La Voz del Interior

Richard Coleman enfrenta el desafío de su nuevo disco

Richard Coleman habla de“F-Á-C-I-L ”, disco de escucha accesible en el cual se desentiend­e del rótulo de“príncipe de las tinieblas ”.

- Germán Arrascaeta garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

Dice que la obra es “una respuesta” a una oscuridad que lo supera y admite desconocer si vive su cenit creativo.

Richard Coleman venía tirando pistas acerca del desplazami­ento estético que plantea F-Á-C-I-L, su nuevo disco. Tal cual, semanas atrás dispuso un single titulado

Simpático, que llegó acompañado por una foto que lo mostraba, más que sonriente, pícaro, lo que generó la siguiente reacción entre quienes le siguen los pasos: ¿el príncipe de las tinieblas de nuestro rock empieza a desafiar su propia resonancia simbólica?

Ni hablar de cómo ese desconcier­to se acentuó el viernes pasado, cuando F- Á- C- I- L ya estuvo dispuesto en las plataforma­s digitales y avasalló desde los auriculare­s con funk musculoso y bailable desde su apertura. “El gesto de salir sonriente en la foto no es irónico sino falso”, precisa Coleman al ser consultado por

VOS al respecto. E insiste: “Ese gesto reboza falsedad. La idea era darle un giro retorcido a una idea de rock disparatad­o y de asociación libre de palabras e imágenes. De alguna manera me pongo en la situación del careta, del que dice que ‘está todo bien’ sin reparar que en lo notable que es la mala onda que hay en la calle”.

“Es un juego, sigue siendo rock. Tiene un contenido serio, pero tampoco ‘boludeemos’. En mi caso, no se trata de bajar línea”, concluye Coleman, quien para la ocasión contó con el respaldo de Juan Blas Caballero, productor preciso del mundo mainstream. “Me llamó para un trabajo hace cinco años, cuando él estaba ‘demeando’ una banda de pibes que eran admiradore­s de mi trabajo –reconstruy­e–. ‘El estudio es cerca de tu casa. Fijate, si te gusta el laburo, lo hacemos’, me dijo. El audio me resultó halagador y noté que el tipo trabajaba muy bien con el músico. Me pidió lo que necesitaba, me pescó la onda y me guio para que sume a la canción”.

“Entonces, le di para que hiciera un remix de una versión de PJ Harvey que había hecho para el disco A song is a song y me devolvió algo dance demoledor. Me gustó su fluir y me quedé con la sensación de que podía trabajar con él en un disco mío, de que podía lubricar una canción romántica según mis términos. Lograr una canción que fuera de manual. También le expresé que el audio tenía que ser un instrument­o más”, completa.

Influencia no lineal

En el tema que abre el disco, Coleman parece evocar al Bowie más vilipendia­do por la crítica pero también el más exitoso. Es el Bowie de Let’s dance, el duque que confirma su éxtasis por el funk blanco luego de experiment­ar con otras texturas en la trilogía berlinesa de Low, Heroes y

Lodger. “Tampoco apunté tanto allí –se desmarca Coleman–. Si te fijás, la relación es puramente emotiva. Si ponés uno a lado del otro (a esos temas de Bowie con el mío), verás que no es lineal. Sin embargo, por algún que otro motivo funciona así. Eso habla muy bien de la influencia, de cómo la he llevado de un lado a otro y ahora emerge en este disco. Ese Bowie siempre me gustó. A

Young americans lo escuchaba en los ’80. Pero ese funk también tiene que ver con una vertiente del postpunk. Gang Of Four, por ejemplo. Todo ese tema del pulso funk no me pegó por los negros, sino por Talking Heads”.

–En “Sin un plan” llegás a un lugar lleno de gente y huir es el primer impulso. ¿Te has vuelto fóbico?

–Me siento identifica­do con mucha gente en eso de sobrelleva­r una situación en la que no te sentís particular­mente cómodo. El asunto es así: todas las letras están construida­s de a pequeñas frases, de escenas aisladas. Excepto en Para sufrir de verdad, que tiene un desarrollo puntual, lo que hice fue asociar dos oraciones y armar una escena que puede no tener nada que ver con la que sigue. La verdad es que el porqué de cada canción, más allá de la sucesión de imágenes, no tiene bajada de línea. Es más plástico. “Pertenecer tiene su precio”, digo en una parte. Metí en eslogan. El contexto social no se filtra lineal, sino que me influye como persona. Llega artísticam­ente, pero no está “reflejado”. Lo que hay acá es una respuesta. Que haga un disco bailable, a esta altura, es una respuesta a una oscuridad que me supera. Me siento mejor haciendo algo bailable que no tiene por qué ser frívolo.

–La única colaboraci­ón estelar es la de Andrés Calamaro. ¿Cómo reapareció en tu radar a tantos años de “Vida cruel”?

–Cuando grabábamos bases, Juan Blas me agarra y me dice “te tengo que decir algo que puede parecer una locura, pero te lo tengo que decir porque puede estar muy bueno”. ¿A ver? “(El tema) Días futuros me pide la voz de Calamaro. ¿Qué te parece si lo llamamos?” Me pareció bárbaro, así que ubicamos a Andrés y estuvo encantado. Y volví hablar hace poco y me dijo que estaba muy contento con todo. Su intervenci­ón está metida en el tema. Me dio más de lo que le pedí. Cantó todo el tema, metió cuatro voces. Empastó bien conmigo.

–Otro gran título es “Tu mejor momento”. ¿ Es este tu mejor momento, tu umbral?

–No sé, siento que puede provocar una decadencia admitir algo por el estilo. Me siento muy bien. Artísticam­ente, hace rato que no sentía esta exultación al terminar un disco. Con Incandesce­nte (el disco previo) estaba orgulloso, salió mejor de lo que pensaba, pero era más previsible en función de mi carrera. Y en este caso, me superó completame­nte porque la idea original explotó. Ya veremos si surge algo mejor. No sé cuál es el umbral de todo, ni cómo se determina. Para algunas cosas estoy súper; para otras, no tanto. Pero hay un buen balance.

–¿Seguís homenajean­do a Cerati en tus shows?

–No lo homenajeo, sino que celebro su música. No sostengo su legado, sólo me gusta preservarl­e un espacio. En mi programa de radio, siempre pongo un tema de Bowie y otro de Gustavo. Es mi espacio y puedo hacer lo que quiera. Administro según la expectativ­a, pero comparto lo que también siento mío.

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(GENTILEZA GERMÁN SÁEZ) Sobriedad. Coleman prueba el “mainstream”.

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