Las vertientes del narcotráfico en Córdoba
juicio a los dos organizadores de aquella fiesta descontrolada, ayuda a trazar de manera simple cómo abunda la oferta de drogas en Córdoba.
Y lo simple que significa encontrar cualquier tipo de sustancias, pese a la abundante propaganda de las instituciones oficiales para intentar mostrar que están combatiendo su tráfico y venta.
De acuerdo a la causa judicial, en la casa de un amigo, antes de salir a bailar, Mignola ingirió alcohol y cocaína, y luego, popper y éxtasis que había adquirido en el boliche Loquitas, de la ciudad de Córdoba.
Ya en la estancia El Silencio, en las Sierras Chicas, el joven, con antecedentes de adicción, continuó sumergido en un policonsumo sin pausa: en el estacionamiento bebió alcohol, fumó marihuana y aspiró cocaína, y luego, antes de ingresar a la pista, ingirió otra pastilla de éxtasis.
La descripción de lo que sucedió después es abrumadora: Mignola se dirigió a la playa de estacionamiento y comenzó “a desvariar, a tirarse al piso, a arrancar y comer pasto del suelo, a sacarse la ropa, a tocarse la cara, tirar sus cabellos hacia arriba, para luego moverse en todo momento, autolesionarse, sin tener ningún tipo de control sobre sí mismo, chocándose contra los vehículos estacionados”.
Todo ocurrió hace casi tres años. Demasiado tiempo para que nada haya cambiado.
Las fiestas electrónicas descontroladas continuaron sucediéndose en diferentes puntos de la provincia, en operativos casuales