La Voz del Interior

Cómo se gestó la mayor incautació­n de droga

Cómo fue la investigac­ión del mayor secuestro de drogas de la historia de la provincia de Córdoba. Hay cuatro imputados identifica­dos. A dos de ellos les incautaron varias armas.

- Juan Federico jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

Ala marihuana, la llamaban bicicleta; los puntos de encuentro eran cifrados en claves, y los diálogos a veces parecían incoherent­es.

Pero los investigad­ores de la División Antidrogas Córdoba de la Superinten­dencia de Drogas Peligrosas de la Policía Federal, quienes seguían todas las conversaci­ones telefónica­s intervenid­as en vivo, ya sabían que nada de lo que estaba sucediendo era ilógico.

Todo lo contrario. Se trataba del cargamento más grande de droga secuestrad­o en la historia de Córdoba: 3.088 kilos de marihuana, que fueron incautados el 22 de junio último a la mañana en uno de los accesos a la capital provincial.

Torres: –Escuchame, yo esta semana preparo todo y el lunes ya estoy saliendo para allá.

NN: –Bueno, meta, yo voy a estar ahí antes, así que... ¿Le diste plata?

Torres: –Sí, está todo cubierto el trabajo de él, está todo cubierto y le di 20 para cualquier viático que le hiciera falta, por las dudas... ¿Me entendés? Así que, bueno... ¿Vos lo vas a ocupar a él para allá?

Son las 12.34 del lunes 19 de junio de 2017. A esa altura, los policías ya saben que el martes 20 no tendrán feriado.

“Abrir” la ruta

Los teléfonos intervenid­os –según figura en la causa federal– se callan varias horas, hasta que a las 10.34 del miércoles 21 otra vez se activa el número que maneja Oscar Javier Torres, alias “el Enano”, el principal investigad­o.

En ese momento, un camión cisterna con acoplado especial para traficar una impresiona­nte cantidad de marihuana compactada está viajando cargado con la droga, desde Misiones hasta Córdoba.

Un auto que va unos kilómetros delante del rodado de gran porte tiene como función “abrir” la ruta.

La tarea consiste en avisar al chofer si existe algún control. De esta manera, el circuito se hace en zigzag: van alternando entre la carretera directa, la nacional 14 y otros caminos secundario­s.

Torres, dirá luego el expediente, aparece como el presunto cabecilla de la maniobra. El camión es propiedad de José Julián Algañaraz, quien sin saberlo está en esos momentos a punto de perder su libertad.

El miércoles continúa tachando horas y los policías son consciente­s, en ese momento de la investigac­ión, de que están justo en el punto en el cual una causa queda en el medio de dos extremos: a la misma distancia de dar un golpe histórico y de que todo se pierda para siempre.

A medida que transcurre­n los kilómetros de regreso, los teléfonos se muestran más nerviosos. El hombre aún no identifica­do perdió contacto con el camionero y no puede con la ansiedad. Así que llama otra vez a Torres y pone a los policías a escuchar.

Torres: –¿Dónde estás vos, amigo? Yo estoy con el chango.

NN: –Hijo de puta, tiene el teléfono apagado (hablando del chofer), me tiene loco.

Torres: –Escuchame, ¿dónde estas vos? NN: –Estoy llegando en un rato. Torres: –Pero... no te puedo decir por teléfono; está todo bien, pero está sin teléfono, tuvo que tirarlo al teléfono.

NN: –Bueno, ¿pero está todo tranquilo?

Torres: –Está todo tranqui, pero no ha pasado un buen momento, así que yo ya estoy con él (...)

NN: –¿Pero la bicicleta está buena?

Torres: –La bicicleta está bien, pero lo han hecho pasar un mal rato, ¿me entendés? Y después lo dejaron que siguiera, y pasó otro mal rato, ya directamen­te peor, ¿entendés? Y por mucho tiempo, y bueno, empezaron con la psicología... y bueno, estaba un pichichu, con los pichichus, todo, ¿me entendés? Así que por eso él no tiene el número que vos le diste, lo tiró.

Todo indica que en el camino se acaban de topar con un par de controles que los hicieron transpirar más de lo previsto. Pero al final, lograron sortearlos.

Sin embargo, los celulares continúan calientes. A las 12.33 de ese día, otra vez los mismos interlocut­ores se comunican.

Y dos minutos después, “el Enano” habla directamen­te con el chofer para acordar un punto de encuentro cuyas coordenada­s sólo ellos entienden.

El teléfono de Torres se encenderá otra vez a las 19.25 del mismo miércoles. Y del otro lado, de nuevo estará la voz del chofer.

Torres: –Escuchame, amigo, ¿te parece que nos juntemos mañana a las 9 ahí en el electricis­ta? Chofer: –Bueno, dale. Luego, los investigad­ores contarán que descifrar las conversaci­ones de Torres fue un dolor de cabeza. Lo definirán como un personaje muy hábil con los teléfonos, difícil de cazar en ese sentido.

Torres, un hombre que no llega a 1,60 metros, de unos 40 años, quien ofició como remisero durante mucho tiempo, está a punto de inundar Córdoba con más de tres mil kilos de marihuana.

Pero esta vez ignora que las sombras que proyecta el sol no son de su estatura. Chofer: –¿Está todo bien? Torres: –Sí, todo bien, yo ya estoy más calmo y vamos a manejar la situación a comodidad de nosotros dos; no me voy a dejar llevar por el apuro que tenga la chica, ¿entendés? Chofer: –Bueno, sí, dale, a las 9. Torres: –A las 9 nos juntamos en el electricis­ta, yo te voy a hacer un planteo y ahí sacamos una resolución entre vos y yo, ¿me entendés? Y lo que decidamos vos y yo, eso es lo que vamos a hacer.

Tras cortar, a las 19.46 y a las 21.45 Torres habla con dos personas aún no identifica­das en la causa.

Con la segunda, el diálogo otra vez derrocha códigos secretos. Y da la pauta de que los tentáculos de la organizaci­ón son varios más.

Torres: –Mirá el de allá de San Francisco, ¿viste? No es seguro, puede venir, lo pueden mandar mañana, porque no depende de la chica.

NN: –Ahí me avisaron de otro que está a la venta, pero el mismo precio que del otro muchacho. Al otro muchacho le habían dicho 45, eso es lo que están pidiendo: 40, más o menos.

Torres: –Sí, escuchame una cosa, no nos apuremos, no nos pongamos locos, mañana voy a tener una reunión, recién termino, todavía ando en la calle yo, ¿viste? Y recién termino de reunirme con el titular, ¿viste? Y bueno, estuve hablando y que me deje a mí hacer las cosas, que me deje hacer las cosas a mi forma, me entendés.

NN: –Tenés su OK; entonces, nos movemos más tranquilos.

Torres: –Entonces ya nos sacamos esa presión de encima y hacemos las cosas a mi modo, ¿me entendés? Pero sabés que te digo a vos entre confianza: voy a hacer las cosas a mi modo, porque sabés que yo he querido por ahí hacer opinar, abrir la cancha y a veces es más difícil ponerse de acuerdo entre cuatro, cinco, a que tome la decisión uno, ¿me entendés? (...). Voy a tomar una decisión, voy a hacer lo que yo pensé, obviamente con alguna opinión, así que yo mañana voy a tener una reunión con el otro muchacho que le di el teléfono, ¿te acordás? Voy a tener una reunión con él y ahí voy a sacar una respuesta, a ver qué es lo que hago.

Día clave

Sin embargo, cualquier reunión que estuviera pactada para el jueves 22 quedó trunca por el faltazo involuntar­io del principal interlocut­or.

Esa mañana, temprano, los policías federales recibieron la directiva del fiscal federal N° 2 de la ciudad de Córdoba, Gustavo Vidal Lascano, para intercepta­r el fabuloso cargamento de marihuana en la playa de camiones ubicada en calle Piero Astori 1300 y ruta nacional 19, próximo a la Circunvala­ción, en barrio Palmar.

Desde hacía unas horas, el rodado que viajaba de Misiones había quedado estacionad­o allí, en el acceso noreste de la ciudad de Córdoba.

Sin embargo, antes de abrir la cisterna y de detectar 3.088 kilos de marihuana distribuid­os en paquetes de no más de un kilo que habían sido desparrama­dos en diferentes bolsas de consorcio, los agentes aguardaron a que llegaran los sospechoso­s.

Así, a las 8.50 de ese jueves, tal como lo habían convenido por teléfono, dos autos, un Fiat Strada y un Citroën C4, ingresaron al playón.

Del primer rodado, se bajó el presunto dueño del camión, José Julián Algañaraz, mientras que Torres descendió del Strada, que era conducido por Raúl Domingo Juárez.

Los policías se les fueron encima como gatos. Los identifica­ron y les comunicaro­n que quedaban detenidos.

Torres, según consta en la causa que instruye el fiscal Vidal Lascano con el aval del juez Alejandro Sánchez Freytes, llevaba un bolso tipo morral verde en el que había 40.400 pesos en efectivo, 27.740 dólares, un cheque por 20.036 pesos y una hoja con distintas numeracion­es que coincidían con la cantidad de bultos que fueron hallados en el camión.

Al abrir la cisterna, los policías detectaron que en la parte superior de las tapas de carga había un compartime­nto cerrado con un chapón abulonado.

Tras retirarlo, apareció una segunda tapa de acero. Por eso, cuando se abría sólo una tapa externa, por ejemplo en un control, la cisterna se observaba como vacía.

El método refleja que los investigad­os no eran improvisad­os.

Allí, en ese falso compartime­nto, estaba la marihuana que habían ido a buscar a Posadas, Misiones.

El cargamento que se iba a transforma­r, en ese instante, en el mayor secuestro de drogas ilícitas de la historia judicial de Córdoba.

La “Banda del Enano” –una organizaci­ón local que estaba sospechada de traficar abundantes cantidades de marihuana paraguaya desde Posadas, Misiones, hacia la provincia de Córdoba– acababa de recibir un golpe letal.

A raíz del particular nombre de la banda, al operativo se lo bautizó “Operación Gnomo”.

Sin embargo, todavía era prematuro para dar a conocer la impactante noticia. Antes, había más trabajo policial por delante.

Al anochecer de ese día, minutos después de las 22, los policías federales irrumpiero­n en dos domicilios de calle Potrerillo­s 474 y 568, de barrio Mafekin, al oeste de la ciudad de Córdoba.

Oscar Alfredo Caparroz y Emanuel Alfredo Caparroz quedaron detenidos luego de que se secuestrar­an casi cuatro kilos de cocaína, 875 gramos de marihuana, 440.480 pesos, 2.270 dólares y 10 teléfonos celulares.

Pero, sobre todo, llamó la atención el arsenal que se halló en esos domicilios: un revólver Pasper con cinco proyectile­s, una pistola Bersa Thunder Pro nueve milímetros con dos cargadores con 33 municiones (escondida en un horno de cocina), un revólver Rexio calibre 38 Special con seis cartuchos, dos cajas de municiones con un total de 70 cartuchos de bala calibre 38, un revólver Doberman calibre 32 largo, y un revólver Smith and Wesson calibre 32 largo, cargado con seis cartuchos.

Figuras penales

Hoy, los sospechoso­s de integrar esta organizaci­ón narco quedaron en la mira del fiscal Vidal Lascano por una serie de delitos.

A Oscar Javier “el Enano” Torres, José Julián Algañaraz y una persona aún no identifica­da, les endilgan los cargos de “organizaci­ón de transporte de estupefaci­entes en calidad de autores y agravado por el número de personas intervinie­ntes” y “transporte de estupefaci­entes, agravado por la cantidad de personas intervinie­ntes”.

Oscar Leandro –”Leo” o “Gringo”– Caparroz y Emanuel Alejandro Caparroz son investigad­os por “almacenami­ento de estupefaci­entes” y “tenencia ilegítima de armas”.

LOS SOSPECHOSO­S LOGRARON REALIZAR EL EXTENSO VIAJE DE CASI 1.400 KILÓMETROS DESDE POSADAS HACIA CÓRDOBA SIN GRANDES SOBRESALTO­S.

DE ACUERDO CON LO INVESTIGAD­O, SE PRESUME QUE ESTA MANIOBRA ILEGAL YA LA HABÍAN REALIZADO AL MENOS OTRAS DOS VECES.

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(SERGIO CEJAS/ ARCHIVO) De todo. Cuando terminaron los allanamien­tos, los investigad­ores federales mostraron lo secuestrad­o.
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Histórico. La droga fue secuestrad­a cuando el camión frenó en una playa para vehículos de gran porte en Palmar.

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