The Kills, atípicos renacentistas
En la naciente ola de shows internacionales del segundo semestre, The Kills pasó por el Konex de Buenos Aires. Fue el domingo, ante una modesta feligresía que quiso terminar la semana aturdida y alucinada con el rock caótico y oscuro del dúo de la cantante estadounidense Alison Mosshart y el guitarrista inglés James Hince.
Renacentistas del rock & roll más primigenio, y vanguardistas por llevar adelante esa pretensión con minimalismo de pulso maquinal, los Kills pasaron de una pieza amenazante como Heart of dog a ensoñaciones de blues rural, aunque no desestimaron su capacidad para impactar con estribillos lúbricos como el de U.R.A. Fever.
Esta pieza no sólo dejó su simple pero contundente manifiesto (“soy una fiebre/ no nací típico”, reza el estribillo), sino que reveló el contrato gestual con el que The Kills shockea por el mundo: Alison se contorsiona antes de cada verso para verbalizarlo luego de un sacudón pélvico, mientras James ametralla al público (literalmente) con ráfagas electrocutadas ejecutando sus guitarras vintage con los dedos de un jazzista.
Si bien el extremo de la discografía de The Kills es un EP acústico, el show se concentró en Ash & Ice (2016), un disco supuestamente menos explosivo pero que en su representación desnucó con Whirling eye, una composición con oh ohes tribuneros y resolución de espasmo, y con el breakbeat sigiloso Siberian nights.
Ella sensual y furiosa; él, tenso y elegante. Ambos, un dúo de rock & roll de alta postura para ver pasar los días tirando cabezazos al aire y vapuleando la cotidianidad. ¿Se le ofrece algo más? Bueno, va la imagen de un piquito final, un beso tenue, entre Alison y James que desdibujó los límites de la camaradería.