El boxeo da pelea
Con muy pocos recursos, ya sea como negocio o por su fin social, este deporte sobrevive en Córdoba.
Sentado en un banco similar al de una plaza, de espaldas al estadio donde peleará más tarde, Matías Carmona levanta la mirada y hace un viaje en el tiempo. Es de noche y estamos en el polideportivo General Paz. Allí afrontará su quinta pelea como profesional.
Está tranquilo, confiado en su preparación. Sin embargo, cuando recurre al pasado, parece más serio que nunca. Transmite un peso distinto en cada palabra. “Nos recuerdo todos juntos, mis hijos y yo, en un día de visita, y ese momento en el que toca despedirse... Uno que se va por un pasillo larguísimo hacia una jaula, y ellos que se van por el otro lado, a otro lugar. Sus llantos pidiendo que no me vaya, sus gritos... ahí aprendés que la libertad no tiene precio”, asegura.
Carmona reconoce que hizo las cosas mal y que está arrepentido. Cumplió su condena en Bouwer y allí se cruzó con el boxeo, un deporte que le enseñó “a ganarse todo por cuenta propia”. Debutó en la cárcel y la siguió afuera. Ahora busca tener continuidad en una actividad que en Córdoba asoma con mucho potencial, pese a algunas miserias que conspiran contra su desarrollo.
La pelea de Carmona se dio en uno de los tantos festivales que se hacen fin de semana tras fin de semana en Córdoba. El mismísimo Santos Benigno Laciar hace un recorrido: “Por suerte, tenemos un circuito bien instalado acá y en el interior. Tenés peleas todos los viernes, y también algunos sábados”. La Sociedad Belgrano, el ACV, el mencionado “poli”, entre otros, son los lugares donde se han visto veladas a lo largo de agosto. También las hubo a nivel amateur, y en el interior. Hay boxeo, sí, pero también hay un problema.
Es que el circuito, cuyo desarrollo se ha expandido hasta tener también fuerte presencia en la pantalla chica, contiene una problemática que les pega de lleno a los boxeadores: a un nivel local, ser profesional es complicado.
Cuenta el propio Carmona que –no en esta pelea a la que hacemos referencia, sino en una que finalmente no se hizo– la bolsa estaba pautada mitad en efectivo y mitad en entradas. Sí: entradas para un púgil que tuvo que venderlas y, después, padecer porque la pelea se cayó. “Al final, tuve que hacer una exhibición porque mi rival llegó con la licencia vencida. Tuve que pedirles disculpas a todos los
que habían hecho el esfuerzo para poder ir”, recuerda.
Más allá de esta situación puntual, esta metodología es un denominador común entre muchos de los promotores locales. Y de ella se desprenden algunos aspectos para tener en cuenta, porque se trata de un deporte de fuerte impacto social, sí, pero también profesional. En el que, como sucede con el fútbol, a fin de cuentas se busca el negocio.
“El boxeo es el deporte de los pobres y yo creo que muchos aceptamos eso por necesidad. Pero, además, los promotores se aprovechan, porque si no, no habría tantos festivales. Nadie los hace para perder”, amplía Carmona.
¿Qué sucede del otro lado? Carlos Tello hijo reconoce la práctica, incluso indica que la ha utilizado en algún momento. Pero, inmediatamente, y “sin tratar de justificar”, pide que se tomen en cuenta otros aspectos a la hora de hacer un análisis: “Esto existe, y hay promotores que abusan de ello, es cierto. Pero si tomás en cuenta todo lo que conlleva un festival de boxeo, quizás entiendas un poco más”. Hace referencia al costo de tener que correr con los gastos por el alquiler de un lugar, la difusión, el caché de los púgiles, la seguridad y fiscalización. “Entonces –resume–, poder cortar con este tipo de cosas requiere que muchas partes se sienten a conversar”.
“Es una modalidad que no comparto, pero que está instalada. Sucede y entonces el boxeador tiene que pensar en salir a vender entradas para pagarse él mismo; realmente sale de la concentración del entrenamiento para la pelea. Está el que lo acepta. Hay promotores que lo hacen y otros que no... hay que ver cuál es la alternativa que más conviene. Pero a todos, para que todos se vayan conformes”, describe el excampeón Laciar.
Un boxeador como Carmona, con un puñado de peleas profesionales, a cuatro rounds, cobra entre cuatro y cinco mil pesos. Se estima que un boxeador de sus características pueda hacerlo, como máximo, cada 45 días, tomando en cuenta el “desgaste” que requiere prepararse para tal empresa. Así, suena realmente difícil que alguien pueda dedicarse al 100 por ciento. De hecho, son excepciones aquellos que pueden, siempre hablando a nivel local, vivir sólo del boxeo. “La mayoría de los boxeadores cordobeses tienen otro trabajo, si no es imposible”, reconocen los entrenadores. Jaime Franco, boxeador amateur, está a un paso de trasladarse al profesionalismo; pero mantendrá su trabajo en una cortadora de ladrillos.
“No es tan sencillo este tema. No es lo ideal, no se tiene que abusar de eso. Pero se podría entender por el contexto: si te ponés a ver los muchos festivales que hay en Córdoba, si te ponés a ver la cantidad de boxeadores que hay en Córdoba, entonces pensemos: ¿está bien o está mal?”, agrega Tello, con relación al costado “empresarial”.
Su inquietud revela que quizás el boxeador se ha transformado en la válvula de escape. Los promotores coinciden en que es una forma de mantener la cantera y de buscar una figura que luego acarree a los demás, porque aducen que es difícil atraer esponsoreo,
El boxEo Es El dEportE dE los pobrEs, y yo crEo quE muchos acEptamos Estas rEglas por nEcEsidad. Matías Carmona, boxeador profesional
televisión y difusión.
José Emilio Graglia, presidente de la Federación Cordobesa, sostiene que esta es una de las formas de hacer que la actividad tenga potencial para crecer. “A las grandes firmas no les interesa acompañarnos, y los grandes medios no nos dan difusión”, afirma, para luego destacar que “hay entre 15 y 20” festivales por mes en la provincia. “Se trata de un sistema en el que todos ceden un poco”, apunta.
Con todo, se transforma en un círculo vicioso; el grueso de los boxeadores de Córdoba debe invertir mucho más que horas de entrenamiento para llegar a tener esperanzas de trascender. Andrés Mooney, periodista especializado, lo describe de manera clara: “La inmensa mayoría queda en el camino, y el camino es más duro de lo que dicen las películas: hay desgaste físico, hay golpes y queda, como en todo deporte individual, una gran frustración. Pero mientras persista la pobreza, habrá boxeo, y existirá un gimnasio que cobije a jóvenes postergados que sueñen con tomarse revancha de su dura vida de la forma más económica, leal y primitiva que existe: con los puños”.
Está visto, el boxeo en Córdoba sobrevive como puede. Hay movimiento, pero no hay que descuidarlo. Los grises existen y limpiarlos es una tarea que comienza puertas adentro. Es algo que va mucho más allá de una pelea.