Liliana Bodoc recorre los caminos de la trata de personas
La escritora Liliana Bodoc presenta en Córdoba su última novela, que aborda la problemática sobre la trata de personas. “Elisa. La rosa inesperada”, la obra en cuestión, contará con el apoyo de Micaela, la hija adolescente de Marita Verón.
Elisa Viltes tiene 13 años y vive en una villa de Santa Fe. Sus padres formaron un grupo de cumbia, Naranja Dulce, que sale de gira por tiempo indefinido, y ella queda al cuidado de su abuela y en un hogar para chicas desvalidas durante un par de años.
Elisa es una niña nacida de otra niña, y carga con su soledad y con los dolores sociales mezclados con los típicos de la adolescencia. En medio de un viaje personal y de una búsqueda, termina involucrada en una red de trata de personas en el norte argentino.
Elisa. La rosa inesperada es una conmovedora novela de la escritora Liliana Bodoc, que hoy se presentará en Córdoba con la presencia de Micaela Verón (18), hija de Marita, desaparecida el 3 de abril de 2002 en Tucumán.
“Cualquiera que se haya asomado al alma humana, sabe que la maldad se alimenta de maldad, o muere”, se lee en un tramo del libro.
En la novela, Bodoc se corre del género fantástico y juvenil para abordar un tema necesario como el de la trata.
La escritora asegura que darle visibilidad al asunto puede servir de algo, y que no se preocupó para quién iba dirigido el libro al momento de escribir. “Me importó un rábano para qué público era –dice en diálogo telefónico con VOS–. No me puse, no quise ni tuve ganas de pensar en eso. Sé que es dura, sé que desde lo formal puede tener dificultades para un lector joven, pero no podía hacer otra novela distinta”. Y admite, de todos modos, que le encantaría que la leyeran los jóvenes.
“Elisa arrastró su dolor, su soledad, el estigma social, y lo cargó hasta Tilcara, donde se encontró con los diablos que se aprovecharon de ella”, explica la escritora, quien cuenta un viaje y a la vez un naufragio, de Elisa (la protagonista) y de ella misma.
“La idea de la trata, que finalmente atraviesa la novela, fue apareciendo en la escritura”, dice Bodoc. Es determinante, es un punto clave de la narración, pero no es el único: hay en el relato mucha belleza dolorosa, pinceladas de retratos sociales, humanos, narrados con sencillez y poética. Y con esperanza, también. A fin de cuentas, ella es una convencida de que se puede pensar la ficción “como un modo de intervenir la realidad y transformarla”.
“El mal, como planta que es, no se está quieto. Crece. Y si encuentra buena tierra, arma un zapallar en poco tiempo. El bien, si me permiten, es de esas plantas difíciles, que por cualquier descuido se secan o se pudren”, se lee en otro tramo del relato.
La de Córdoba será la primera presentación, y para Bodoc “es un honor” que Micaela y la fundación María de los Ángeles formen parte. “No hablé personalmente con ella, pero tuve a través de la editorial la mejor de las devoluciones. Quiso estar presente, y para mí es honroso que quien atravesó una situación como esta pueda valorar una ficción, con todo lo que significa como recorte, como extravío. Para mí significa también una gran responsabilidad”.
Para el 15° aniversario de la desaparición de su mamá, Micaela declaró en abril que el juicio, y especialmente la absolución de los imputados que luego fue revocada, la ayudó a entender hasta qué punto llegaba la corrupción. “Esto no es sólo el caso de Marita Verón, tiene que ver con la Justicia, con la Policía, con el poder político, con un montón de gente que está en el medio, ayudando a los tratantes, a los narcotraficantes... algo que no debería suceder”, dijo al periodista Roberto Romero, en una entrevista publicada por Revista Susana. “Al principio, no dije que era hija de Marita Verón, porque no lo sentí. Después, me fui haciendo más amigos y les conté. Yo tengo custodia y si me muevo muy lejos, me tienen que llevar con Gendarmería. Entonces, vienen las preguntas: cómo pasó lo que pasó, qué siento, cómo me imagino a mi mamá”, amplió. Diario de viaje y naufragio Liliana Bodoc se consagró en el universo de la literatura juvenil con La saga de los confines (Los días del venado, Los días de la sombra y Los días del fuego), por la que recibió distinciones internacionales y fue traducida en varios idiomas. Con Elisa. La rosa inesperada se corrió del género, pero no deliberadamente. Escribió, como nunca, sin pensar en el receptor. “Fue lo que salió”, confiesa. “Me encantaría que la leyeran los jóvenes, porque la escribí con el máximo amor por el lenguaje y por la historia”.
El libro partió de la idea de hacer un viaje hacia Tilcara, de escribir una tranquila bitácora, atravesada por alguna ficción.
La escritora marchó a Jujuy con esa idea, pero no la pasó nada bien. Allí tuvo “experiencias emo- cionales muy fuertes” que finalmente se trasladaron a la novela y al personaje de Elisa. “No voy a pretender hablar de magia ni nada por el estilo, pero finalmente tuve que abortar el viaje y también la idea de la novela, que descansó durante casi un año hasta que pude volver a ella”.
Elisa. La rosa inesperada no plantea un recorrido lineal acerca de aquella Elisa “con la tristeza marcada a lápiz sobre cada uno de sus rasgos”.
No sólo es acerca de su sufrimiento, sino que también invoca –sin juzgar– la vida en una villa miseria, o las contradicciones de los turistas que invaden los lugares casi irresponsablemente.
“En Tilcara es muy fuerte el contraste entre la mirada del turista, siempre insolente aunque pretenda ser respetuoso, y ese pueblo callado, oculto, sabio, milenario”, detalla Bodoc, que empezó el viaje sin sospechar ninguna oscuridad.
El viaje de Elisa es ficción pura, pero también es pura realidad. Su historia, contada poéticamente, con ritmo de cumbia como música de fondo, es a la vez una señal de alerta.