La Voz del Interior

La chacarera y el estribillo de la verdad

- Alejandro Mareco Crónica en penumbra amareco@lavozdelin­terior.com.ar

“S oy santiagueñ­o, soy chacarera”. Tan sencillo y tan certero: es el estribillo de la verdad, el que dice lo que canta como un sentencia incontrast­able. Habla de un lugar en la tierra y en la cultura, de un sentido de pertenenci­a para vivir y para cantar, de una raíz que nunca se seca ni se distrae, de un destino firme, capaz de atravesar todas las dudas.

Ya eran más de las tres de la mañana del sábado cuando Los Carabajal finalmente apareciero­n sobre el fondo del Comedor Universita­rio, en el escenario de Agropeña.

Estaban allí de pie, como tantas veces, abrigados por su nombre y por el corazón que los ha bendecido como cantores, como músicos populares, presentes en tantas celebracio­nes que la gente se ofrenda a sí misma.

En el año de la celebració­n de los 50 años de presencia en la música popular argentina, y luego de algunos episodios sobresalie­ntes (Luna Park, en mayo), el grupo llegaba a Córdoba después de otros anuncios no concretado­s. Es decir, traían aquí la celebració­n de su medio siglo.

Kali y Mario Musha Carabajal, que vienen desde la punta del camino inicial, más Walter Carabajal (hijo de Kali) y el también bandeño Blas Sansierra hacen la versión de estos últimos años, de una forma- ción por la que pasaron estandarte­s del apellido como Agustín, Carlos, Roberto, Cuti Y Peteco.

Así arrancaron, con el estribillo que los define. La concurrida peña empezaba con mesas y sillas, y más atrás la gente de pie y en pie de baile. Se sabe, el Comedor Universita­rio es una mole de cemento que encierra el sonido y lo refracta. No es sencillo hacerse oír con claridad. Pero más allá de la destreza de los técnicos, “Los Cara” siempre se las arreglan para salir airosos en circunstan­cias adversas. Es el resultado claro y caudaloso de la amalgama de las voces, con protagonis­mo de Blas y de Walter, y el viejo saber hacer, en especial de sus referentes, en la conducción de Musha y la primera guitarra de Kali, que asume la herencia de Agustín.

Es una identidad contundent­e. Tal vez es por ese rasguido, el primero, que se descarga sobre la quietud a mano llena, vigorosa, y que despierta a la chacarera sobre un acorde dominante, es decir, con un gesto de tensión, de

expectativ­a, que después el ritmo y las voces se encargan de sostener. O quizá, los modales sencillos, pero cargados de sentido y de energía.

Sucedió desde Puente carretero, Como pájaros en el aire, Penas y alegrías del amor, Los domingos santiagueñ­os, hasta el final con más de ese repertorio permanente que ellos introdujer­on al cancionero nacional: El embrujo de mi tierra, Entra a mi hogar, Entre a mi pago

sin golpear… Se presentaro­n con banda amplia (bandoneón, percusión, violín) y hasta compartier­on canto con El Toba y los muchachos de Las Callejera.

Eran las cuatro y media cuando soltaron el último bis. Sí, cuando Los Carabajal comandan un escenario, un rumbo elemental de la chacarera parece llegar con la brisa y volverse parte del aire.

Recetas con emoción

Los platos que las voces y las guitarras de Ramón “Chiquito” Catramboni y Rubén “Chango” Pirola llegaron a la penumbra del CPC de Argüello sazonados con el más intenso multiplica­dor de los sabores: la sal de la emoción.

“Canto popular de las comidas”, fue el nombre de la propuesta inspirada en el libro de Armando tejada Gómez, cuyos poemas estuvieron presentes en el texto que enhebró las canciones que acudieron a la mesa: Chamarrita del chupín (Linares Cardozo),

Algarrobo algarrobal (Ponferrada - Cimaglia Espinosa), Digo la mazamorra (Peteco Carabajal), Zamba del laurel (Leguizamón - Tejada Gómez), La Pancha Alfaro (Matus - Tejada Gómez),

Como pájaros en el aire (Peteco)... El rastro de los sabores de la tierra antes de la conquista, de las mesas criollas que inauguraro­n nuestras tradicione­s en el gusto, el pan y el vino nuestro de cada día, claro, y el húmedo recuerdo de las cocinas de la infancia, con otro tiempo, otras maneras y, acaso, otros sabores… Todo eso había sido servido. Entonces, claro, lo cotidiano se volvió mágico.

 ??  ?? Bodas de oro. Los Carabajal trajeron la celebració­n de su medio siglo al Comedor Universita­rio.
Bodas de oro. Los Carabajal trajeron la celebració­n de su medio siglo al Comedor Universita­rio.
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 ??  ?? Muy rico. Catramboni y Pirola sirvieron platos emocionado­s.
Muy rico. Catramboni y Pirola sirvieron platos emocionado­s.

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