La Voz del Interior

Arcade Fire ha estandariz­ado su sonido

- Juan Manuel Pairone jmpairone@lavozdelin­terior.com.ar

En su quinto álbum, Arcade Fire abre la puerta hacia nuevos feudos. Luego de más de 10 años como parte del catálogo de un disquera independie­nte (Merge),

Everything Now es el primer trabajo de la banda canadiense en ser publicado por un sello grande (Columbia). Puede ser un detalle menor, pero da cuenta del estatus alcanzado por el combo liderado por Win Butler y Regine Chassagne. Con su tercer disco consecutiv­o al tope de las listas de ventas en su semana de lanzamient­o, Arcade Fire ya se ha convertido en uno de los grupos más importante­s de su generación.

No obstante, la banda no reniega de su identidad lúdica y experiment­al. Everything Now es un disco huidizo, por momentos instantáne­o y a veces desconcert­ante. Su concepto y su campaña de marketing son, de algún modo, más eficientes que la línea general que comparten sus canciones. De todos modos, entre el aparente caos algunas tendencias se imponen con naturalida­d.

Con pasajes musicales que recuerdan a ABBA y a la ligereza de la música disco, el álbum confirma la dirección tomada por el grupo en Reflektor (2013). La base rítmica y la voz de Butler son nuevamente protagonis­tas, pero la banda no se renueva efectivame­nte en la elección de recursos y, casi por primera vez, deja de lado uno de los secretos mejor guardados de su música, la sorpresa.

La verdadera novedad pasa por los productore­s que acompañaro­n el proceso creativo: Thomas Bangalter, del dúo Daft Punk, y Steve Mackey, bajista de Pulp. Más allá del fetiche de los nombres y de la conjunción de proyectos bisagra en la estética pop del último cuarto de siglo, el resultado puede apreciarse en esta versión más redonda y accesible de Arcade Fire. La canción homónima, Signs of

Life, Electric Blue y Put Your Money on Me son las cuatro piezas producidas junto al binomio de productore­s. Escucharla­s con detenimien­to lleva a entender la depuración sonora que busca, en parte, Everything Now.

Sin embargo, más allá de estos y otros grandes momentos (la versión cuasi punk de Infinite Content, la climática We Don’t Deserve Love), el final del álbum entrega algo concreto: Arcade Fire ha estandariz­ado su sonido. Hay vuelo creativo y gestos arriesgado­s que recuerdan al costado más infantil de The Beatles (Chemistry). Pero luego de 47 minutos de canciones, lo que falta es aquello que destaca a Neon

Bible (2007) o The Suburbs (2010) por encima de muchos contemporá­neos.

La sensación de una obra capaz de atravesar (y modificar) la existencia propia es algo que no se llega a poner en discusión.

Everything Now es interesant­e y divertido pero está lejos de la trascenden­cia de sus cuatro predecesor­es.

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Bajón de guardia. Arcade Fire perdió algo de su poder de fuego.

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