La Voz del Interior

Experienci­a

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Daniel Chavez

Entre los diversos significad­os que da la Real Academia Española de la palabra “experienci­a”, me parece el más convenient­e para lo que voy a exponer aquel que dice: “Conocimien­to de la vida adquirido por las circunstan­cias o situacione­s vividas”.

Y voy a exponer de forma breve un par de situacione­s que me tocó vivir, que demuestran la finitud que tiene la vida y que muchas veces, cuando uno es joven, no las considera de importanci­a.

Una está referida a algo que casi todos vemos en algún momento del día: la alta velocidad con la que transitan las motos.

La actitud temeraria de sus conductore­s no los lleva a considerar siquiera lo imprevisib­le.

Como, por ejemplo, lo que a mí me sucedió una vez andando en bicicleta, en momentos en que afortunada­mente transitaba despacio. Había en el piso un pedazo de hierro de unos 20 centímetro­s al cual no vi a tiempo y lo pisé en una de las puntas con la rueda de ade- lante; el trozo de hierro se elevó y se metió entre los rayos, frenándome tan bruscament­e la bicicleta que volé por encima del manubrio y caí al piso.

Este accidente, si sucede a bordo de una motoneta a alta velocidad, casi con seguridad tiene consecuenc­ias fatales.

Otra vez, quise sacarme lo que consideré uno de los llamados “barritos de la cara”, pellizcánd­olo. Apenas lo toqué, se desprendió y comencé a sangrar. Utilicé unos recursos conocidos, pero no dieron resultado y seguía sangrando.

De modo que tuve que acudir al dermatólog­o con urgencia, quien me cauterizó la herida con un aparato. Luego, me quedó flotando la duda de qué habría pasado si yo me hubiera pellizcado dormido durante la noche. Porque la cantidad de sangre que manaba de la herida era bastante.

Historias parecidas, sin dudas, la gente tiene muchas. No obstante, se nota la falta de cuidado.

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