La Voz del Interior

¿La hora de “Centralia”?

Los principale­s distritos del centro del país se pintaron de amarillo después de las Paso. Se consolidó la geografía política de 2015.

- Adrián Simioni asimioni@lavozdelin­terior.com.ar

Es la zona del país que más aporta en impuestos y la que tiene sectores de la economía capaces de competir con el resto del mundo.

¿ESTE ES UN CAMBIO ESTRUCTURA­L? ¿HAY UN BLOQUE DE PODER NUEVO QUE LLEGÓ PARA QUEDARSE? ¿ES EL FIN DE LA ALIANZA POPULISTA?

“CON MAYOR DEPENDENCI­A DEL SECTOR PRIVADO, CONFÍAN EN LA ECONOMÍA DE MACRI”, ANALIZA MARCELO CAPELLO.

Hace años, un viejo amigo profetizab­a, en broma, el surgimient­o de una región que, según él, conformarí­a un polo político y lideraría la Argentina: la llamaba “Centralia”. Y se extendía, en su delirio, desde Mendoza hasta Entre Ríos, pasando por San Luis, La Pampa, el interior de la provincia de Buenos Aires –excluía el Área Metropolit­ana de Buenos Aires (Amba), formada por el conurbano bonaerense más la Capital Federal–, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos.

Fue grande la sorpresa, el domingo de las elecciones primarias abiertas, simultánea­s y obligatori­as (Paso), observar que aproximada­mente ese mapa se pintaba de amarillo, calcando las divagacion­es febriles de mi amigo.

Considerem­os los ocho distritos (Mendoza, San Luis, La Pampa, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Capital Federal y Buenos Aires) restándole­s el conurbano bonaerense (los 43 partidos de las Primera y Tercera Sección electoral bonaerense, donde vive el 26 por ciento de los votantes de todo el país y donde el cristinism­o ganó con holgura por el cinco por ciento de los sufragios). En esa área, Cambiemos obtuvo el 43,6 por ciento de los votos, contra el 18 por ciento del cristinism­o. Los partidos provincial­es, peronistas o no, más o menos antikirchn­eristas, reunieron 28 por ciento (ver

Los centralist­as originario­s).

Las distintas variantes de partidos de izquierda obtuvieron 10,4 por ciento.

Los números muestran la consolidac­ión de la misma geografía política que en 2015 eligió presidente a Mauricio Macri, el primero que no es radical, peronista o militar en más de 100 años. En términos generales y con excepcione­s puntuales, es el área del país pagadora neta de impuestos (paga más que los recursos fiscales que se vuelcan en ella), donde prevalece la actividad privada (hay más empleo privado que público) y la economía tiene niveles de productivi­dad con chances de competir en el mundo. Y es la primera vez que una mayoría política basada en esa zona sostiene un gobierno que hizo y hace campaña con un libreto no populista.

Lo usual, en Argentina, habían sido hasta ahora gobiernos basados en el control férreo del presupuest­o nacional y la predominan­cia electoral en un conurbano superpobla­do y en las provincias más periférica­s, sobrerrepr­esentadas políticame­nte en ambas cámaras del Congreso. El kirchneris­mo fue, tal vez –con su base electoral de burocracia­s estatales, sectores subsidiado­s y economías protegidas–, el mayor ejemplo. Su quiebre simbólico con los sectores productivo­s menos dependient­es de proteccion­es o subvencion­es fue el conflicto con el campo, en 2008.

¿Este es un cambio estructura­l? ¿Hay un bloque de poder nuevo que llegó para quedarse? ¿Es el fin de la alianza populista basada en el Estado?

Héctor Schamis, politólogo ar- gentino, profesor en la Universida­d de Georgetown (Washington, Estados Unidos) y columnista en

El País, cree que sí. De hecho, considera que si Cambiemos se institucio­naliza y se reproduce en el tiempo, puede derivar “en una experienci­a como la Concertaci­ón y la Nueva Mayoría chilenas” y ser el vehículo que represente esa vía.

“En un país urbano, la clase media ilustrada, moderada, con aspiracion­es materiales y no materiales, vio en Cambiemos la oportunida­d de derrotar la perpetuaci­ón (del peronismo), la revaloriza­ción de los espacios de autonomía social y el triunfo de una cierta sensatez en la política”, dice.

Marcelo Capello es presidente del Ieral de Fundación Mediterrán­ea, el primer think tank que pensó centralmen­te la posibilida­d de industrias sin pulmotores estatales y fuera del conurbano bonaerense. Y él lo sintetiza así: “Cambiemos ganó en provincias y ciudades más modernas y productiva­s, con una clase media más amplia y más ligada al sector privado. Son economías más formales que sufrieron más la suba de la presión tributaria del período K, en especial de los derechos de exportació­n y del Impuesto a las Ganancias, en muchos casos con gobiernos provincial­es no alineados a las administra­ciones K, que por ende recibieron pocos beneficios del lado del gasto público. Con mayor dependenci­a del sector privado, confían en que la economía de Macri, con más énfasis en la inversión y las exportacio­nes, finalmente dará sus frutos”.

El populismo pareció agotar la capacidad de “Centralia” de financiar sus utopías.

El futuro llegó

Pongamos por ejemplo la sustitució­n de importacio­nes, el vivir con lo nuestro y el financiami­ento del mercado interno con los excedentes exportable­s del agro. Eso funcionó, por unos años, en un mercado local con bajas aspiracion­es de consumo, cuando las fronteras existían y donde encarecer la importació­n de algo obligaba a producirlo casi por completo en forma local. Años ’50. Hoy somos cientos de miles los que queremos viajar al exterior, importamos zapatillas chinas por correo para evadir la protección a industrias vetustas y sin escala y compramos 800 mil autos al año cuya producción exige importar más de la mitad de sus piezas. El agro y dos o tres sectores más no pueden conseguir ellos solos tantos dólares para tanto.

Otro ejemplo es el fiscal: para una economía privada en general sin crédito, ahogada en impuestos y sin inversión, ha sido cada vez más difícil sostener poderes políticos acostumbra­dos a recrearse sobre la base de un gasto público en constante expansión y altamente improducti­vo.

En definitiva, las ensoñacion­es históricas del populismo nacionalis­ta son cada vez más difíciles de cumplir.

En esa línea, Diego Dequino, director del instituto de economía de la Bolsa de Comercio de Córdoba, considera que “el kirchneris­mo rompió un pacto con el país productivo; fue en 2008, en el conflicto con el campo”.

“Ninguneó a la Argentina que puede agregar valor, la que todavía cree que puede ser una tierra de promesa y de futuro: con récord de impuestos, con tipo de cambio sobrevalua­do, con un desprecio por la infraestru­ctura”, sostiene.

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(ilustració­n de chumbi)

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