La Voz del Interior

Barrio Güemes se pone al día para adecuarse a las tendencias

La zona vive una transforma­ción. Los alquileres y la luz se fueron por las nubes y el mercado cambió el perfil de su oferta. Por el efecto Soho, los viejos actores de la zona temen que se pierdan espacios culturales.

- Noelia Maldonado nmaldonado@lavozdelin­terior.com.ar

El“boom de Güemes” fue difícil de predecir años atrás y al día de hoy es difícil de digerir para algunos de sus actores. Con demoradas inversione­s públicas y con cada vez más público en sus bares y peatones en sus calles, el área del Paseo de los Artesanos configura una geografía que bien podría ser el caldo de cultivo para nuevas movidas artísticas, a la vez que podría expulsar a quienes no se adapten a las nuevas tendencias de la moda musical, gastronómi­ca o de diseño.

El cierre reciente de dos de los actores de la zona, el bar musical La La Lá y Wunderbar, fue el disparador de un debate sobre el barrio y su aporte a la cultura local y sobre cuánto de la economía y de la moda se pone en juego en ese panorama.

Sin negar que cada mes abren nuevas propuestas en esta parte de la ciudad muy pegada al Centro y a Nueva Córdoba, también hay que reconocer que en el último tiempo se ha puesto en duda la continuida­d de muchos de los espacios que antes eran dedicados a la cultura por los costos de los servicios, por la suba de los alquileres y por el cambio en los gustos de los asistentes al sector. Con un alquiler de 80 mil pesos y una tarifa de energía de 60 mil pesos, aun los proyectos exitosos están en problemas para seguir adelante.

Juan Huerta tiene siete años en el lugar y es uno de los dueños de Favela para Habitar. Se anima a resumir la mutación en la zona de forma muy gráfica: “El cambio que se ha dado según las modas. Al principio estaban de moda el tango y su movida cultural, luego se pusieron los bares restaurant­es y los lugares para extranjero­s; después vino la nueva oferta gastronómi­ca, y luego la coctelería”. Huerta va más allá y agrega que lo último de lo último es la cervecería artesanal: “Ahora todos quieren tener una cerveza con su nombre y nos preguntan por qué nosotros no nos sumamos”.

Favela es uno de los lugares de Güemes que sigue apostando a los shows musicales y que pretende mantener la línea –según dicen– cueste lo que cueste. “Nosotros estamos fuera de moda y tenemos que movernos por otro lado. Queremos ser un refugio para la gente del arte”, dice Huerta a modo de eslogan, y concluye: “Como dice mi contadora, ‘esto no es para cagones’”.

Si bien la resistenci­a puede ser un camino viable para algunos, para otros no es una posibilida­d. Diego Carmona, dueño del recienteme­nte cerrado bar La La Lá, cuenta que, más allá de la situación económica y de las dificultad­es financiera­s, lo que está de fondo es la cuestión de consumo cultural: “Así como la gente elige ver a (Marcelo) Tinelli, también elige los lugares adonde salir. Ahora esto se va a transforma­r en ‘Güemes Soho’ y va a dejar de tener ese encanto bohemio. Es decir, se perdió la mística”.

Segurament­e lo que Carmona intenta explicar, desde el dolor por haber tenido que cerrar, es que los casi 40 años que lleva la zona girando en torno al Paseo de las Artes no tendrían que ser en vano y deberían de alguna manera marcar el pulso cultural de la Córdoba actual.

El “costo Güemes”

Una de las razones por las que La La Lá y Wunderbar debieron cerrar –y por la que se rumorea que cerrarán “al menos tres bares más” y que otros dos debieron cambiar de manos– es el alto costo de los alquileres, que en el caso de estos cuatro bares subió entre un 50 y un ciento por ciento al momento de renovar el contrato.

Esto mismo dice Huerta, quien reconoció que actualizar su alquiler les costó casi el “ciento por ciento” más, una cifra que claramente no responde a los índices de la inflación, sino a la alta demanda de la zona. “Nuestro primer alquiler fue acordado antes del boom, y cuando tuvimos que renovarlo debimos adaptarnos a los nuevos precios”, explicó.

Matías Salemme, dueño de El Mentidero, también acusa recibo de los cambios en los costos del sector: “Los alquileres son exorbitant­es, una locura. Conozco varios bares que van a cerrar por el tema del alquiler”.

Matías Bengolea, uno de los creadores de Wunderbar, asegura que lo que está pasando es que la oferta de lugares está quedando “en pocas manos” y que muchos de los espacios se irán transforma­ndo en galerías porque de esa forma el negocio rinde más.

Y, sobre este tema, asegura: “Los dueños se irán dando cuenta de que les conviene tener todos los locales alquilados y no media galería vacía, como hoy está pasando con muchos lugares; entonces deberán bajar los precios”.

Por otro lado, la energía eléctrica ha sido uno de los costos que más han subido para este tipo de comercios. En La La Lá asumieron que no podían pagar la cifra y en Favela dicen que la luz les cuesta “igual que el alquiler”.

La baja en los montos de consumo y el alza en los costos configuran la amenaza para que los proyectos culturales en la zona se pierdan en detrimento de lo que la mayor parte de estos actores llama “la llegada de las franquicia­s de moda”.

Al menos eso es lo que explica Mario Palacio, exdueño de dos importante­s lugares de la zona, quien vendió junto con su socio los dos negocios que administra­ba porque no pudieron afrontar los altos costos.

“El consumo bajó un 30 por ciento y me pedían más del ciento por ciento para negociar el alquiler. Está claro que si piden eso es porque la zona lo vale, pero es difícil costearlo”, relata, al tiempo que observa que el tipo de público que iba a ver espectácul­os culturales a estos lugares muchas veces no puede pagar una entrada.

“La gente sigue saliendo, pero quizás ya no va a ver un show, sino que va directamen­te a comer o a tomar algo”, dice.

Desplazami­entos

El cierre de La La Lá dejó un espacio vacío en la agenda cultural musical del barrio y parte de ese guante será recogido por El Mentidero. “No bien nos enteramos de que ellos cerraban, ofrecimos traer los miércoles la jam de jazz a nuestro bar”, adelanta Salemme.

“Lo nuestro es una apuesta fuerte a la cultura. No queremos que se pierda ese espacio musical, pero sabemos que cada vez es más difícil mantenerlo porque hay que montar una estructura. En mi caso, saco plata de mi bolsillo para solventarl­o”, agrega.

Por su parte, los artistas que conforman Favela también sienten que están “resistiend­o” cuando ofrecen espectácul­os musicales. “Nosotros seguimos manteniend­o la idea de bar cultural con música. Al principio teníamos talleres, pero nos fue difícil mantener esa estructura. Ahora tenemos bandas en vivo todos los días de martes a domingo y eso es un esfuerzo extra”, dice Huerta.

Por su parte, Salemme asegura que “el plus” del show cultural es muy difícil de monetizar en la situación actual y habría que resol-

verlo con intervenci­ón del Estado, más allá de los proyectos aún demorados de infraestru­ctura e inversión del Portal de Güemes (ver

Cada vez menos “San Telmo” y más “Soho”).

“La ordenanza municipal no te permite cobrar el derecho al espectácul­o y hoy, como están las cosas, es muy raro que alguien quiera pagarlo”, dice, y esboza una salida con ayuda estatal: “A todos los bares que apoyen la cultura deberían darles un subsidio”.

Otra alternativ­a es la que proponen desde Favela quienes aseguran que la salida ante estos cambios es “tener identidad” local y que entre los músicos y la gente del arte haya un “cooperativ­ismo”. “Nosotros tenemos el bar para poder mostrar la música o el arte que hacemos”, dice Huerta.

En el mismo sentido se pronunció Bengolea, quien asegura que cuatro años atrás, cuando ellos abrieron Wunderbar, “la onda del barrio era distinta; la gente que iba, también. Ahora todos los bares son iguales: madera, metal, electrónic­a y punto. Se perdió la bohemia”.

Si hay algo en lo que todos coinciden es en que el cierre de El Arrabal, histórica tanguería cordobesa, marcó un antes y un después en la zona. “Córdoba no tiene bares históricos como sí los puede tener Buenos Aires”, dice Carmona.

Pero no todas son negras en el barrio. El bar Oye Chico, ubicado donde antes se encontraba El Arrabal, está a punto de cumplir un año en Güemes y Adriana Gorosito asegura que la clave del éxito es saber adaptarse a las demandas del público. La franquicia tiene locales en Carlos Paz y en Buenos Aires y desembarcó en Córdoba con la idea de afianzarse.

“Podemos decir que no nos hemos visto perjudicad­os por la situación económica actual. La clave está en que la gente tiene ganas de divertirse aunque no tenga mucha plata”, dice, y se explaya: “Creo que nosotros tenemos una propuesta innovadora, que es la cena show con animación, algo nuevo en Córdoba”.

Según Gorosito, otra de las opciones para seguir llenando el local es ofrecer distintas alternativ­as y precios, según el día. “Los domingos hacemos ferias de diseño y mateada, y los miércoles hay combos a precios accesibles porque sabemos que son los días menos fuertes”, ejemplific­a la administra­dora de Oye Chico.

AHORA ESTO SE VA A TRANSFORMA­R EN ‘GÜEMES SOHO’ Y VA A DEJAR DE TENER ESE ENCANTO BOHEMIO. DIEGO CARMONA, DUEÑO DE LA LA LÁ, UN BAR MUSICAL QUE CERRÓ

LOS ALQUILERES SON UNA LOCURA. CONOZCO VARIOS BARES QUE VAN A CERRAR POR EL TEMA DEL ALQUILER. MATÍAS SALEMME, DUEÑO DE EL MENTIDERO, QUE CONTINÚA

LA CLAVE ESTÁ EN QUE LA GENTE TIENE GANAS DE DIVERTIRSE AUNQUE NO TENGA MUCHA PLATA. ADRIANA GOROSITO, DUEÑA DEL BAR OYE CHICO

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(RAMIRO PEREYRA) adiós a la la lá. El espacio ubicado sobre La Cañada, con el formato de bar musical, no pudo resistir la suba de costos.
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(RAMIRO PEREYRA) En plena mutación. La bohemia de la noche de Güemes, desplazada por nuevas inversione­s.
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(RAMIRO PEREYRA) En obra. Una gran superficie ubicada sobre Fructuoso Rivera 321 albergará la propuesta de Cervecería Antares.

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