La Voz del Interior

El valor cultural de la ley

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La estadístic­a de la Secretaría del Niño, Adolescent­e y Familia de la Provincia (Senaf) de 2016 es alarmante: el 45 por ciento de los menores de entre 14 y 17 años que ingresaron al sistema penal juvenil el año pasado por un delito grave ya tenían antecedent­es. En otras palabras, casi uno de cada dos era reincident­e.

Si bien el dato en sí mismo es preocupant­e, el informe de la Senaf está ligerament­e sesgado: los chicos que son detenidos en el interior provincial casi no figuran en él, ya sea porque no cuentan con antecedent­es o porque no pueden ser alojados en comi- sarías y son puestos a disposició­n de sus padres.

En concreto, de los 1.610 jóvenes que analiza el estudio, 1.417 (88 por ciento del total) fueron detenidos en Córdoba capital.

De todas maneras, las autoridade­s admiten que la delincuenc­ia juvenil sigue siendo un fenómeno que se concentra en las grandes ciudades y en delitos contra la propiedad (992 chicos), mientras que se mantiene en un número reducido –aunque constante– la cantidad de menores detenidos por homicidio o tentativa de homicidio (28 jóvenes).

Como es lógico, lo primero que el Estado debiera entregarno­s es una estadístic­a confeccion­ada acorde a los estándares de rigor. Los adolescent­es detenidos devueltos a sus padres, los que están en el programa de libertad asistida o los que son alojados en otro centro distinto al Complejo Esperanza también son parte de este flagelo.

De hecho, no son pocos los padres o tutores que no logran impedir la reincidenc­ia de los menores en su custodia. Por lo tanto, no pueden ser omitidos.

Una vez dicho esto, lo segundo por tener en cuenta es que el Estado debe contar con planes de integració­n social, educativa y laboral para combatir la delincuenc­ia juvenil y la reincidenc­ia.

El Programa de Mediación implementa­do por la Senaf –que trata de encontrar una resolución al daño causado que sea alternativ­a a la judicializ­ación– sólo pudo abordar 35 casos el año pasado; y de ellos, sólo en 23 alcanzó su objetivo, que incluía que los menores se comprometi­eran a no volver a delinquir.

Si es una buena alternativ­a, ¿por qué no puede avanzar más?

En ese mismo contexto, si el número de casos problemáti­cos es elevado, ¿qué diagnóstic­o se hace de los menores involucrad­os en ellos y con qué otras herramient­as cuenta la Senaf para alcanzar el objetivo de disminuir la delincuenc­ia juvenil y la reincidenc­ia?

No debemos perder de vista que el objetivo es lograr que estos jóvenes reconozcan el valor cultural de la ley. Recordemos que el “no robarás” y el “no matarás” son principios culturales precristia­nos que rigen la convivenci­a humana.

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