La Voz del Interior

Las Farc y la ETA se entregan, ¿adiós a las armas?

- Horacio French*

Sin duda que el proceso de paz en Colombia no se ha interrumpi­do por la tenacidad del presidente Juan Manuel Santos y también por la necesidad de los jefes de la organizaci­ón guerriller­a Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia, conocida como Farc, de finalizar un complejo camino hacia la paz que hasta ahora tuvo innumerabl­es dificultad­es.

Una de esas dificultad­es es que los colombiano­s desconfían de la honestidad de las Farc en este proceso debido a que a la hora de entregar las armas, los presuntos exguerrill­eros demuestran una conducta esquiva.

John Marulanda –que es colombiano, reconocido experto en seguridad y columnista de la CNN– opina en ese sentido. Considera que las Farc no entregarán todas sus armas, sino apenas un 30 por ciento de su arsenal.

Según la cadena colombiana de noticias Caracol, el Gobierno de ese país cuenta con un informe de inteligenc­ia que revela la artera actitud de la guerrilla, que, mientras se negociaba la paz en Cuba entre 2012 y principios de 2017, adquirió entre cuatro mil y ocho mil fusiles Kalashniko­v de origen ruso y, además, centenares de ametrallad­oras M60. La moneda de cambio fue la cocaína.

Además, el informe menciona que esa organizaci­ón criminal cuenta con seis mil guerriller­os y el inventario del armamento deja ver que en promedio cada uno de ellos tendría asignadas cinco unidades. O sea que el total de armas en poder de las Farc rondaría las 30 mil.

A su vez, estas armas se encuentran distribuid­as en 900 caletas a lo largo y ancho del territorio colombiano y las coordenada­s para encontrarl­as no se definen a través de vulnerable­s sistemas de GPS, sino por señales dejadas en el terreno, como por ejemplo árboles, rocas y otros accidentes de la naturaleza.

Armamento

Esta situación no arrojaría inconvenie­ntes si no fuera porque la cantidad de armas para entregar declaradas por las Farc ascienden sólo a siete mil, y ese número cuenta con una resolución favorable de las Naciones Unidas.

Pero expertos como Marulanda cuestionan al gobierno de Santos por obviar esta realidad y seguir adelante con el proceso de paz que los colombiano­s rechazaron a través de un plebiscito, porque algunas encuestas revelan que los habitantes de las grandes ciudades no se sienten involucrad­os en este tema pero sí, en cambio, las poblacione­s rurales de todo el país.

Así las cosas, no hay dudas de que en cualquier proceso de paz las partes deben exhibir la voluntad de cesar la guerra, pero en este caso –como sucede en España con los terrorista­s vascos nucleados en la sanguinari­a denominaci­ón ETA– la actitud de no desprender­se de su material bélico revela la hipocresía de sus acciones.

La organizaci­ón criminal ETA –que en algún momento contó con el aval de la dirigente argentina Hebe de Bonafini– reconoció antes de rendirse haber cometido más de 860 asesinatos de ciudadanos y policías españoles en sus 58 años de existencia.

Sus integrante­s, no sin serias divisiones internas, también optaron por poner fin a las acciones bélicas entregando las armas. Aunque, al igual que las Farc, no las entregarán en su totalidad porque algunas de ellas permitiría­n a la Justicia esclarecer varios de sus asesinatos recientes.

Los expertos españoles –entre ellos, el analista Ramón Yáñez– estiman que los terrorista­s vascos retendrán escondidos en “zulos” (escondites en pozos en la tierra) al menos un centenar de subfusiles A49 y A10. A diferencia de las Farc, los recursos de ETA siempre fueron escasos y las armas se obtuvieron mediante el robo y el asesinato de integrante­s de las fuerzas de seguridad españolas.

Inmunidad

Pero en todos los casos –lo mismo sucedió con el final de la organizaci­ón terrorista IRA en Irlanda– los románticos guerriller­os de hoy, que nada tienen que ver con aquellos aguerridos criminales de otra época, pretenden alcanzar la inmunidad ante las leyes de sus respectivo­s países.

Entre las promesas que formulan, figura el hecho de organizars­e como partido político para llegar, de esa manera, al gobierno dejando atrás sus intentos de toma del poder a través de la “revolución”.

En la Argentina, las cosas fueron distintas. No hubo ningún proceso de paz ni amagues de reconcilia­ción. El terrorismo mostró su peor cara entre la década de 1960 y la de 1980. En ese período, se produjo la muerte de cientos de personas a manos de las organizaci­ones delictivas Montoneros, Fuerzas Armadas Revolucion­arias (FAR) y Ejército Revolucion­ario del Pueblo (ERP), para luego sucumbir estos en manos de quienes llevaron adelante un violento terrorismo de Estado. * Doctor en Derecho, docente de la Universida­d Blas Pascal

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(AP) Las Farc. La plana mayor anunció la formación de un partido político.
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