La Voz del Interior

Paula Arribillag­a

-

“A estos chicos hay que ayudarlos en el día a día y acompañarl­os en cosas que para nosotros son básicas, pero para ellos no. Tienen que ver otras salidas”. Primera fuga A los tres meses, se fugó y comenzó a vivir en villas. “Fui a parar a la casa de un amigo, en Bella Vista. Mi vida era tener que hacerme cagar por la comida, por todo. Era la nada. No había nada en la calle que me pudiera ayudar. En la calle, era pelear para vivir. Estar en cana o en la calle, esa era mi vida. El cuento de que ‘el que quiere puede’ es eso: un cuento. Yo quería y no podía”, cuenta.

“Todo el tiempo las personas te están señalando: ‘¡Ese es choro! Yvostecreé­squesoseso­ynada más. Pero nunca perdí la ilusión, a pesar de todo, de terminar la escuela, de tener un trabajo, de formar una familia. Siempre me gustó ir a la escuela, pero recién pude terminarla en el Complejo Esperanza”, asegura.

Ahora cuenta que Paula Arribillag­a, una socioeduca­dora de la ONG Libertando, y el juez José González del Solar han sido muy importante­s para el cambio que está transitand­o. Hoy vive en la casa de un hermano.

Desde muy chico se drogaba con todo tipo de sustancias, pero más que nada con marihuana. “Hasta no hace mucho”, dice.

Tiene una hija de siete meses: “Ella es como un medicament­o para mí. Me hace bien. Me hace olvidar de todo cuando estoy con ella o cuando veo una foto”.

Si a los 9 años ya andaba solo, a los 12, cuando se vino a la ciudad de Córdoba, estaba obligado a salir de noche porque no tenía donde dormir. No tenía a nadie. Intentaba dormir junto a la estatuta de los héroes de Malvinas en la Plaza de la Intendenci­a, pero estaba en vigilia permanente.

“No podía dormir tranquilo porque si los policías me descubrían, me llevaban. Tenía que estudiar todos los movimiento­s, tenía que estar alerta. Todavía, cuando paso por esa plaza, me veo durmiendo ahí”, rememora.

“Fue muy duro vivir estas cosas. Mi vieja vivió la misma historia. Y yo me preguntaba: ‘¿Por qué tengo que repetirla?’. Es difícil ver las oportunida­des desde este lugar. Todos tenemos oportunida­des, pero es más difícil para algunos verlas. Lo más fácil es robar”, reflexiona.

“Ahora tengo la esperanza y la ilusión de poder ser alguien. Estoy terminando la secundaria a distancia y quiero seguir estudiando. Antes no podía pensar en no robar, porque no tenía otra cosa para sobrevivir. Reconozco que he ido a robar armado, pero sin balas en el cargador. Robar o pedir era la única salida”, dice.

Nos despedimos. Lo veo irse y no puedo dejar de pensar en la igualdad de oportunida­des. Es tan real como la mirada triste de A.G. o la angustia de aquella mujer cuando le arrebatan la cartera.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina