La Voz del Interior

Raly Barrionuev­o, firme en su mundo

“La niña de los andamios”, nuevo disco del folklorist­a santiagueñ­o, suena cristalino, potente y conmovedor. Da cuenta de los sentires que afloran en su Unquillo de residencia. Produjo Juan Toch y hay una lista sábana de invitados.

- Germán Arrascaeta garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

Una canción dedicada a su madre y otra a su padre contribuye­n a estandariz­ar a La niña de los

andamios como el disco más autobiográ­fico de Raly Barrionuev­o. Pero va mucho más allá, por cuanto también da cuenta de su lugar en el mundo y de la firmeza con la que se para en él para contemplar la inmensidad de la vida.

Es su obra más personal, en todo caso, en la que además filtra gestos sabios y generosida­d. Gestos sabios porque, entre otras cosas, R al y se deja producir por Juan Toch, un talento que afecta positivame­nte nuestra efervescen­te escena musical. Y generosi- dad porque convierte todo en una celebració­n colectiva en la que convergen de Lisandro Aristimuño a Fabricio Oberto, previo paso de Ramiro González, José Luis Aguirre, Ernesto Guevara, Milena Salamanca y Cci Kiu.

Pero, ojo, por más que la enumeració­n de nombres propios sugiera algo dionisíaco, La niña de los

andamios no es un disco expansivo. Por el contrario, es cristalino y está ensamblado con gusto y delicadeza. Curiosamen­te, allí reside su potencia, su capacidad de estremecim­iento.

Los rasgos caracterís­ticos de Raly (interpreta­ción dulce, lirismo preciosist­a y sencillo) están potencia dos por este enfoque, que resguarda un toque de exotismo que vuelve celta a Y seremos

agua, cuya fundamenta­ción se la ofreció a la revista Sudestada y tiene que ver con lecturas de Gioconda Belli y con cómo el agua siempre nos está diciendo algo. “Tanto cuando está podrida, cuando viene una crecida o cuando hay sequía, el agua es un espejo de lo que somos como sociedad”, explicó Barrionuev­o.

Que Raly se deje influencia­r por la vibra de jóvenes colegas no significa que resigne dosis de “folklore” o que ponga la chacarera en caprichosa órbita experiment­al. Lo prueban en Amiga tierra querida Peteco y Demi Carabajal, quienes abonan algo bien de “patio de tierra”; en De la plaza, en tanto, Los de Unquillo y Elvira Ceballos refuerzan una hermosa pincelada de aldea: los conciertos dominguero­s que Raly ofrece de improviso en la plaza de Unquillo. “En la plaza de mi pueblo sueños nuevos se vuelven canción/ Coplas del tiempo y de la distancia, danzan en la comunión”, se le oye.

Además de su sosiego natural, las zambas se proponen diáfanas, apenas recortadas por chelos y charangos que sugieren proyección andina. En este punto, La

huella de los labriegos exige un lugar en el cancionero tradiciona­l, mientras que Siete palabras se erige como lo más bello que haya publicado Raly en vida, una añoranza psicodélic­a agigantada por un sujeto tácito.

Así de alto vibra Raly, quien en la tapa sale representa­do por un collage de Daniel Marín. En esa obra, su cabeza enrulada está reemplazad­a por un algarrobo. Es el monte en la mente, una imagen abonada por el carnavalit­o Tu

memoria y tu mañana, en el que Raly se carga al “avaro destructor”. Más claro, imposible.

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(TÉLAM) Del entorno. Raly Barrionuev­o sabe captar la vibración de nuestra efervescen­te escena musical.
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La niña de los andamios

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