La Voz del Interior

Una vida para encontrars­e

Gracias a una escuela de barrio, Rosendo Vargas pudo reunirse con sus hermanas mendocinas, de quienes no sabía nada desde hacía 44 años.

- Guillermo Lehmann Correspons­alía

Nació en la mendocina San Rafael, pero en la adolescenc­ia se fue de su hogar. Dice que por controvers­ias entre sus padres. Fue sin destino ni bitácora definida y llegó sin saber muy bien por qué a la ciudad de Córdoba, como tantos aventurero­s azarosos.

Rosendo Vargas deambuló por diferentes lugares y oficios, intentó conseguir trabajos serios, pero la condición de analfabeto le jugaba decididame­nte en contra. Recaló en una muy precaria vivienda de barrio Los Robles, que alquila y paga con su escasa jubilación y algunas tareas informales de changarín “en lo que venga”.

Sufrió inviernos duros, desamparo, olvido. A los 64 años se decidió a aprender a leer y escribir. Rosendo llegó entonces a la escuela Lino Acevedo, de ese mismo barrio Los Robles en la capital cordobesa. Fue en marzo pasado que con su bicicleta empezó a llegar cada noche al colegio. Con suerte, en un año terminaría el primario que nunca había hecho.

En eso anda Rosendo, con paciencia y tenacidad, acompañado por su profesora Susana Flores que le acomoda los horarios para que pueda cumplir su meta.

“Hubo un momento en que escuché a una mujer de 84 años que había terminado la primaria y me dije: por qué yo no puedo hacerlo. Y me vine a la escuela del barrio, sin saber cuánto me podría ayudar. Y fue mucho”, relata ahora, con los deberes casi cumplidos.

Rosendo ya empieza a leer y a escribir. También saca cuentas. En la escuela de Los Robles ayer hubo festejo, pero no por ese logro en camino sino por otro inesperado y conmovedor: los abrazos fuertes y largos de ese hombre con sus dos hermanas, más sus sobrinos y cuñados, que ni sabían que existían desde hace 44 años.

Rosendo suma dos historias conmovedor­as en una. Aprender a leer y escribir cuando los demás empiezan a olvidarlo y reencontra­rse con su familia, tras décadas sin vínculo alguno. Y las dos fueron posibles desde esa escuela de barrio para adultos.

“Mi historia”

“Así empezó todo, los profes y compañeros me ayudaron mucho y me preguntaba­n por mi historia. Entonces, les conté que me había ido de Mendoza de chico y que desde hacía 44 años no tenía ninguna noticia de mi familia. Ahí fue que empezaron a buscar por internet datos de mis familiares, para darme una mano, y lle garon a contactars­e con mis dos hermanas en Mendoza. Es muy difícil explicar todo esto, todavía no registro este encuentro, es como que vivo en el aire, pero me siento muy feliz, agradecido, tuvimos una infancia muy dura y hoy reencontra­rnos es muy fuerte”, confiesa Rosendo a La Voz, testigo ayer de ese intenso momento en la escuelita del barrio.

Susana Flores, la directora del establecim­iento educativo, no puede disimular el orgullo que le deparó la experienci­a. “Para nosotros es una historia muy fuerte, a diario vemos a chicos que abandonan por falta de voluntad y objetivos y el caso de Rosendo para la comunidad educativa de este lugar y su barriada es ejemplar. Ojalá tuviéramos muchos Rosendos en todo el país”, expresa la docente.

Hermanados

Juana (62) y Vicenta (60) son las hermanas de Rosendo. Lo fueron siempre, pero es como si hubieran nacido ayer para él.

Se miran entre ellos y se reconocen rasgos comunes. Se van mostrando y contando con lentitud. Todo es sorpresa y asombro.

“Tuvimos una infancia muy difícil, de línea paterna éramos cinco hermanos y sólo quedamos vivos tres, pero nunca, hasta hoy, pudimos reencontra­rnos con Rosendo. Fue una emoción muy grande abrazarlo porque siempre supimos que íbamos a reencontra­rnos, pero no sabíamos cómo ni dónde”, cuenta Juana.

Mientras, Vicenta relata anécdotas imprecisas de aquella infancia compartida, pero cargadas de sentimient­os contenidos por más de cuatro décadas.

Vicenta no deja de agradecer a la escuela por haber indagado en esa historia familiar para entrelazar historias y pasiones desencontr­adas. “Estas lágrimas de reencuentr­o no son más que un resumen de ilusiones que teníamos contenidas desde hace tanto. Hoy Rosendo volvió a nuestras vidas y él se reencontró con una gran familia que hasta hace tan poco no sabía cómo buscar”, apunta.

Rosendo no oculta su timidez. Humilde y reservado, sin estridenci­as, pero sin disimular su alegría y emoción en ese pequeño reducto de la escuela que le abrió las puertas para reencontra­rse con sus raíces familiares.

La escuela le enseñó a Rosendo mucho más que letras y números: le cambió la vida.

La espera

Rosendo admite que nunca esperó encontrars­e con su familia. “Ya no tenía esa esperanza, no me lo imaginaba”, dice. Tampoco pudo juntar nunca las monedas para ensayar algún regreso y búsqueda en Mendoza. “Nunca pensé que la escuela me iba a servir también para esto”, enfatiza.

Rosendo no tiene hijos y vive en pareja con su mujer y los hijos de ella. Sigue sobrevivie­ndo con trabajos de albañilerí­a y plomería.

Los abrazos de ayer los soñó algunas noches antes. Porque con un par de días de antelación, docentes y compañeros de aula le habían avisado que el contacto había dado fruto.

Rosendo se enteró, por ejemplo, de que su madre y su padre ya murieron. Y se quedó, entre tortas y brindis, con la sensación de que había vuelto a recuperar memoria e identidad, 44 años después.

PARA NOSOTROS ES UNA HISTORIA MUY FUERTE. A DIARIO VEMOS A CHICOS QUE DEJAN LA ESCUELA. Susana Flores, directora del colegio Lino Acevedo, de barrio Los Robles

SIEMPRE SUPIMOS QUE ÍBAMOS A ENCONTRAR A ROSENDO, PERO NO SABÍAMOS CÓMO, CUÁNDO NI DÓNDE. Vicenta y Juana, hermanas de Rosendo Vargas

 ?? (NICOLÁS BRAVO) ?? Juntos. Rosendo, con Juana y Vicenta, ayer en el colegio Lino Acevedo de la ciudad de Córdoba.
(NICOLÁS BRAVO) Juntos. Rosendo, con Juana y Vicenta, ayer en el colegio Lino Acevedo de la ciudad de Córdoba.
 ?? (NICOLÁS BRAVO) ?? En el aula. El colegio Lino Acevedo fue testigo de la emoción. Rosendo con sus hermanas y docentes festejan el feliz reencuentr­o.
(NICOLÁS BRAVO) En el aula. El colegio Lino Acevedo fue testigo de la emoción. Rosendo con sus hermanas y docentes festejan el feliz reencuentr­o.
 ??  ?? 44 años después. Rosendo junto a sus hermanas Vicenta y Juana, a las que no veía desde que eran niños. Ellas ni sabían si él estaba vivo.
44 años después. Rosendo junto a sus hermanas Vicenta y Juana, a las que no veía desde que eran niños. Ellas ni sabían si él estaba vivo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina