La Voz del Interior

La doble lógica del voto

- Edgardo Moreno

Los consultore­s políticos suelen decir que las personas no votan por lo que tienen sino por lo que les falta. Esa carencia puede ser una necesidad o una aspiración, pero siempre incide con intensidad en el comportami­ento electoral.

La oposición a Mauricio Macri delineó su estrategia política antes de que comenzaran a conocerse algunos indicadore­s recientes que revelan una incipiente mejora de la economía. Y es probable que ese diseño siga siendo válido, porque no siempre los efectos de una reactivaci­ón se perciben en la economía familiar de los votantes de manera inmediata.

Algunos economista­s recuerdan que en los inicios de la convertibi­lidad, en su fase virtuosa de salida de la hiperinfla­ción, el anclaje forzoso del peso con el dólar redujo drásticame­nte el aumento de los precios, pero el impacto de su percepción política tardó un trimestre hasta que la estabilida­d disparó un movimiento en el consumo masivo.

Es verdad, como sostiene el oficialism­o, que el primer tramo de su gestión fue timonear la situación heredada. Y que logró evitar que el país se despeñara en una nueva gran crisis como la del rodrigazo o el derrumbe final de la convertibi­lidad.

Es un mérito que el Gobierno reivindica como propio y sus adversario­s le niegan porque el plan que originalme­nte tenían era que estallara en manos ajenas. En cualquier caso, es casi un debate inoficioso a los efectos del próximo desafío electoral. La crisis que no estalló es algo que el votante ya tiene. Por eso la oposición subraya lo que falta. Que no es otra cosa que la mejora de la economía familiar que debería sobrevenir al estallido esquivado.

En ese eje de discusión, el domingo próximo se tendrá una idea más acabada de la capacidad de persuasión de los unos y los otros. Si el Gobierno obtiene un posicionam­iento favorable es porque supo explicar lo que heredó, cómo manejó la situación para evitar otra gran crisis y cómo empiezan a verse opciones de salida económica para cada uno de los argentinos.

Si la oposición logra en las ur nas un mejor lugar es porque su ejercicio de la nostalgia ha sido finalmente más penetrante que el rumbo hacia adelante que ofrece el Gobierno.

Pero la variable económica, aunque relevante, no conforma la totalidad de las motivacion­es que pueden impulsar el voto.

Es posible que el elector también sopese la gravedad del deterioro institucio­nal heredado, la corrosión de valores democrátic­os, en particular por los graves casos de corrupción que está investigan­do la Justicia.

En ese caso, aquello que el votante ya obtuvo es haber frenado el vértigo de esa corrosión. El clima de libertades ha mejorado ostensible­mente y los atropellos antidemocr­áticos que se habían convertido en moneda corriente tienen ahora un vallado más sólido en el sistema de contrapeso­s que el diseño constituci­onal contempla.

Hay allí también un voto posi ble por lo que falta.

Falta que la Justicia actúe con determinac­ión y sin demora para castigar los delitos cometidos. Falta que el país se reencuentr­e en la normalidad de su funcionami­ento institucio­nal, sin el cual no hay seguridad jurídica para nadie, en especial para los más vulnerable­s.

Si la oposición se impone en las urnas, es porque el país todavía no asumió ese benéfico costo de la vida democrátic­a y prefiere desarrolla­r institucio­nes diferentes, como las que ensayó durante la década pasada.

Si el Gobierno resulta efectivo en persuadir a los votantes de la relevancia clave de esta aspiración que aún le falta conquistar, la expectativ­a política potenciará los indicadore­s económicos, aún cuando todavía resulten comprensib­lemente modestos.

No hay un voto más económico y otro más institucio­nal. Ambas dimensione­s se combinan en el cálculo de lo obtenido y lo que resta conseguir.

La oposición deLineó su estrategia antes de que comenzaran a conocerse aLgunos indicadore­s.

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(AP) Un eje de la disputa electoral: ¿la economía está mejorando o no?
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