlamentaria la investigación sobre la trama rusa que dirige el fiscal especial Robert Mueller. “Si lo despiden, sería el principio del fin de la presidencia de Trump”, alertó. Días difíciles
En este clima enrarecido, la pulsión presidencial de dar órdenes vía Twitter o sus constantes y dispares llamadas de atención en la reforma sanitaria han engrandecido la sombra del caos y presagian días difíciles para Kelly.
El general tiene a su favor su propia dureza y la admiración que le profesan el presidente, su hija Ivanka y Jared Kushner, yerno de Trump. Pero ese mismo apoyo le puede costar caro.
Como jefe de Gabinete, una especie de primer ministro en la sombra, va a coordinar las grandes líneas maestras y, por tanto, va a tener que enfrentarse no sólo al círculo íntimo de Trump, sino a los propios exabruptos presidenciales.
Un arma demoledora que sufrió en carne propia su predecesor y que ahora el general tendrá que asimilar sin perder el gesto.
El despido de Scaramucci es un claro golpe de autoridad sobre la mesa.