La Voz del Interior

Hermanas en la vida y en la lucha contra los incendios

Romina y Carolina Basualdo comparten mucho más que una historia familiar. Ambas son bomberas voluntaria­s en Malagueño.

- Fernando Agüero Correspons­alía

Carolina (21) es la hermana menor, pero tiene más antigüedad en el Cuerpo de Bomberos de Malagueño. Romina (29) tiene que apaciguars­e cada vez que, como en la casa o en la vida cotidiana, se le escapa a un reto hacia la más chica de la familia Basualdo.

Ambas estuvieron entre los más de 200 bomberos que la semana pasada batallaron contra las llamas en la Reserva Natural de la Defensa La Calera, y, por primera vez, trabajaron codo a codo durante 24 horas seguidas en la montaña, contra el fuego directamen­te y en guardia de cenizas.

Carolina y Romina son hijas de Mario Basualdo, quien en 1997 se sumó al recién creado Cuerpo de Bomberos de Malagueño y fue su primer jefe.

La mamá de ambas es Beatriz, miembro de la Comisión Directiva, quien durante los días del incendio forestal se encargó, junto con otras madres y vecinas del pueblo, de mantener llena la panza de los voluntario­s y hacer que no les falte nada.

“Más allá de que es algo que viene de familia, un día vine al cuartel y los vi trabajar en un incendio, y decidí venir”, dice Carolina, quien comenzó su “carrera” con sólo 15 años de edad.

Hizo todos los niveles de formación hasta llegar al grado de bombero. Romina siempre estuvo con la familia en tareas de colaboraci­ón, hasta que hace unos tres años decidió ingresar también al cuerpo activo.

El viernes 18 de agosto, Romina fue una de las primeras en llegar, junto con los bomberos de la región, al incendio que se declaró en el Cerro Mogote, en plena reserva ambiental, y estuvo todos los días que duró.

Carolina estaba en cama, con gripe, y quería curarse rápido para ir a la montaña y ayudar. “Me recuperé y el lunes (21 de agosto) ya pude estar en el incendio. Estuve todos los días hasta el miércoles, cuando logramos controlar todos los focos”, dice.

Dentro y fuera del cuartel

Romina y Carolina son muy unidas, pero las peleas no están ausentes. “Fuera del cuartel, soy la que le doy órdenes y la reto”, dice Romina; y apunta que le cuesta mucho asumir que en el trabajo de bombero su hermana es la que puede darle instruccio­nes, ya que tiene más antigüedad en el cuerpo.

A las dos las unen, como parte de este ejército voluntario, las enseñanzas que les sigue dejando su papá, Mario. Aunque está retirado de la actividad, sigue ayudándola­s desde la casa. “Hoy nos lustró los borceguíes para que viniéramos al cuartel”, ejemplific­a Carolina.

Las hermanas cuentan que su padre tiene un sentimient­o ambivalent­e: se preocupa por ellas, por su seguridad, y a su vez les pide que salgan cada vez que hay una emergencia.

“Además de la vocación de cada una, en nuestro caso se suma el ejemplo de nuestro papá, su sacri

La semana pasada batallaron contra el fuego, codo a codo, durante 24 horas seguidas.

ficio y el esfuerzo en todo lo que dio y sigue aportando”, agrega la menor de las hermanas.

El actual jefe del cuerpo es Juan Manuel Molina, primo de las chicas, quien se hizo bombero cuando se estaba formando la asociación en Malagueño, y también pasó por todos los rangos.

El tema bomberil está siempre presente en la mesa del domingo. “A veces se arman peleas porque pensamos distinto en algún tema, así que hemos dicho que en casa no se puede hablar de política, de religión ni de bomberos; pero no cumplimos casi nunca con el propósito”, asegura Romina.

Contra el fuego, en el campo

Desde su convalecen­cia por una gripe que la mantuvo en cama, Carolina pensaba en su hermana que estaba en el incendio que tuvo a maltraer a casi todos los cuerpos de bomberos de la Provincia durante casi una semana. Pasó cerca de sus casas, en Malagueño, en las sierras que forman la Reserva Natural de la Defensa La Calera.

Romina estuvo desde el mismo día en que se iniciaron las llamas hasta el miércoles pasado, cuando lograron contenerla­s. Carolina se sumó al combate el lunes pasado y estuvo tres días en las sierras, dejando todo en cada momento.

“Hubo momentos en que era nuestro espíritu el que estaba ahí, parado, frente al fuego”, dice Romina. Dentro de lo positivo que rescató de estos días de intenso trabajo, subraya haber tenido la oportunida­d de estar junto con su hermana 24 horas seguidas en el frente del fuego.

“Es muy triste lo que pasó porque se quemó mucho monte nativo y, a su vez, es una experienci­a muy fuerte como grupo”, advierte Carolina.

“Se hizo difícil volver a la vida cotidiana, al trabajo de cada uno. La noche siguiente al día en que se controló el incendio, me desperté varias veces soñando que me pegaba alguna rama o con el fuego cerca”, cuenta Romina. Y agrega: “Es lindo estar al servicio, ser voluntaria, serlo sólo por eso. Hay mucha igualdad entre nosotros y todo el mundo debería tener alguna actividad en un voluntaria­do”.

Una comunidad solidaria

El Cuerpo de Bomberos de Malagueño se fundó en 1997 y tiene 26 bomberos activos. Entre ellos están, además de las hermanas Basualdo, una madre y un hijo, parejas y familias enteras detrás de cada efectivo.

Durante la semana del incendio de las sierras cercanas, la comunidad de Malagueño se mostró solidaria y atenta a las necesidade­s de sus bomberos. “Una señora mayor llegó llorando porque no entendía lo que pasaba... que se quemara el monte. Y sacó de su cartera un montón de estampitas para cada uno de los que íbamos al fuego”, cuenta Carolina.

Así también llegaron muchos vecinos con frutas, bidones de agua, barritas de cereales, bolsas de caramelos. Los chicos de los colegios locales les enviaron cartas, saludos y dibujos. Un reconocimi­ento real a los que dieron su esfuerzo y sus noches sin sueño para apagar el incendio.

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(LA VOZ) Servicio “familiar”. Carolina y Romina prestan servicio en el cuartel de Malagueño, donde su padre fue jefe y su mamá colabora.
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“Selfie”. Las hermanas Basualdo, minutos antes de ir al frente de fuego.

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