Los Jalboukh: ingresar al “cole” sin saber ni una palabra de español
Los tres hermanos Jalboukh coinciden al elegir tres cosas lindas de Córdoba, donde empezaron una nueva vida en enero pasado: las milanesas de carne, las matemáticas y la escuela a la que van, la Gobernador José Álvarez.
El rol de las maestras y de Sandra, la directora, fue central, porque llegaron a empezar las clases sin hablar ni una sola palabra en castellano. La más chiquita ni siquiera sabía árabe, su lengua materna.
“Me tratan muy bien y aprendí rápido el idioma”, dice Yan, de 11 años, el más grande de los tres. Vivían en Damasco con sus papás, Essam y Zamar. Iban a la escuela a las 8 de la mañana, como acá. “La matemática es lo que más me gusta y en el recreo juego a las escondidas, como hacía en mi escuela”, cuenta Jouly, de 9 años y en tercer grado. “Sentía miedo de la guerra y de nosotros”, confiesa.
De ojitos despiertos, su hermana interrumpe: “Mi amiga se llama Catalina y hoy aprendí la cursiva”. Ghres tiene 7 y se declara fanática de la Tita. Su caso es asombroso: se alfabetizó con el español primero, sin saber escribir en su lengua materna. “Las maestras desde el primer día nos acompañaron, nunca nos han querido cobrar la cooperadora y les han dado las remeras del uniforme”, cuenta Patricia El Hay.
Ella, en términos legales, es la “llamante”, es decir, la persona que asume la responsabilidad de acompañarlos, tal como dispone el Programa Siria, del Ministerio del Interior. “El primer día de clases presentaron a los chicos. Hubo una ovación, aplausos de todos; hicieron amigos enseguida, sin hablar ni una palabra de español”, cuenta Patricia.
La solidaridad de los padres de la escuela se multiplicó al extremo: le compran comida árabe a la mamá, los invitan a jugar, les han llevado un televisor y cosas del súper. Patricia es docente y sabía del perfil especial de la Gobernador Álvarez. Pero los chicos no viven en la zona. “Un alma caritativa se ofreció a pagarles el transporte y por eso pudieron ir”, cuenta.
Los miembros en Córdoba de la iglesia siriano ortodoxa también han hecho su parte. Aunque no hablan mucho del tema, la guerra dejó su huella: en la casa que les facilitaron, hay una habitación para el matrimonio y otra para los hermanos. Pero se acomodaron todos juntos, acostumbrados a no separarse por el peligro que en Siria suponía la noche.