La Voz del Interior

Mirta, una madre a la distancia

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A diferencia de Melina, que tuvo a su bebé estando detenida, Mirta (40) llegó a la cárcel de Bouwer siendo mamá de dos nenas que tenían 9 y 11 años.

Las dejó en plena infancia y hoy las ve adolescent­es de 15 y 17 años, con todo lo que conlleva ser mamá de dos jóvenes.

“Ellas están con su papá, pero yo sigo siendo el eje, por más que esté acá adentro, nos comunicamo­s todo el tiempo. Ellas siguen estando pendientes de lo que les aconsejo o les digo. Dependen siempre de la madre”, narra Mirta, una mamá a la distancia.

–¿Cómo fue criarlas a la distancia?

–Difícil, complicado. Pero a pesar de la tristeza y el dolor se puede, no es fácil, más ahora que son adolescent­es. Es como el dicho: “hijo chico, problema chico, hijo grande, problema grande”. Ahora es cuando más necesitan que esté yo con ellas.

Mirta, que se encarga de cocinar y servir la comida del comedor del penal (trabajo de fajinería), cuenta que cuando entró a la cárcel se le vino el mundo abajo. “Sentí que estaba muerta en vida”, dice, pero con el correr de los días se fue liberando de los prejuicios que envuelven a la cárcel. Más allá de eso, afirma que necesita el apoyo de sus hijas, su acompañami­ento. “Yo trato de que ellas sean mis amigas, ellas me cuentan sus cosas, sus travesuras, me cuentan sobre sus novios”, dice Mirta entre risas y lágrimas.

–¿Cómo te imaginas el encuentro afuera con ellas?

–Me imagino que va a ser difícil, porque ellas están creciendo y yo no estoy ahí. Están criadas en un ámbito en el que yo no estoy encima de ellas, ni atendiendo lo que necesitan cada día, va a ser difícil. Ya me lo contaron otras mamás que estuvieron adentro y salen: es difícil manejarlas ahí afuera, con otro ritmo. Yo llegué acá y ellas eran muy chicas, ahora tengo dos adolescent­es, que se sienten libres.

Mirta pidió que sus hijas la visiten sólo una vez al mes, porque para ella la despedida es el momento más difícil, y prefiere no sentir ese dolor todas las semanas. En eso sí coincide con Melina, quien también pidió que su nene de 10 años sólo vaya a Bouwer una vez al mes.

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(PEDRO CASTILLO) Festejo en Bouwer. El domingo 27 de agosto hubo teatro, juegos y regalos en el penal.

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