La Voz del Interior

La casa de los libros recuperado­s

- Juan Carlos Simo Editor jefe multiplata­forma

el hijo de una pareja de exiliados encabezó la recuperaci­ón de una biblioteca prohibida, enterrada hace 40 años en córdoba.

ala luz de nuestro presente, con la impronta digital en la circulació­n de ideas, para algunos puede sonar extraña la obsesión con la que las dictaduras persiguier­on y aún persiguen la posesión de libros con textos que esos regímenes totalitari­os consideran o tildan de “sospechoso­s”. Tener esos objetos costaba y cuesta vidas. En Córdoba, el 29 de abril de 1976, el entonces jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, Luciano Benjamín Menéndez, encabezó la quema de centenares de libros en el predio de camino a La Calera.

Para evitar represalia­s, muchos cordobeses quemaron por su cuenta sus propias biblioteca­s. Otros, como Salomón Gerchunoff, ocultaron los libros detrás de una pared de ladrillos en su casa de barrio Parque Vélez Sársfield, de la ciudad de Córdoba. Cuando este abogado integrante del Partido Comunista fue secuestrad­o –pasó por los centros clandestin­os de tortura de Campo de la Ribera y La Perla, antes de ser finalmen- te “blanqueado” en la excárcel de San Martín–, la familia tuvo que malvender la casa, sin poder recuperar esos libros.

Salomón murió en 2002. Recién en 2008, cuando la vivienda había cambiado de propietari­o, sus hijos pudieron voltear la pared y retirar los cientos de textos. La historia fue convertida en un documental llamado La casa de los libros perdidos.

En nuestro Primer plano de hoy, reconstrui­mos la historia de otra recuperaci­ón de una biblioteca que fue ocultada por sus propietari­os por temor a perder la vida, pero con la voluntad de recuperarl­a en algún momento.

Esa apuesta al futuro la hicieron Dardo Alzogaray y Liliana Vanella. Dardo murió en 2016, pero antes fue entrevista­do por su hijo. En la casa en la que aún vive Liliana, se logró recuperar la biblioteca, con el aporte del Equipo Argentino de Antropolog­ía Forense. Esos libros no pueden leerse hoy, en el sentido literal, pero sí como un símbolo de lo que fue toda una época y como un ejercicio de construcci­ón de memoria.

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