La Voz del Interior

Orígenes intelectua­les del fundamenta­lismo islámico moderno

- Erick Kammerath* * Investigad­or de la Fundación Libre

Existe la tendencia en todo Occidente de intentar comprender el fenómeno del fundamenta­lismo islámico desde un análisis puramente individual­ista. Es habitual que después de un atentado en alguna ciudad europea se realicen, con los principale­s medios de comunicaci­ón a la cabeza, todo tipo de especulaci­ones respecto del contexto socioeconó­mico del joven que, devenido en yihadista, perpetró el ataque.

Así, de una rápida y poco rigurosa indagación, se llega a una cómoda conclusión: el joven extremista era un “excluido social”. Y luego se infiere lo obvio: la culpa del ataque es de la sociedad europea, que no logró asimilar a dicho joven y no le dejó más alternativ­a que la radicaliza­ción.

Es decir, una suerte de garantismo penal como el que sufrimos en nuestras tierras, pero adaptado a los victimario­s del terrorismo europeo.

Es cierto que una de las principale­s tácticas de reclutamie­nto del Estado Islámico en Europa consiste en acercarse a los jóvenes de entre 15 y 25 años de edad –ya sea de forma personal o mediante la propaganda– que atraviesan dificultad­es económicas, poseen antecedent­es penales o familias disfuncion­ales o cualquier otra situación que evidencie –a ojos de los reclutador­es– cierta condición de “marginados sociales” y, por lo tanto, facilite la posibilida­d de influir de forma determinan­te en ellos.

Pero no es menos cierto que otro gran porcentaje de yihadistas está constituid­o por jóvenes que, pese a tener familia, amigos y encontrars­e en una situación económica favorable, optan por la radicaliza­ción, luego de una previa conversión al islam, para terminar, meses después, como “mártires” en algún país de Medio Oriente.

A estos dos grupos debe añadirse un tercero, constituid­o por jóvenes hijos de primera y segunda generación de inmigrante­s musulmanes.

La relevancia de estos últimos surge a partir de una similitud con los primeros: su condición de marginales. Pero con un agregado que los diferencia de manera fundamenta­l: su marginalid­ad es voluntaria. Es una consecuenc­ia de su religión.

Política y religión

Que el islam sea el factor común entre las diferentes categoriza­ciones de jóvenes extremista­s que hemos propuesto no es mera casualidad. A diferencia de la concepción secular que tenemos en Occidente respecto de la función social de la religión, el islam no reconoce distinción entre lo religioso y lo político.

Dicho de otra manera, el islam es también ideología política, y, como tal, posee intelectua­les de entre los cuales destacarem­os a quien consideram­os es el principal responsabl­e del islamismo moderno: Sayyid Qutb.

No caben dudas de que fue Qutb, nacido y criado en un Egipto muy diferente del actual, marcado por una fuerte influencia occidental (producto de la ocupación inglesa), quien con sus libros generó un drástico cambio –tanto en su país natal como en gran parte del mundo musulmán– en la cosmovisió­n que a mediados del siglo 20 se tenía sobre Occidente y, en especial, Estados Unidos.

Como explica Lawrence Wright en su libro The Looming Tower, pese a su educación moderna y secular, para Qutb, quien a los 10 años ya había memorizado el Corán, las distincion­es existentes entre capitalism­o y marxismo, cristianis­mo y judaísmo o fascismo y democracia resultaban insignific­antes. Pensaba que la gran división debía ser entre el Oriente musulmán, por un lado, y el Occidente cristiano, por el otro.

Si bien esbozó estas ideas en su juventud, la radicaliza­ción de Qutb puede ubicarse en su retorno a Egipto, a comienzos de la década de 1950, luego de haber vivido y ejercido como profesor durante dos años en Estados Unidos.

Según lo entendió Qutb a partir de esta experienci­a, los valores de la modernidad habían convertido a la sociedad estadounid­ense en adoradora del materialis­mo y estaban infectando en la actualidad al islam a través del colonialis­mo europeo.

La solución era indiscutib­le: el mundo islámico debía abandonar su estado contemporá­neo de jahiliyya –edad de la ignorancia anterior al surgimient­o del profeta Mahoma– y retornar el islam al lugar que pertenece: el de ordenador de la vida pública y privada de todos los musulmanes, por medio de la aplicación irrestrict­a de la

sharia (la ley islámica). La notoriedad que tomó Qutb como escritor e intelectua­l islamista, sumada a su manifiesta oposición al gobierno de Gamal Abdel Nasser –el presidente de Egipto en ese momento, al que Qutb concebía como la cabeza de un régimen secular–, el lanzamient­o de su libro Milestones y sus vínculos con los llamados Hermanos Musulmanes, llevaron a Qutb a ser condenado a la horca en 1966 por el oficialism­o egipcio. Algo que él asumió con tranquilid­ad, puesto que, según aseguraba, su condena lo convertirí­a en un mártir y contribuir­ía a la difusión de sus ideas. Estaba en lo cierto.

A modo de conclusión, entonces, podemos afirmar que entender al extremismo islámico como la consecuenc­ia de una ideología fundamenta­da en una religión es sólo un agregado más a las diferentes ramas de estudio que deben existir en torno de un fenómeno por demás complejo, al que Samuel Huntington supo resumir como el “resurgimie­nto islámico”, en el marco de su noción de “choque de civilizaci­ones”.

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Sayyid Qutb. Ideólogo del fundamenta­lismo islámico.

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