La nueva temporada del dibujo más humano
Luego de gran expectativa, Netflix acaba de estrenar la cuarta temporada de la serie “BoJack Horseman”. En los nuevos episodios, la vida del protagonista se centra más en su familia y no tanto en su ámbito laboral.
Pocas veces se generó tanta expectativa por el destino de un personaje amargado como el de
BoJack Horseman . La cuarta temporada que se acaba de estrenar en Netflix no se aleja ni un poco del registro explotado en las temporadas anteriores, pero sí deja en segundo plano el mundo de Hollywood para iluminar un tema espinoso: la familia.
El año pasado, la historia creada por Raphael Bob-Waksberg se detuvo en la huida de BoJack hacia un destino incierto que logre convertirlo en un caballo-hombre mejor. La culpa por la muerte de Sarah Lynn lo llevó a buscar ese lugar o situación que le permitiera tocar fondo para volver a la superficie. Desde entonces, la pregunta que quedó flotando en el aire para abrir la cuarta temporada fue: “¿Dónde está BoJack?”.
El primer episodio de la nueva temporada no responde la pregunta, y tal vez ninguno logre hacerlo, en realidad. Este despreciable y –por eso mismo– amado personaje regresa en el segundo episodio, en un claro gesto de los guionistas de independizar las historias del resto de los protagonistas. Todd hace y deshace em- prendimientos y descubre que es asexual; Mr. Peanutbutter incursiona en política (la comparación con Donald Trump es inevitable); Princess Carolyn intenta formar una familia; Diane Nguyen duda de su matrimonio y, al igual que en temporadas anteriores, es la única que intenta conectar con BoJack. El viaje de la estrella de
Horsin’Around durante su exilio muestra su historia familiar y permite reconstruir la personalidad de su madre, el ser vivo al que más desprecia. BoJack aparece cobardemente luego de un año y se encuentra con que una adolescente-caballo podría ser su hija. A pesar de los intentos por alejarla, Hollyhock insistirá en establecer cualquier tipo de vínculo, aunque más no sea de amistad.
Pero BoJack, una vez más, falla en conectar con alguien. En realidad, no puede conectar ni siquiera consigo mismo. El episodio seis –tal vez el mejor de toda la temporada– es un desgarrador vistazo a los constantes demonios de BoJack, al alcance de su autodesprecio, a la ansiedad que se come vorazmente todo lo que intenta construir y, claro, lo hace fracasar en cualquier tarea.
¿Dónde está BoJack? La pregunta no tiene un sentido geográfico. Está perdido, ni siquiera él sabe dónde está y la interacción con sus amigos es casi nula. Lo que le queda es intentar reconstruirse a través de los ojos de las personas con las que vive: su supuesta hija y su madre, esto es, una desconocida y una anciana demente.
Con acento en la vida familiar y amorosa de cada personaje, en esta temporada los proyectos laborales quedan en segundo plano. Al final de los 12 episodios cada uno ganará certezas descorazonadoras: matrimonios que no funcionan, embarazos interrumpidos y el deterioro de una madre que no cesa en castigar a su hijo.
La serie logró mantener acertadamente el registro humorístico y el cinismo que lo caracteriza a través de las referencias políticas, sociales y de cultura general, aunque son las lecturas feministas lo que se destaca especialmente. La ganancia de esta temporada es la profundidad en la psicología de los personajes que enriquece la trama. Como todo lo que sucede en esta serie, profundidad es sinónimo de oscuridad, así que se trata de un paseo por los temores y fobias que algunos tenían ocultos.
Aunque una quinta temporada aún no fue confirmada, el final de la cuarta es el pie perfecto para darle continuidad. A diferencia de la temporada anterior, la última escena de BoJack son unos pocos minutos luminosos que, conociendo al protagonista, pueden ser la antesala de un cataclismo existencial que lo regrese al fondo de la piscina en la que difícilmente logra flotar.